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Manu Chao: "Todo lo que oigo, sea un locutor de radio o una actriz de telenovela, lo considero materia prima"
En defensa de sus intereses, Manu Chao no duda en recurrir a sus abogados. El periodista Bruno Galindo tiene congelado Perdido en el siglo, un libro que refleja sus aventuras con Manu por dos continentes. "Bruno y yo hicimos un viaje de puta madre por el Nordeste brasileño. Lo malo es que no tuvimos tiempo de sentarnos a acabar el libro: faltaba mi parte, textos míos que tenían que complementar su reportaje y que todavía no están a punto. Pero espero saludar esta noche a Bruno en el concierto y hablaremos, el libro se va a publicar". Galindo no acudió: "Yo no voy a saludar a gente que me manda amenazas a través de abogados". El libro se terminó a finales de 1999. Parece ser que Manu o su gente preferían que saliera coincidiendo con su nuevo disco, opinión que reforzaron con una prohibición de reproducir letras. El periodista dice que Perdido en el siglo quedará inédito.
Tal vez Chao ya sabe que es imposible caer bien a todo el mundo. Prefiere definir su agenda, marcar su calendario. El nuevo disco llevaba anunciándose desde hace un par de años, pero se retrasaba y se retrasaba. Explicaciones, para todos los gustos: que si prefería que se siguiera vendiendo Clandestino (lleva despachadas unos tres millones de copias), que si estaba reconstruyendo sus cintas en clave tecno. Cuenta, Manu.
M. Ch. Es que paré cuando decidí formar banda tenía en la cabeza a una serie de personas y sabía que habría química al juntarlas. Pero no tenía intención de salir de gira porque sí, tampoco me gusta hacer el papel de demonio y contribuir a romper grupos. Estaba terminando el disco cuando me enteré de que todos estaban libres, y no lo pude resistir, era como tener mi equipo de fútbol ideal.
Imagino que un disco-collage como Próxima estación, Esperanza tiene problemas para conseguir los permisos de las grabaciones ajenas.
M. Ch. Mira, yo no soy ni un inmenso cantante ni un inmenso músico, pero toco un poco de todo y me lo paso pipa. Todo lo que oigo, sea un locutor de radio o una actriz de telenovela, lo considero materia prima. Lo utilizo y luego me planteo los permisos. Hay gente que lo cede sin problemas, como Radio Reloj, la emisora habanera, y tipos más tozudos, que quieren ganar más que yo. Tengo un problema: la música que ahora hago en mi estudio es imposible de sacar, hay samplers de todo dios. Ni al abogado que más odio le encargaría una labor así. Fíjate que estoy pensando dejarlo caer en Internet, así como anónimamente
Aun así, parece exagerado que hayan pasado casi cuatro años entre los dos discos.
M. Ch. Es que soy muy bruto. Aunque sé que no debo funcionar por conceptos, siempre caigo. Primero, empecé a recoger canciones en francés; a la semana, lo que me salían eran letras en portugués. Lo mismo pasó con la idea tecno. Hay que ser intuitivo, dejarte llevar por la música y no buscar orden o sentido. Aun así puedo decirte que Esperanza es el disco en que menos he sufrido, todo ha sido cojonudo. Yo toco casi todo
Clandestino parecía un disco de espacios abiertos, y éste suena muy noctámbulo, a fruto del insomnio.
M. Ch. Está hecho entre las seis de la tarde y las ocho de la mañana. Siempre he sido nocturno. En París, a veces veía amanecer y alucinaba al pasar por un mercado, me parecía estar en otro planeta.
Hay una canción, Promiscuity, en la que dices que la promiscuidad engendra violencia. Hubo épocas en las que no predicabas el celibato
M. Ch. Perdona, me refiero a promiscuidad en el sentido de amontonamiento humano. En los barrios donde no hay espacio vital, surgen malos rollos. Lo escribí en un tren que iba de Senegal a Mali, más de dos días de viaje con las señoras gordas y los niños, tremendo.
¿Qué aprendiste por esas tierras?
M. Ch. Me encantó el concepto africano de familia. Quisiera tener doce, catorce hijos pero a lo africano. Allí, nadie sabe muy bien quién es el padre, eso no es lo importante. Todo el pueblo se cuida de que sean felices, tú te preocupas del hijo del vecino y al revés. Me da miedo la familia católica europea, en la que los hijos son propiedad de los padres y todos encerrados dentro de una casa, todos acojonados.
El País
4 de mayo ´01
Kolectivo
La Haine
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