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Manu Chao en Chiapas
Paramilitares y tropa permanecen en la zona. La esperanza aún está muy lejos, dice el vocero de Polhó. Los desplazados carecen de hogar, educación y sustento. No vemos ninguna diferencia con el nuevo gobierno, señala Manu Chao
"La esperanza todavía está muy lejos. No se ha visto un cambio bueno en la vida de la gente. No tenemos hogar, educación ni nada. No pensamos nada de Fox, no hemos visto lo que haya hecho", dice un joven vocero del concejo autónomo, en presencia de Bartolo Gutiérrez, presidente del propio concejo, quien le cedió la palabra para hablar con los periodistas en nombre de todos. "Si el gobierno va a actuar, están en su mano las demandas nuestras. Está en su mano lo que él también ha dicho. Todavía vemos aquí a los soldados, nomás se encuartelaron. A 600 metros de aquí, en el barrio de Majomut, están orita".
Aunque se supone que ya no hay patrullajes, cada 20 minutos pasan grandes camiones del Ejército o de la Seguridad Pública cargados de efectivos.
"Soldados armados, judiciales, policías. Sólo quitaron los retenes". Estas afirmaciones son inmediatamente demostrables. Los vehículos de la fuerza pública transitan continuamente entre Chenalhó, Majomut y Pantelhó, pasando lenta e inexorablemente por el borde de Acteal y Polhó a tiro de piedra.
En la plaza del poblado acaba de concluir un concierto de Manu Chao y su banda de filarmónicos trashumantes, quien hizo sonar Clandestino en vena acústica, y la gente, en su castilla a medias, entendió que se refería a ellos. "Me dicen clandestino por no llevar papel. Mi vida va prohibida, dice la autoridad".
Los varios centenares de indígenas que escuchaban, impávidos, no tenían la más remota idea de quién era Manu Chao, pero un muchacho que se había puesto un paliacate en el rostro cuando los fotógrafos sacaron sus cámaras, comentó sin obviedad: "Así como dice estamos nosotros". No sabe que Chao es el artista más exitoso del zapatismo internacional, que en efecto habla de ellos, pero le gusta la canción.
"Los desplazados no sólo perdieron la casa; no tienen sus cafetales, que ya están afectados, allí mero donde están los paramilitares. En Tzanembolom, Xcumal y Aurora Chica se quedaron con nuestro café, lo cosecharon ellos", prosigue el vocero del concejo autónomo.
Bartolo Gutiérrez viste blusa y calzón blancos, las piernas desnudas
y los pies en huaraches, como acostumbran los tzotziles de la montaña
pedrana (San Pedro es patrón de Polhó y de Chenalhó, así
que pedranos son todos); no se siente seguro en el castellano, sólo cuando
habla en tzotzil se le ve que es un buen orador.
Todo sigue igual
"Para nosotros es lo mismo. No sabemos que cambió el gobierno.
Los paramilitares se están organizando en Los Chorros, La Esperanza,
Chimix, Canolal y Tzanembolom. Tratan de masacrar nuevamente algún campamento.
Nos vienen a avisar gentes de ellos mismos, priístas que no están
de acuerdo, los paramilitares son unos cuántos, y sabemos quienes son,
los tienen respaldados la Seguridad Pública y el Ejército federal.
Tres años y seguimos desplazados, sufriendo enferemedades, sufriendo
de la alimentación, y es por sus ataques", prosigue el vocero.
"Tenemos tres compañeros, desplazados, detenidos en Cerro Hueco. A Manuel Gutiérrez Méndez y Antonio Arias Hernández, de Tzanembolom, los agarraron el 5 de enero de este año, acusados de lo que pasó en Acteal, de lo que todos sabemos que son inocentes. Y el 12 de septiembre, la PGR detuvo a Cristóbal Gutiérrez Gómez, de Chimix, por la misma acusación".
"Con los paramilitares no hay libre tránsito. Lo que se requiere del gobierno de Fox es que haga justicia, los paramilitares son suyos. Es el gobierno quien les dio recursos y armas. No hemos visto ninguna diferencia después que él llegó. No habrá paz hasta que se hayan desmantelado los paramilitares".
Según reportan las autoridades autónomas, en Chenalhó existen 10 mil 430 desplazados, provenientes de 14 comunidades. Se reparten en 11 campamentos; seis aquí mismo, en Polhó, y otros más en Acteal, Poconichim y Naranjatic Alto, a los que se suman dos campamentos de Las Abejas.
A la par, la militarización en estas tierras es densa. Aun ahora, que hay una supuesta distensión, "cada 20 minutos pasa algún patrullaje", dice el vocero.
"Estamos rodeados por el Ejército. Hay cuarteles y campamentos en Tzanembolom, Canolal, Chimix, Yabteclum, Puebla, Xo'yep, Los Chorros y atrás de Acteal. Nomás quitar los retenes de Chenalhó y Las Limas no hace ninguna diferencia" agrega el joven de la voz, ante la serena anuencia de Bartolo Gutiérrez.
Entre clandestinos te veas
Sin más preámbulo o rollo de presentación da inicio el sonido alegre, bohemio, tabernero, abierto a todo folclor vivo, de Manu Chao y su banda Radio Bemba, y se adueña de la explanada principal de Polhó.
"Perdido en el corazón de la grande Babylon", canta el conocido músico gallego de París, quien fuera líder de Mano Negra la década pasada, ante cerca de un millar de los 7 mil desplazados que se refugian en esta comunidad, y aunque al principio los roqueros les parecen tan marcianos como otras cosas que han visto, a los zapatistas les arranca la primera sonrisa eso de "bailemos todos el Vaka Loka, bailemos todos hasta el final", a contrapelo de la impasibilidad proverbial de hombres, mujeres y niños de por acá.
Entonando la Rumba de Barcelona ("Rambla p'aquí, rambla p'allá"), el cantante recibe en el rostro el sol de la tarde, junto a su excelente guitarrista francoargelino. Atrás suena sin estridencia el resto de las banda, protegida por la sombra.
Un frondoso acordeón de arrabal, dos trompetas, un bongó, y también dos cascos de coca, una silla y hasta el suelo le sirven de instrumentos a estos músicos de Francia, Venezuela y España que hacen cantar a las piedras.
Radio Bemba se encuentra ante un impenetrable pero creciente fervor tzotzil. En las laderas próximas se reúnen campesinos, distraidos de su faena por el concierto, a saber qué oigan hasta allá arriba.
Cuando Lágrimas de oro se transforma en El cuarto de Tula ("que cogió candela"), la gente luce ya francamente divertida, y cada vez aplaude más recio.
Los niños se arraciman al pie del modesto escenario, agarrando confianza, y no poco disfrute les provoca escuchar meneadas canciones "mestizas" en francés y portuñol.
Así como pasa ligero de una rola a otra, por último Manu Chao pasa a despedirse: "Fue un honor tocar aquí. Esperamos volver algún día, y mejor que sea rapidito". Los gigantes de Radio Bemba hacen una caravana al pueblo de Polhó, y la gente recibe el homenaje con otro aplauso.
Lejos quedó el mal rato que les hizo pasar el personal de Migración a los músicos, ayer, en Comitán.
Detenido por un agente aduanal, Manu y sus compañeros fueron "entregados" a unos insolentes agentes del Instituto Nacional de Migración (INM), quienes desde su retén en el entronque a Villa de las Rosas los condujeron por la fuerza a un corralón de la Policía Federal Preventiva, en el otro extremo de Comitán, y los encerraron bajo candado durante hora y media para "interrogarlos" amenazadoramente, y sin dejar de insultarlos, a pesar de que los detenidos llevaban su documentación migratoria en regla y no habían cometido ningún delito, salvo transitar por la carretera Panamericana en pleno día. Vaya delito.
Y más agresivos se pusieron los de la migra cuando los periodistas que acompañaban a la banda empezaron a tomar fotos del atropello. El jefe de los agentes, fuera de sí, gritó que los iba a meter a la cárcel "a todos". Finalmente, como no le quedaba más remedio, los dejó ir.
En Chiapas así trata todavía Migración a las visitas, como para darles la razón a los autónomos de Polhó, quienes hoy declararían que "no ven la diferencia con el cambio de gobierno".
No obstante, Manu Chau y su banda terminaron tan contentos su tocada de hoy que el previo incidente migratorio se volvió chiquito, enano, indigno de mayores comentarios.
"Mira qué montañas", prefirió celebrar Manu Chao las cordilleras de Chenalhó. "Por momentos, me recuerdan a Galicia", comentó sonriendo.
Dejando la globalidad atrás, él lleva la aldea de lo particular a todas partes.
Hermann Bellinghausen, La Jornada
Nueva Radio,
7 diciembre´00
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La Haine
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