Hay tres sucesos acontecidos a lo largo del pasado mes de marzo que han dejado una profunda huella entre los que realizamos esta revista y que nos gustaría compartir con vosotros. En primer lugar la tormenta (des)informativa desatada a raíz de la muerte de dos chavales que habían asistido a una macro fiesta en Málaga. En segundo lugar la masiva manifestación que bajo el lema Otro mundo es posible tuvo lugar en Barcelona y que estaba compuesta principalmente por jóvenes de lo más variopinto. Y en tercer lugar, el ataque fascista sufrido por el grupo Orujo de Brujas el pasado día quince en una sala de conciertos de Burriana (Castellón). A priori, dichos sucesos no tienen nada que ver entre si pero si rascamos un poco, vemos que tienen varios puntos en común: todos tienen a gente joven como protagonista; en todos ellos la música estaba presente (la manifestación de Barcelona finalizó con un macroconcierto en el que Manu Chao y Morente eran los protagonistas) y los tres han recibido una muy distinta cobertura mediática. Mientras que el suceso supuestamente relacionado con la ingestión de éxtasis recibía un trato masivo y sensacionalista dirigido a crear una auténtica alarma social que provocaba el desasosiego de padres y consumidores desinformados; la multitudinaria, festiva y esperanzadora expresión de voluntad de más de trescientas mil personas en Barcelona, era ninguneada por un sector de la prensa, intentando desviar la atención del público sobre las escaramuzas finales para criminalizar un movimiento ciudadano espontáneo y mayoritariamente pacífico. Y por último, tenemos un tercer suceso que apenas ha contado con repercusión en los medios de comunicación porque no se produjo ninguna víctima y los seis heridos más los numerables destrozos provocados no son, por lo que parece, suficiente noticia. En un caso a la prensa se le fue la mano, en otro instrumentalizó la noticia y el último a duras penas ha existido. Lejos de poner el dedo en la llaga, prefieren seguir creando un mundo irreal de letra impresa. O es que nadie se pregunta ¿Por qué las administraciones han medido siempre con distinto rasero las actividades relacionadas con la música en directo con respecto a las grandes macro discotecas alejadas de los centros urbanos? o ¿Por qué ese repentino empeño en limpiar nuestras ciudades con la famosa ley del botellón?, si molestamos en el casco urbano, lo mejor es hacinarnos en una disco bacalaera donde ni se nos ve, ni se nos oye y así se acabó el problema. Lástima que tengan que morirse dos chicos para ver cómo se quitan todos el disfraz de cordero, como si no lo supieran. Más información y menos vendas. Mondosonoro nº 84, Abril 2002 |