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País Vasco.- Era muy esperada la visita de Sepultura, imprescindible bastión del metal internacional, aunque, al menos a priori, venido a menos tras la marcha de Max Calavera. Los aficionados no sabían qué iban a encontrar en Anoeta. Y encontraron una grata sorpresa. Sepultura ruge, y mucho.
Lo que se presentaba como un cúmulo de incógnitas sobre la entrega, el sonido, el nuevo front-man y la capacidad compositiva de Sepultura sin Max Calavera se resolvió en una única dirección: una grata sorpresa, Sepultura ruge, y mucho, sin Max. Los que pensábamos que, con la marcha de líder y guitarrista, Sepultura había perdido su esencia y amenazaba con difuminarse nos dimos contra un muro sónico en el polideportivo de Anoeta que encandiló a un público entregado de antemano.
Los para la mayoría desconocidos Hatebreed abrieron fuego con mucho nivel. Desplegaron aún con la odiosa luz del día presente su furioso hard-core sembrado de tiempos medios con recortados y pesados riffs, y encontraron una buena respuesta del público.
Con unas primeras filas enloquecidas y un polideportivo que se iba llenando sin pausa, Hatebreed cumplieron con caña y entrega su misión de teloneros, avisando continuamente por los micros que Sepultura esperaba en los camerinos.
Camiseta de la Real
Los brasileños no se hicieron esperar. Con el público en el bolsillo antes de pisar el escenario, la aparición del gigantón Derrick con la camiseta de la Real e ikurrina en alto desató la euforia. Fueron recibidos como los monstruos que son, y respondieron con un set-list hecho para el disfrute del público.
El arranque con temas antiguos, como "Slave New World", puso en marcha al respetable, a pesar del defectuoso sonido inicial. Superado el defecto de ecualización el sonido en general no brilló por su nitidez pero tampoco fue para tirarse de los pelos, como en su anterior visita a Bilbo, Sepultura se erigieron como unos furiosos dioses paganos sobre las tablas. Mezclaron con maestría temas muy antiguos, como "Beneath the Remains" (mezclada con "Innerself") o "Arise" (fusionada a su vez con "Dead Embrionyc Cells"), con sus composiciones más recientes, de los discos "Against" y "Nation".
Los temas de estos últimos, de la época post-Max, tuvieron su justo protagonismo: el concierto no fue ni una presentación del reciente "Nation" ni un fácil camuflaje en triunfos pasados.
El resultado dejó, sin duda, un buen sabor de boca generalizado. La única posible crítica: la pérdida de caña al contar sólo con una guitarra en la mayoría de los temas. Derrick tocó poco, pero cantó bien, y realmente ha sacado adelante la difícil papeleta de sustituir a un mito como Max. La falta de la segunda guitarra se echó sobre todo en falta con "Propaganda", uno de sus mejores temas, que sonó un poco cojo.
La traca final fue de infarto. Con el apoyo de una segunda guitarra a cargo de un componente de Hatebreed, descargaron el colosal principio de su obra maestra "Chaos A.D.". "Refuse/Ressist" sonó brutal, encendiendo a la peña, que terminó enloqueciendo cuando ésta dio paso al inicio de batería de "Territory". Este arranque no fue sino el colofón a la impresionante actuación de Igor Cavalera a la batería. De todos es conocida la maestría de Igor a las baquetas, y el domingo volvió a demostrar que es el jefe de la contundencia, la rapidez y los ramalazos tribales.
Final apoteósico
Tras un amago de final, volvieron con una intro tamborrera sin abusar y descargaron una última traca, rematada con "Roots", para delirio del respetable.
Lo dicho, la descarga de Sepultura fue una grata sorpresa. Antes de entrar al recinto, yo era de los que pensaban que, con la marcha de Max, Sepultura había quedado herida de muerte. Todo lo contrario. Ahora sé que quien abandonó la banda se llevó la peor parte. Me pesa decirlo, porque Max es un gran compositor, pero no debió dejar Sepultura.
Ignacio Oscoz
Gara
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