Acabar con el dolor

x Editorial Gara - 25 septiembre 2002

En las últimas horas los componentes más dolorosos del conflicto que se vive en Euskal Herria han vuelto a expresarse con toda su violencia. A última hora de la noche del lunes dos jóvenes vascos ­Hodei Galarraga y un acompañante aún no identificado­, supuestamente militantes de ETA, morían víctimas del explosivo que portaban.

Al mediodía de ayer una patrulla de la Guardia Civil era objeto de un atentado, falleciendo un cabo del citado cuerpo, mientras el sargento-comandante del Cuartel de Leitza se encuentra en estado grave. Esta secuencia temporal llevó al consejero del Interior del Gobierno de Lakua a contradecir su propia afirmación de que «ETA atenta cuando puede» y apuntar que el atentado contra la Guardia Civil era «una respuesta» a la explosión de Basurto, otorgando así a la organización armada la capacidad logística de preparar una acción de estas características en apenas doce horas. Javier Balza volvía a ofrecer la interpretación interesada de atribuir las actuaciones de ETA a elementos coyunturales, lo que en nada contribuye al análisis certero de los hechos y, por consiguiente, tampoco a la búsqueda de las soluciones adecuadas. Lo objetivo es que ETA emplea la lucha armada en pos de unos fines que ha expresado públicamente en numerosas ocasiones y que concreta en la demanda de que el pueblo vasco sea el único dueño de su futuro. Así lo viene haciendo desde hace más de tres décadas.

El presidente del Gobierno español, José María Aznar, insistió ayer en que el único futuro que espera a los militantes de ETA es la prisión o la muerte. Así viene siendo para muchos de ellos desde hace también más de tres décadas y ése parece ser ya un riesgo asumido por aquellos que deciden ingresar en la organización armada. Lo que debiera preguntarse Aznar, lo que debieran cuestionarse Balza e Ibarretxe es ¿por qué sabiendo la difícil existencia que les espera, habiendo vivido en un entorno en el que una mayoría social disfruta de cierto bienestar económico y a pesar del desarrollo político de la descentralización autonómica, todavía hay vascas y vascos que toman la determinación de matar y morir por su pueblo, al tiempo que un importante sector de esa población se niega a llamarles asesinos? La respuesta aparece en el Acuerdo de Lizarra-Garazi y también allí se traza el camino para acabar con el dolor transformando el conflicto violento en una confrontación planteada en términos estrictamente democráticos. Recorriendo esa vía se llegaría a una situación en la que todos, salvo quienes quieren mantener su imposición, saldríamos ganando.

Movilizaciones en señal de duelo por los 2 ciudadanos vascos fallecidos, al parecer miembros de ETA
x Gara

Durante el día de ayer se sucedieron las muestras de dolor por la muerte de dos ciudadanos vascos en Basurto cuando hizo explosión el vehículo en el que viajaban. En Zaldibia, localidad natal de Hodei Galarraga, alrededor de 300 personas participaron en una asamblea informativa que convocó para hoy una huelga general en el municipio. Asimismo, decidieron que el traslado del cuerpo de Galarraga desde el Instituto Anatómico Forense de Bilbo hasta Zaldibia esté acompañado por una caravana de coches. Además, durante el transcurso del viaje se le rendirá el último adiós a las entradas de Eibar, Bergara, Zumarraga y Zaldibia.

Posteriormente, realizaron una manifestación por las calles del municipio, que estaba encabezada por una ikurriña con crespón negro.

En Durango también se realizó una manifestación a la que asistieron 300 personas, que denunciaron lo ocurrido en Basurto y pidieron una solución democrática. Señalaron que agentes de la Ertzaintza vigilaron la marcha y que a su término quitaron ikurriñas con crespón negro.

En Orereta 250 vecinos participaron en una asamblea seguida por una manifestación, y otros 200 se movilizaron en Ondarroa. En Arrasate, Oiartzun y Barakaldo también se realizaron sendas manifestaciones que contaron con la presencia de 175, 80 y 60 personas respectivamente. En Azpeitia 60 vecinos cortaron la carretera durante diez minutos. En Larrabetzu 50 personas realizaron una concentración y en Eibar otras 30, a quienes identificó la Ertzaintza, hicieron lo mismo.

Cantar
x Martin Garitano

Dos jóvenes vascos, al parecer dos voluntarios de ETA, han muerto en Basurto al explotar una carga de dinamita que transportaban. A los voluntarios de ETA, antes, unos les llamaban gudaris y otros terroristas. Unos lloraban su muerte y otros aplaudían de felicidad por su desaparición, así fuera por accidente o a manos de la Policía.

Antes, cuando algo de esto sucedía, se multiplicaban los llamamientos a la serenidad y al diálogo, para que nada así volviera a pasar. Los unos porque sólo veían en el diálogo y la negociación el camino a la resolución de un conflicto que dura ya demasiados años y ha costado demasiados sacrificios; otros porque deploraban la violencia, viniera de donde viniera, decían. Y algunos otros porque, aun sintiéndose en el bando de los que no lloraban aquel día, eran conscientes de que la noria del dolor gira sin cesar.

Antes, los amigos de los fallecidos escribían poemas desgarrados, llenos de tristeza, épica y ánimo. Se sucedían los homenajes y, según los casos, las corporaciones municipales honraban su memoria. Igual que con los otros hacían los suyos. Antes, cada cual tenía derecho a honrar a sus muertos.

Ahora las cosas han cambiado. Las leyes españolas no permitirán homenajes a estos dos últimos muertos. Nadie podrá escribir una glosa por ellos ni cantar un himno ante su féretro. Tal vez prohíban cubrirlos con ikurriñas y quien piense en voz alta que lo que hicieron, lo hicieron empujados por el idealismo, pagará prisión.

Las leyes españolas de hoy dictan silencio sobre los muertos. Sobre los de ETA. Y sobre el silencio impuesto se oyen los aplausos de los que antes aplaudían y se escuchan las manifestaciones de alegría de los que antes se alegraban.

Pero, aunque a primera vista lo parezca, las cosas tampoco han cambiado tanto. También hemos conocido tiempos en los que no se permitía honrar a los muertos. La Policía cargó contra los asistentes al funeral por Txabi Etxebarrieta en San Anton, pero alguien le hizo una canción. Xabier anaia hil dute, ¿recuerdan?

Y a Iharra, que lo abatieron en Urdax, tampoco se le pudo homenajear en Deustua, pero Telesforo inmortalizó su memoria en una canción. Josetxo ezpaina gorri eta begiak urdin. Aún se canta.

Y a Txikia lo esposaron después de muerto. Tampoco hubo homenaje en Itsasondo, pero una canción proclama el orgullo del mar Cantábrico por su hijo. Harro hadi, Kantauri itsasoa. Es tiempo de cantar.

 
         
   
 

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