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El contexto de la represión
x Iñaki Gil de San Vicente
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La mejor forma de entender el actual endurecimiento
represivo no es otra que analizar el contexto español, la evolución
de sus problemas estructurales, las respuestas posibles de su clase
dominante y, por no extendernos, el lugar que ocupa Euskal Herria en
semejante situación. Desde esta perspectiva podemos ver, como
mínimo, cinco razones. La primera y obvia, decisiva, es la propia
fuerza de la izquierda abertzale y la evolución vasca en general,
en la que no me voy a extender. La segunda es la necesidad del PP de
salir como sea del agujero en el que se encuentra. La insoportable cadena
de indiferencias, incompetencias y errores, ampliada y reforzada por
la maraña de mentiras e intentos de despiste y manipulación,
todo esto y más cuestiones que resulta prolijo exponer, ha llevado
al PP a buscar la salida fácil y directa, la de ocultar la realidad
patética debajo de la alfombra de la «culpa de los vascos».
Sin embargo, esta razón cierta es limitada porque deja sin respuesta
preguntas decisivas como, por ejemplo, ¿cuáles son las
causas sociales de la incapacidad estructural de respuesta del Estado,
además de la propia indolencia y vagancia del PP? La respuesta
nos lleva a una de las crisis históricas del capitalismo español.
La catástrofe del Prestige, tercera razón, expresa, junto
a la irracional política energética capitalista, también,
con respecto al Estado español, lo atrasado de su burocracia
y de su capacidad de respuesta a los problemas de fondo. Recordemos
la larga lista de fra- casos y ridículos cometidos desde que
el PSOE quiso impresionar al mundo preparando los eventos del 92. Desde
entonces, como el famoso rosario de la Macarena, los desastres se suceden
uno tras otros, demostrando la profunda impotencia planificadora de
una burocracia estatal minada por el amiguismo, nepotismo, favoritismo,
corrupción generalizada y hasta simonía. Pero dicha incapacidad
nos remite obligatoriamente a la evolución del capitalismo español,
que por razones históricas de retraso, de miedo de su burguesía
a parar los pies a las oscuras fuerzas tardofeudales, católicas
y terratenientes, etc., nunca ha pretendido ni deseado limpiar sus podridas
burocracias. Más todavía, con el PP vuelve lo peor del
pasado, la obsesión de todo tirano por ocultar hasta las cuentas,
las cifras, los resultados, las estadísticas. En abril de 2000
se demostró que se había debilitado tanto el rigor estadístico
en tres áreas como ocupación y empleo, sector exterior
y déficit del sector público, que se debía hablar
de «estadísticas sin valor de diagnóstico».
Después, hasta el pusilánime PSOE tuvo que criticar en
julio de 2002 que los Presupuestos Generales estaban falsificados, que
ocultaban un déficit de 1.500 millones de euros, correspondiente
al 2,5% del PIB, y que 8.442 millones de euros no aparecen ni en el
déficit de caja ni en la contabilidad estatal. La ocultación
es tan descarada y cínica que recientemente se ha generalizado
la expresión «apagón estadístico»,
con especial oscuridad en ministerios decisivos como Hacienda, Economía,
Trabajo, Fomento y otros.
Tanta manipulación descarada y hasta soez, por su prepotencia,
va encaminada a ocultar la realidad social, con lo que entramos en la
cuarta razón. Desde 1998 el capitalismo español ha perdido
dos puntos de cuota de mercado en las exportaciones mundiales. La productividad
del factor trabajo, a finales de este 2002, supone solamente el 65%
de la de los EEUU y el 94% de la UE. Y sigue retrocediendo. Una de las
razones que explican esta quiebra interna es, además de otras
que no podemos exponer, la incultura y analfabetismo funcional de la
fuerza de trabajo de un Estado del que solamente el 18% de sus adultos
van a las bibliotecas, mientras que en Gran Bretaña es el 60%.
Por otra parte, son tan abundantes los datos sobre la desidia española
en la inversión en I+D que solamente pongo como ejemplo que Chequia
y Eslovenia invierten en ella más que el Estado español.
Recientemente, la OCDE ha mostrado que el presupuesto en educación
ha retrocedido del 4,7% del PIB de 1995 al 4,4% del de 1999, sin tener
en cuenta el propio aumento del PIB en esos años de expansión
económica. También es sabida la estrecha relación
entre educación, cualificación de la fuerza de trabajo,
I+D y productividad. Pues bien, el Estado español va, junto con
Portugal e Italia, en los puestos de cabeza en fracaso escolar y en
los de cola en los de I+D.
Esta es una de las causas estructurales que explican la secundariedad
del capitalismo español y sus crecientes miedos ante la expansión
al Este de la UE. En estas condiciones, a finales de este año
sólo veía con optimismo el futuro económico el
12,2% de la población del Estado, cuando en 2001 eran optimistas
el 14,6%. Este retroceso espectacular en una cifra ya en sí reveladora,
por su pequeñez, es demoledor. No nos debe extrañar esta
situación porque, en este solsticio de invierno, el 53% de las
fami- lias del Estado pasan dificultades económicas para llegar
a fin de mes, un 1,2% más que en 2001, mientras que solamente
el 36,7% pueden ahorrar algo a final de mes, un 1,9% menos que en 2001.
Situación que empeora indefectiblemente por la precarización,
la flexibilidad, etcétera. ¿Cómo puede mejorar
el optimismo social si el 62% del empleo creado entre 1995 y 2001 es
de baja calidad? Según un informe de casi 200 economistas de
octubre del 2002, «en los últimos dos años, España
ha recortado su ritmo de crecimiento en casi el 50%, la tasa de crecimiento
del consumo privado ha disminuido en más de dos puntos, la inversión
en bienes de equipo y las exportaciones se sitúan en tasas negativas,
el paro se ha incrementado y la inflación crece ya el doble que
el PIB».
Una forma de paliar la crisis es aumentar la explotación nacional
y el centralismo opresor, quinta razón. La burguesía española
quiere hacer de Madrid la capital de su nuevo imperio. En una década,
de 1991 a 2001, la concentración de sedes empresariales en Madrid
ha aumentado del 82,4% al 90,2%. La crisis actual endurece esta expoliación
de la periferia no española por el centro español. También
le presiona en este sentido la debilidad del sentimiento españolista
en el Estado: solamente el 14% de la juventud se identifica con España
a mitades del 2002. Hay un ejemplo aplastante de la debilidad del españolismo:
en 2001 solamente se logró cubrir con plazas «españolas»
el 40% de las necesidades de un ejército voluntario. En noviembre
de 2002 se ha sabido que se han disuelto dos de las doce brigadas por
falta de tropa. Pese a todos los esfuerzos propagandísticos de
UCD, PSOE y PP, pese a estas dos décadas, la derecha española
reconoce públicamente que el sentimiento españolista es
muy pequeño. Que se lo pregunten a Jiménez de Parga y
a tantos otros.
En este contexto, el PP no puede permitirse la menor debilidad con
los vascos y menos todavía con la izquierda independentista y
socialista. Euskal Herria es el eslabón débil de la cadena
imperialista interna, del conjunto de mecanismos de opresión
nacional, de sexo y de clase que garantizan a la burguesía española
una vital sobreganancia que momentos de crisis interna y pérdida
de vitales posiciones externas, en un mercado europeo y mundial cada
vez más alejado y competitivo. La represión busca, uno
y sobre todo, aplastar a los vascos; dos, distraer y engañar
a los españoles; tres, atemorizar a las otras naciones trabajadoras
oprimidas y a su propia clase obrera, explotándolas más
si cabe; cuatro, aumentar así sus beneficios internos para no
perder posiciones internacionales y, cinco, intentar fortalecer el nacionalismo
imperialista español.
Gara - 04/01/03
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