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Cuatro tesis urgentes sobre Florencia
x Iñaki Gil de San Vicente
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La razón por la que escribo estas tesis
con carácter de urgencia no es otra que la necesidad que tenemos
los revolucionarios de combatir la estrategia reformista destinada a
abortar y/o revertir, volverla hacia atrás, la oleada de luchas
iniciada en los años ’90. Estamos sufriendo una autentica
campaña destinada a impedir que esta fase de luchas avance hacia
la izquierda y se concrete en alternativas revolucionarias a escala
planetaria. Actualmente, cuando decenas de miles de jóvenes y
cientos de colectivos radicales acceden casi al instante mediante Internet
a las noticias, informaciones, versiones y falsedades más recientes
sobre lo que est sucediendo, en estos momentos, es necesario no perder
tiempo en adelantar las tesis básicas revolucionarias destinadas
a criticar y desautorizar la bazofia reformista.
Siempre ha sido así, siempre ha sido urgente para los movimientos
revolucionarios ofrecer razones sobre lo que está sucediendo
justo en el momento en el que la gente se pregunta, se interroga, muestra
su deseo de formarse un pensamiento propio, crítico. La psicología
humana se caracteriza por su necesidad de tener siempre a disposición
siquiera una hipótesis mala y equivocada --religiones y otras
respuestas idealistas-- sobre los problemas que le atribulan, a no tener
ninguna respuesta, al nihilismo. Dicha necesidad se agudiza en los momentos
de crisis e incertidumbre, cuando se siente la necesidad de intervenir
pero no se dispone de una teoría sobre el problema. Si en esos
momentos, las personas, los colectivos humanos, no construyen una visión
adecuada inevitablemente tienden hacia una errónea y/o falsa.
Y entonces aparecen o se refuerzan los cantos de sirena del reformismo,
que llenan el vacío interpretativo y desvían la acción
humana hacia los intereses del poder dominante.
Bien es verdad que las izquierdas fueron conscientes de esta urgencia,
e incluso podemos retroceder mucho en el tiempo encontrando siempre
ejemplos de sistemas alternativos al poder entonces dominante que buscaban,
en las condiciones de su época, ofrecer respuestas inmediatas
a las preguntas sociales. Sin embargo, aunque es cierto esto, la ventaja
la tiene la clase dominante por razones que todos comprendemos. Actualmente
sucede otro tanto. Como explicaré, una de las lecciones que se
extraen de Florencia, de los cientos de miles de participantes, es la
de la necesidad de contrarrestar lo más intensa y extensamente
las maniobras diversionistas de la socialdemocracia y de otros reformismos
menores pero camuflados tras su demagogia izquierdista. El capitalismo
ha llevado al extremo su capacidad alienadora y de creación de
falsas expectativas individuales mediante un sistema de control flexible
y ágil del pensamiento social, más efectivo y dañino
que el tópico reformista del “pensamiento único”;
por tanto, en este capitalismo, las izquierdas debemos aumentar nuestra
rapidez y profundidad de crítica para contrarrestar la rapidez
de la producción de ideología burguesa. Conforme se agudizan
y aceleran las contradicciones de todo tipo, se deben acelerar las críticas
revolucionaras, aumentando su contenido teórico y político
pero intentando no perder tiempo en las cuestiones cruciales en la medida
en que ya sean conocidas y estén confirmadas por el proceso histórico.
Quiere esto decir que más adelante se debe redondear ese adelanto
central y básico para mostrar todas las implicaciones prácticas
de la denuncia teórica. Como provocación al debate, propongo
el texto “Aproximación sintética a la nueva oleada
de luchas en el centro capitalista”, de septiembre de 1999, disponible
en la Basque Red Net.
Tesis Primera.
Los cientos de miles de asistentes al Foro Social Europeo de Florencia
confirman los aspectos positivos pero también los negativos de
la oleada ascendente de luchas que se inició en la década
de los ’90. La oleada comenzó poco antes o poco después
según la perspectiva de los diversos movimientos participantes
en las luchas. Los motines por y contra el hambre, la sobrexplotación
y contra el racismo que aparecieron en 1992 en Argentina, EEUU y otros
países; la sublevación zapatista y la solidaridad que
originó; las luchas sociolaborales de invierno de 1995 en el
Estado francés, como exponente de otras luchas europeas posteriores;
las luchas obreras en Corea del Sur y otros muchos países; la
serie continuada de reuniones y convenciones internacionales sobre la
mujer, el hambre, la salud, el medioambiente que se han celebrado sobre
todo respondiendo a las crecientes presiones sociales, y, para no extendernos,
los sucesivos foros mundiales y regionales habidos en esta década,
todo este proceso es una de las varias formas mediante las que el Trabajo,
la fuerza de trabajo de la humanidad explotada, se enfrenta y lucha
cal Capital, al capitalismo. Pero lo que palpita en el fondo de esta
dinámica es el empeoramiento de las contradicciones sociales
como efecto de las ciegas necesidades de la acumulación ampliada
capitalista.
Pues bien, la Primera Tesis afirma que, salvando todas las distancias,
podemos extraer tres grandes similitudes que nos permiten entenderlas
como lecciones válidas de la oleada, fase u honda de luchas que
el Trabajo sostuvo contra el Capital desde mediados de la década
de los años ’60 se prolonga, según los países,
hasta comienzos de los ’80. Una, como entonces, ahora asistimos
al desbordamiento por la izquierda de las organizaciones políticas,
sindicales, sociales, populares, etc., establecidas y burocráticas.
Entonces, las fuerzas políticas vieron cómo los estudiantes,
los movimientos sociales, el feminismo, la intelectualidad y sobre todo
el movimiento obrero, experimentaban nuevas formas de protesta, lucha
y autoorganización. Dos, como ahora, especial importancia tuvieron
entonces los jóvenes, que aportaban una crítica novedosa
y siempre incomprensible para la vieja burocracia, después los
militantes defraudados y desengañados por el imparable reformismo
de sus organizaciones, así como sujetos colectivos e individuales
que no habían participado apenas en política, de modo
que se formó una amplia masa social opositora al sistema. Tres,
como entonces, ahora también asistimos a un esfuerzo desmovilizador
por parte del reformismo y de la clase dominante, esfuerzo que no escatima
ninguna táctica y mucho menos, las represivas, atacando especialmente
a las formas más activas y conscientes de lucha para impedir
que se generalice su ejemplo. Y cuatro, como ahora en el plano parlamentario
en el que vemos las victorias electorales de algunas derechas europeas
y yankis, entonces la desmovilización impuesta por el reformismo
y la represión burguesa lograron conducir a un callejón
sin salida a bastantes luchas, agotar a otras y aislar y derrotar a
las sobrevivientes. Sin embargo, hay que decir que pese a la extrema
dureza de la contraofensiva capitalista internacional, esta no logró
el objetivo estratégico y ultimo deseado, que no era otro que
aplastar definitivamente al Trabajo durante un largo periodo de tiempo,
pero esta es otra cuestión en la que no podemos extendernos ahora.
Desde luego que existen novedades con respecto a la fase anterior,
novedades que son fundamentales para comprender qué está
sucediendo en la actualidad, su importancia y, sobre todo, qué
y cómo debemos intervenir. Por un lado, el ataque burgués
a las condiciones de vida y trabajo se realizan ahora dentro de la UE
y en un contexto de mundializacción capitalista muy superior,
lo que unido al desarrollo de las nuevas comunicaciones, explica la
rápida mundializacción de la actual oleada de luchas,
comparada con la anterior. Por otro lado, actualmente no existe la ya
entonces vetusta y decadente, pero aun atrayente para bastantes sectores,
imagen de la URSS, de modo que ahora, a los diez años de su desaparición,
la nueva oleada de luchas tiene que enfrentarse al capitalismo ella
sola, pero con el bagaje de las lecciones extraídas del derrumbe
de la burocracia ex-soviética. Además, la crisis mundial
en su sentido pleno, es decir, el hecho de que el capitalismo está
multiplicando exponencialmente el sufrimiento humano y llevando al planeta
al borde de la catástrofe ecológica irreversible, esta
crisis es una realidad entonces no imaginada ni prevista sino solamente
por muy pequeñas minorías. Por último, el prodigioso
desarrollo de la tecnociencia burguesa, vitalmente unida a las fuerzas
militares imperialistas, esta degeneración monstruosa de la capacidad
creativa y critica del pensamiento humano, supeditada definitivamente
al Capital, ha planteado cruda y radicalmente la urgencia de un sistema
científico-crítico cualitativamente superior al burgués.
Estas novedades aquí resumidas en lo esencial, plantean reflexiones
y necesidades que estaban muy poco o nada desarrolladas en la oleada
anterior; pero en modo alguno niegan la continuidad del capitalismo,
supuestamente transformado según los ideólogos burgueses
en una sociedad “nueva”, en una “nueva economía”.
Al contrario, queda meridianamente claro que el modo de producción
capitalista está más podrido que nunca antes, y que, como
veremos en la Tesis Cuarta, ahora ya hay que profundizar y ampliar la
consigna de Socialismo o Barbarie por la de Comunismo o Caos.
Tesis Segunda.
La oleada actual tiene potencialidades considerables pero a la vez
se enfrenta a dificultades enormes. Ambas, las buenas y las malas, surgen
de la dialéctica entre lo viejo, lo nuevo y lo permanente del
capitalismo en cuanto modo de producción, dialéctica brevemente
expuesta en la Tesis Primera. Téngase en cuenta que hablamos
de potencialidades, es decir, de fuerzas positivas que pueden desarrollarse
más todavía pero que aún no lo han hecho, de manera
que sus tendencias internas pueden ser abortadas, mientras que las dificultades,
además de aparecer ya macizamente expuestas, también pueden
multiplicarse creadas por los sistemas represivos de la clase dominante.
Las potencialidades consisten en que, primero, ahora está más
cuestionado que hace una década la lógica mercantil del
capitalismo. Ahora, tras diez años de mercantilismo financiero
devastador, la consciencia crítica de que no se puede seguir
por esa vía es mayor que antes, y recordemos que si algo define
al capitalismo es que es el sistema de producción generalizada
de mercancías. Segundo, esta critica se sustenta además
de en el empeoramiento social europeo, también y sobre todo en
la creciente consciencia de que existe una unidad mundial del deterioro,
comprendiendo que la crisis sudamericana es inseparable en última
instancia de la crisis asiática, del caos africano, de la pobreza
estadounidense, etcétera. Tercero, esta consciencia se sustenta
en un conocimiento cada vez más riguroso del papel criminal del
FMI, BM, OMC-AMI, de la pasividad de la ONU y, por no extendernos, del
intervencionismo creciente de los Estados imperialistas. Cuarto, esto
impulsa un internacionalismo diferente al de la oleada anterior que
surge de las exigencias impuestas por la mundialización imperialista
de modo que incluso el sindicalismo amarillo y reformista se ve presionado
para responder a estas necesidades. Quinto, los cambios analizados presionan
al “viejo” movimiento obrero para que tantee “nuevas”
formas de acción y sindicalismo, y presiona también al
precariado y pobretariado para que se autoorganice en respuesta a la
intensificación, extensión y generalización de
la explotación. Y sexto, la intensificación de la plusvalía
relativa y el aumento de la plusvalía absoluta impulsan la critica
radical de la alienación generalizada.
Las dificultades consisten en que, uno, todavía no se ha desarrollado
una síntesis integradora en la práctica cotidiana de estas
criticas parciales, aunque en lo teórico esa síntesis
es el marxismo. Este retraso es aprovechado por el sistema para introducir
toda serie de intoxicaciones ideológicas y de falsas respuestas,
como es el debate tramposo de la “globalización”
como algo diferente y mejor que el capitalismo realmente existente;
también, la necesidad burguesa de acumulación exige la
mercantilización generalizada, como hemos visto, lo que impulsa
el desarrollo de ofertas “radicales” en el mercado de consumo
de modas ideológicas, de manera que esos sectores menos concienciados
pueden ser absorbidos e integrados aunque mantengan la apariencia “radical”.
Dos, la misma crisis capitalista permite a la burguesía manipular
y azuzar el miedo a la libertad, la dependencia psicológica,
los componentes autoritarios de la estructura psíquica de masas,
el racismo, el machismo sexista, etc., para aumentar su fuerza electoral.
De este modo, socialmente parece que la mayoría es derechista
cuando el problema es más complejo y diversificado. Tres, la
manipulación reformista dentro de la nueva oleada de luchas aumenta
el impacto dentro de los sectores menos conscientes de y en la nueva
oleada de la sobrevalorada imagen de la fuerza electoral de la burguesía,
de modo que aumentan las posibilidades de desmoralización. Cuatro,
por el lado contrario, se puede caer en la sobrevaloración de
la fuerza actual de esta oleada, creyendo que las demostraciones de
masas en Florencia y en otros Foros y eventos son fieles o muy aproximados
reflejos del malestar social, aunque todavía no es así.
Y cinco, cuando la burguesía endurezca su control y su represión,
este error de sobrevaloración de las propias fuerzas multiplicará
el efecto desmoralizador de la represión sobre quienes se creían
a punto de tocar el cielo y, de pronto, vieron que no tenían
los pies en el suelo.
Como vemos, la pugna entre las potencialidades y las dificultades nos
remite al papel clave de las organizaciones revolucionarias dentro de
ese amplio sector social con diversos grados de conciencia crítica
en su interior. Pero las organizaciones deben, además, ser conscientes
de que la efectividad de su intervención no depende solo de ellas
mismas, de su voluntad y de su acierto teórico-político,
sino también de su cada vez más necesaria coordinación
y cooperación, en la medida de lo posible. Contra un mundo unificado
por la agresión imperialista, la coordinación de las izquierdas
aparece como una necesidad lógica en si misma. No podemos hacer
un repaso histórico de cómo, a grandes rasgos, a cada
nueva fase de la expansión de la mundialización capitalista
se ha intentado responder con correspondientes niveles de cooperación
internacionalista de las izquierdas, con sus errores, limitaciones y
aciertos. Actualmente, esta tendencia se refuerza día a día,
como se demostró en Florencia. Pero no podemos olvidar que la
burguesía tiene a su vez las contratendencias adecuadas. Nos
referimos, por un lado, a la potenciación del racismo y del chauvinismo,
del eurocentrismo y del nacionalismo imperialista. Por otro lado, al
desarrollo de una centralidad imperialista del control y de la represión,
de modo que, en las cuestiones decisivas para la defensa de la propiedad
privada de las fuerzas productivas, las diferentes burguesías
posponen sus intereses particulares y sus contradicciones secundarias
en aras de lograr un verdadero “internacionalismo imperialista”
del Capital contra el Trabajo. En realidad, ambos factores nos remiten
a las contradicciones inherentes a la unidad esencial de la producción
de valor a escala mundial, con sus inevitables tensiones y diferencias
interburguesas. La forma actual de resolver estas diferencias para facilitar
la producción de valor es multiplicar la explotación nacional,
internacional y sexual del Trabajo y el expolio del planeta, y la negociación
y el chantaje mutuo permanente entre los tres bloques imperialistas.
No es casualidad, ni mucho menos, que sea precisamente contra las reuniones
en las que la burguesía imperialista precede a sancionar sus
acuerdos internos, cuando y en donde más se movilizan las izquierdas
actuales.
Tesis Tercera.
La tendencia a la mundialización internacionalista y solidaria
de la actual fase de luchas responde al impacto concienciador de, primero,
la propia mundialización del imperialismo, con su generalización
incontenible del sufrimiento, el dolor y la tragedia humana. Las nuevas
tecnologías de la comunicación, pese al control burgués
sobre ellas por cuanto son simples industrias político-mediáticas,
no pueden impedir totalmente que de un modo u otro se conozcan más
temprano que tarde los efectos de las atrocidades del Capital, lo que
siempre termina impactando en sectores sociales no demasiado alienados.
Segundo, el hecho de que la fundamental oposición al capitalismo
surja, por ahora, de los pueblos trabajadores de las naciones oprimidas,
esta resistencia sostenida durante décadas, actúa como
un poderoso reclamo para los sectores occidentales en proceso de desalienación
y concienciación radical. Tercero, la ferocidad implacable del
capitalismo contra estos pueblos, acrecentada en la última década
mediante la amenaza y agresión militar, asfixia económica,
científica y comercial, este endurecimiento tiende a reforzar
esta dinámica concienciadora, y cuarto, también dentro
mismo de la UE y de los EEUU resurgen las movilizaciones de las naciones,
pueblos, etnias y culturas oprimidas o excluidas de los centros de poder.
La razón última del salvajismo imperialista contra los
pueblos hay que buscarla en las crecientes dificultades del capitalismo
para asegurar un aumento prolongado e intenso de su tasa de beneficio.
La explotación de las clases trabajadoras en el propio centro
del sistema, en el llamado Primer mundo, no le permite a la burguesía
aumentar la suficiente acumulación, y los costos ecológicos
y medioambientales son cada vez mayores, por esta doble dificultad el
imperialismo ha de masificar la explotación de los pueblos del
Tercer y Cuarto mundos, y también del Segundo. Históricamente,
el expolio exterior ha sido una constante esencial desde los inicios
mismos de la acumulación originaria de capital, y en la medida
en que ella ha tropezado y tropieza con obstáculos crecientes,
en esa medida, el expolio debe aumentar a costa de los pueblos. En el
fondo, esta problemática nos remite a las causas tanto del expansionismo
capitalista como de su efecto, el reforzamiento de la opresión
nacional, orígenes que no son otros que la dialéctica
expansivo-constrictiva inherente a la definición simple de capital.
Quiere esto decir que, al margen de lo que cada cual quiera opinar por
su cuenta, estructuralmente el capitalismo lleva en si la atroz lógica
necesaria de la opresión nacional, de la misma forma que el agua
moja y el fuego quema.
La actual oleada de luchas es incomprensible al margen de esta realidad.
El Foro Social de Florencia era un apabullante ejemplo de la presencia
del carácter objetivo de la opresión nacional en el capitalismo,
y de la consiguiente necesidad estructural de las sucesivas fases de
luchas de liberación nacional de los pueblos machacados, con
sus altibajos inherentes. Muchas de las decenas de miles de participantes
en el Foro y de los cientos de miles de manifestantes en las calles
abarrotadas de Florencia, aplaudían a las representaciones de
los pueblos oprimidos. Sin embargo, no podemos cantar victoria olvidando
que, al igual que con las Tesis anteriores, también en esta el
capitalismo presiona para reformar el nacionalismo imperialista, ideología
necesaria para fortalecer y asegurar el apoyo de las clases trabajadoras
de los Estados opresores al expansionismo de sus respectivas burguesías.
La lucha entre el internacionalismo solidario correspondiente al actual
grado de agudización de las contradicciones mundiales y, por
el lado opuesto, la necesidad de las burguesías de justificar
ideológicamente sus crímenes, esta lucha se ha convertido
en una de las prioridades políticas de la onda de luchas que
estamos viviendo. Se trata de integrar el derecho/necesidad de los pueblos
oprimidos a su independencia nacional dentro del programa de las izquierdas
de los Estados que oprimen y expolian a esas naciones, y dentro de los
programas de las izquierdas mundiales.
Hay que insistir que por debajo y dentro de la opresión nacional,
al igual que en el interior mismo de la cadena de explotación
de la fuerza de trabajo, como base de sustentación de todo el
proceso de producción de valor, esta la opresión sexo-económica
de la mujer. Sobre el sudor y el sufrimiento de la mujer, sobre la explotación
patriarcal, se fue levantando después la estructura socioeconómica
entera que a través de los cambios en los sucesivos modos de
producción, y de retrocesos y estancamientos históricos,
incluidas extinciones de sociedades y culturas, a lo largo de este proceso,
se ha llegado al modo de producción capitalista. El secreto de
esta explotación radica tanto en la capacidad exclusiva de producción
de vida por parte de la mujer como en su fuerza de trabajo común
a la especie humana. Ambas cualidades, que al integrarse en un contexto
social de propiedad privada, suponen también la privatización
patriarcal de la sexualidad femenina, llevan a que el patriarcado pueda
adaptarse a los diversos modos de producción solamente cambiando
algunas de sus constantes internas y de sus formas externas. En el Foro
Social Europeo la masiva presencia de mujeres expresa la toma de conciencia
al respecto, confirmando la tendencia al alza en todo el mundo.
Por otra parte, hay que insistir en la decisiva acción de las
mujeres desarrollando las identidades de los pueblos en su emancipación.
Padecemos una fanática resistencia del sistema patriarco-burgués
y de otros sistemas patriarcales preburgueses que subsisten todavía
en el mundo, destinada a echar para atrás los avances de las
mujeres, especialmente en los pueblos más explotados. Dado que
al final de la cadena explotadora patriarcal y capitalista, son las
mujeres las que padecen sobre sus cuerpos lo peor y más inhumano,
por esto, son ellas las que expresan el antagonismo supremo entre el
Trabajo y el Capital. Dado que ellas son el soporte sobre el que se
asientan los pueblos en lucha, son el objetivo prioritario de las fuerzas
reaccionarias mundiales, materiales y simbólicas. Cuando decenas
de miles de mujeres se han ido sumando al nuevo proceso de luchas, lo
han hecho aportando una crítica total del sistema explotador
en su conjunto. Multiplicar y expandir la fuerza práctica de
dicha denuncia radical es una necesidad vital del proceso revolucionario
mundial.
Tesis Cuarta.
Hace aproximadamente un siglo, el movimiento revolucionario mundial
lanzó la consigna Socialismo o Barbarie, expresando que la humanidad
a la que el capitalismo acababa de introducir en su fase imperialista,
se enfrentaba a una disyuntiva estremecedora. O avanzaba al socialismo
o se hundía en la barbarie. Hace un siglo, la barbarie era vista
como el conjunto de lacras insufribles a las que el capitalismo y en
concreto, el imperialismo, estaba conduciendo a la humanidad. Sin embargo,
durante los últimos cien años la situación mundial
ha empeorado de forma inimaginable para los revolucionarios de entonces.
Dos guerras mundiales y un sin fin de guerras locales y hasta de grandes
dimensiones. Una plaga como el hambre que se extiende como el cáncer
por el planeta entero. Una primera fase mejora de la salud pero, después,
un deterioro de la vida que ha superado los peores augurios de hace
un siglo. Una galopante catástrofe medioambiental y ecologista
que amenaza con llevar la vida al borde de la extinción. El desarrollo
de fuerzas productivas ha sido enorme pero ha sido mayor todavía
la dilapidación de sus potencialidades, el despilfarro irracional
y la distancia entre lo mucho que se podría haber logrado de
existir voluntad política y lo poco que se ha conseguido, gracias
fundamentalmente a la heroicidad de las masas trabajadoras. Un ejemplo
de esto lo tenemos en el injustificable desarrollo de las fuerzas destructivas,
de los arsenales militares, de las armas nucleares, químicas
y bacteriológicas, capaces de acabar varias decenas de veces
con la vida en el planeta.
Jamas se ha visto en la historia humana tal abismo entre lo que se
puede lograr racionalizando y revolucionando las estructuras sociales,
y lo que realmente existe por la irracional ceguera de la burguesía.
Este abismo ya cierto hace un siglo, es ahora insondable. Una de las
fuerzas que impulsan a la actual oleada de luchas es que muchos de sus
militantes intuyen o son conscientes de esa realidad terrible, de esa
condena. En las paredes, mesas, exposiciones y debates de Florencia,
se palpaba la certidumbre de que la contradicción entre lo real
y lo posible, entre lo impuesto y lo necesario, está más
agudizada que nunca antes precisamente porque el capitalismo la lleva
al extremo. Sin embargo, esta contradicción ya no cabe dentro
del viejo lema de Socialismo o Barbarie, totalmente válido en
su tiempo, porque los monstruos y las fuerzas ciegas que invocó
el brujo burgués se han desbocado y se han multiplicado hasta
lo incontable. El caos amenaza a vastas áreas de planeta y se
ha apoderado de otras enormes. La barbarie fue el fascismo, pero la
burguesía ha integrado la brutalidad fascista en su democracia
virtual, mientras que el caos no solamente pudre a Africa, zonas de
las Américas, de Asia y hasta del viejo “socialismo soviético”,
sino que también se expande en las grandes barriadas empobrecidas
de los EEUU, en el deterioro de los servicios sociales británicos
privatizados por el neoliberalismo, en la comida podrida y envenenada
de todos los días, en las enfermedades de todo tipo que pululan
por doquier.
Hoy el “socialismo” tiene tantas caras distintas como reformismos
existentes, como burocracias stalinistas y como intelectuales ignorantes.
Tras un siglo de titánicas luchas revolucionarias es más
urgente que nunca antes volver a levantar al viento las consignas y
objetivos comunistas. Hoy el Comunismo no es una utopía, es una
necesidad. Una necesidad científicamente constatada tras 154
años de experiencias desde que se publicara la primera edición
del Manifiesto Comunista de Marx y Engels. Mientras que buena parte
de la intelectualidad pierde el tiempo divagando sobre la utopía,
los revolucionarios tenemos, debemos y podemos demostrar que el Comunismo
se asienta ahora sobre una montaña inmensa de luchas prácticas,
de experiencias materiales, de acciones de masas y de síntesis
teóricas. En el Foro Social de Florencia los debates masivos
fácilmente llegaban a niveles de profundidad práctica
a nada que se hicieran preguntas radicales sobre las contradicciones
y sobre la acción revolucionaria. Entonces surgían chispas
entre los intereses conciliadores del reformismo y las ansias de verdad
de la mayoría de los asistentes y del público en general.
Es una necesidad imperiosa de las izquierdas mundiales el avanzar en
la divulgación práctica y teórica del lema Comunismo
o Caos, como expresión suprema de la miseria capitalista mundial.
EUSKAL HERRIA
(14/XI/2002)
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