A José María Aznar le viene a suceder lo que a los malos lectores: sólo recuerda el último libro y repite citas de él hasta aburrir al personal o, lo que aún es peor, las coloca al tun-tun, sin ton ni son. Hasta el ridículo. Después del estrepitoso fracaso de la manifestación del sábado en Donostia, Aznar subió ayer a un escenario barcelonés y parafraseó a Bertold Bretch para decir que «los cientos de miles de personas que se manifestaron en San Sebastián, ésos son los imprescindibles». No cabe censurar que un presidente español dedique sus ratos de ocio a la lectura siempre será mejor eso que dedicarlo a la caza, como su admirado ferrolano, pero resulta casi cómico que, después del descalabro, sea el líder el que más lejos llegue en el desvarío matemático. Cientos de miles, dice... Lo cierto es que, tal y como perfectamente reflejado ayer en estas páginas, en Donostia no llegaron a reunirse más de catorce mil personas, aunque el kiosko pudiera confundirse ayer con una sala de subastas en la que la puja sube hasta el desvarío. Y para aval, el del equipo catalán Constrasstant, especializado en el recuento de movilizaciones de masas y que ayer, en "Avui", aseguraba que la participación osciló entre 14 y 17.000 personas. Pues eso. No obsta lo anterior para que los periódicos de ayer volvieran a hacer el ridículo más espantoso, con alguna excepción, como la de "Deia", que cifraba la asistencia en «varios miles de personas». El resto, a la carrera por el despropósito, quisieron enjugar las lágrimas de Savater y compañía con mentiras piadosas. Los de "El Correo Español" y "El Diario Vasco" hablaban de «decenas de miles de personas», un tanto alejados de "El Mundo", que titulaba «Cerca de cien mil vascos contra el nacionalismo obligatorio». "El País" y "La Vanguardia" coincidían en ofrecer una cifra mejor: «Más de cien mil personas», igual que "Diario de Navarra". Y ninguno de ellos ofrecía un aval para el despropósito. Sólo "El País", cuya corresponsal atribuía la cifra a «fuentes de la Policía Municipal donostiarra», que, por cierto, no dio cifra alguna. La corresponsal se lo imaginaría. En "ABC", la cosa subía de tono y, en vez de una «fiesta por la libertad», lo de Donostia parecía una orgía democrática que «reunió a 150.000 personas». Ahí Carlos Dávila reconocía que el número de asistentes «da lo mismo», para sentenciar que la birria del sábado «era la protesta más grande jamás habida» en Donostia. Habría que preguntarle cuántas manifestaciones ha visto en Donostia. Tal vez ésta sea la primera. Y la guinda, en "La Razón". Los de Ansón sentenciaban en su primera que «En la mayor concentración celebrada jamás en la capital donostiarra, 200.000 personas, al grito de 'libertad, libertad', protestan contra el nacionalismo obligatorio». Y pienso yo que estos pobres, después de repetir una y mil veces que el galleguito de El Ferrol reunía a un millón de españoles en la plaza de Oriente, han terminado por perder la proporción de las cosas, los pesos y las medidas. Y así les va. Y como la participación no cubrió las expectativas, los escribas se deshicieron en halagos. Así Ansón hablaba de «los espartacos que luchan por la libertad» y Carlos Dávila, en "ABC", no se cansaba de halagar a «la valerosa Rosa Díez». Tampoco faltó quien se alabó a sí misma, y así Carmen Gurruchaga La Mamen le llaman, que guay escribía una crónica subtitulada «la periodista de El Mundo que tuvo que huir del País Vasco tras sufrir un atentado de ETA regresa a San Sebastián para manifestarse». Y en el colmo del desdoro profesional, la autobiógrafa relataba una escena peliaguda: «Otro punto difícil en el recorrido era el número 64 de la calle Urbieta, la sede de Batasuna. La marcha se detuvo unos instantes para gritar libertad...». Y es que la Mamen no se ha debido enterar de que la sede de Batasuna no estaba en la calle Urbieta desde hacía varios años y que la actual está clausurada por orden de su admirado Garzón. Y el que dirigía el rebaño, tampoco. Mentir no es sólo decir lo que no es cierto a sabiendas de que no lo es. También es mentir el llamar a engaño con frases y expresiones calculadamente confusas. Para ejemplo, el de Isabel San Sebastián, que hablaba de gente que no estuvo como si hubiera estado. Lo ponía así: «Como decía un Paco Ibáñez rescatado de la Transición desde los altavoces de Boulevard, 'estamos tocando fondo...'». No decía que Ibáñez no estuvo y que lo que oyó era un disco. Si hubieran puesto uno de Antonio Machín pudiera parecer que el genial cubano interpretó «Angelitos negros» abrazado a Savater. Y a modo de resumen, en "Deia" ofrecían un espacio a los manifestantes y un tal «Mariano, de Granada» decía haber venido a Donostia porque «los nacionalistas sólo van a conseguir que en pocos años no tengamos ni País Vasco, ni España, ni hostias». Eso es lo que hay. Gara, 21-10-02. |