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Internacionalismo e independencia nacional
Iñaki Gil de San Vicente
(Nota: este es el primer capitulito de un texto más largo dividido
en tres apartados: I, sobre la situación actual del imperialismo; II,
sobre la doctrina militar del imperialismo USA y III, sobre el papel de la cultura
USA en el mantenimiento del imperialismo y en la explotación de los pueblos)
Sobre el papel de la cultura USA en el mantenimiento del imperialismo y en
la explotación de los pueblos
I
De entre los muchos acontecimientos sucedidos el pasado 11 de septiembre, dos
de ellos remarcan con especial fuerza la necesidad urgente de multiplicar el
internacionalismo solidario entre los oprimidos del mundo entero. Uno es, obviamente,
el derrumbamiento de las torres gemelas y de un trozo del Pentágono en
una acción suicida aún no reivindicada, con varios miles de muertos
y desaparecidos; y el otro es la invisible muerte por hambre y enfermedad de
35.615 niños durante ese mismo día. De entre los muchos acontecimientos
acaecidos posteriormente, crucial importancia para el internacionalismo tiene
la negativa de EEUU, Canadá, Suiza, Japón y Australia dada el
19 de septiembre en Ginebra a la petición de 50 países pobres
y 150 ongs de que en la próxima reunión de la Organización
Mundial del Comercio-la tétrica OMC-a celebrar desde el próximo
9 de noviembre en Qatar se permita que los países pobres utilicen medicamentos
genéricos para acabar con enfermedades y pandemias, aunque se sigan respetando
los derechos de propiedad de las transnacionales de la industria médica.
El acto criminal de estos cinco miembros del selecto y racista club de países
ricos afecta a la salud humana en su sentido absoluto, a los criterios ético-morales
más elementales y a la pobreza y explotación de la inmensa mayoría
por la reducida minoría, bastante menos que el 18% de la población
mundial. Recordemos que ya en 1994 la OMC fijó en dos década de
duración, nada menos que 20 años, el derecho de propiedad privada
de las patentes médicas de la industria de la salud.
Desde que en 1997 Sudáfrica comenzó la batalla por la democratización
y abaratamiento de los genéricos contra el VIH, el imperialismo y su
industria médica se puso en guardia. Esta batalla crucial llegó
a un momento crítico en abril del 2001 con su victoria sobre 36 corporaciones,
aplaudida por 130 países pobres, y poco más tarde a Sudáfrica
se le unieron Brasil e India, quienes, con el apoyo de Cuba, "nacionalizaron"
la producción de genéricos en medio de las protestas iracundas
del imperialismo, decisión progresista por excelencia que muestra las
relaciones entre la independencia nacional, el internacionalismo y la salud
humana. El imperialismo no lo ha tolerado y está preparando represalias.
No puede permitir que se multipliquen decisiones humanitarias como estas que
afectan directamente a su tasa e beneficios, al mercado de la salud y a uno
de sus instrumentos de dominación más efectivos como es el orden
médico burgués. En esta guerra vital para la humanidad estábamos
cuando sucedieron los acontecimientos del 11 de septiembre. La criminal negativa
del 19 de septiembre debe entenderse no tanto como castigo y venganza por las
torres derruidas sino fundamentalmente como un paso más en el endurecimiento
de la estrategia imperialista. El capital no necesita excusas para sus atrocidades.
No las necesitó para hacer fracasar la flamante e inútil Sesión
Plenaria de la Naciones Unidas sobre el sida del 25-27 de junio del 2001, justo
pocos días después de que la OMC volviera a recordar los 20 años
de vigencia de la propiedad privada de las patentes médicas, y de que
se conociera que son defectuosos el 48% de los medicamentos que vende a precios
carísimos al Tercer Mundo. La ONU no pudo recaudar la irrisoria cantidad
de 9.000 millones-$, cuando EEUU gasta en cosméticos 8.000 millones-$
al año.
He intentado contextualizar el 11 de septiembre en esta vital cuestión
aunque podría haber utilizado el sangrante desprecio de los EEUU a los
derechos humanos y, por ello mismo, su expulsión práctica de la
Comisión sobre los DD.HH; o su altanería contra las medidas tan
costosamente consensuadas para intentar detener la catástrofe ecológica,
o su impunidad ante cualquier tribunal internacional, o sus experimentos con
armas biológicas y convencionales incumpliendo todos los acuerdos internacionales,
etc. Estos y otros muchos ejemplos contextualizan perfectamente el 11 de septiembre
y la urgencia de un mayor y más activo internacionalismo, pero la salud
humana está volviendo a ser el problema por excelencia debido al endurecimiento
de la estrategia imperialista para salir de la crisis que le mina desde hace
años. Según la FAO hacen falta 2.345 calorías diarias para
una alimentación mínima, pero en 1998 1.000 millones de personas
estaban por debajo del mínimo mientras en EE.UU el consumo medio era
de 3.500 calorías, y en el África subsahariana de 1.700; la infraalimentación
severa se ha incrementado de 103 millones en 1970 a 215 en 1990 llegando a casi
300 millones en 1998. De los 2.000 millones de personas anémicas sólo
el 0,4% pertenecen al centro industrializado en el que 10 grandes empresas controlan
el 85% del mercado mundial de plaguicidas y el 70% de los productos veterinarios,
mientras que las 200 grandes empresas controlan el 80% de la agricultura e industria
y el 70% del comercio. La esperanza de vida en Africa ha caído apenas
a los 50 años cuando subió de 40 a 60 en 1960-80.
El capitalismo tiende a reducir sus beneficios por las luchas obreras y populares-por
ejemplo, la derrota de la OMC en Seattle--, por la competencia interna, por
las dificultades de realización, por el aumento de los costos tecnológicos
y de capital fijo, por los crecientes costos causados por la crisis ecológica,
etc. Si tenemos en cuenta que el PIB mundial cayó del 4,5% en 1970-79
a 2,9% en 1990-99, y que en el G-7 la caída del PIB ha sido del 5-6%
en 1960-69 a 2-3%en 1990-99, entonces comprendemos la ferocidad del ataque imperialista.
Si en 1975 el 80% de las compra-ventas de divisas se dedicaban a invertir en
bienes y servicios reales, ahora es sólo el 2-3%, y el 97-98% restante
se destina a la especulación. Japón, segunda potencia mundial,
sufre ya una década de crisis, y se ahonda. El 28 de agosto Friedman,
teórico del neoliberalismo, afirmó que la economía de los
EEUU ya estaba en recesión, y el día siguiente, el 29, se supo
que el PIB yanki del segundo trimestre del 2001 sólo había aumentado
un 0'2%, el peor en los últimos 8 años. Tales datos no sorprenden
a nadie con un poco de información. Desde hace tiempo incluso intelectuales
norteamericanos vienen insistiendo en el declive de su país, y no faltan
quienes lo comparan con el de la Gran Bretaña a finales del siglo XIX.
La "nueva economía"-"tan vieja como la tos" en palabras
de un escarmentado economista burgués-ha sido un mito ya hundido a finales
de 1999 cuando se demostró que únicamente el 12% de la economía
yanki se había beneficiado de las nuevas tecnologías.
La Administración Clinton conocía la gravedad del problema y
el caos de las infraestructuras de su país por el informe publicado en
marzo del 2001 --en Nueva York, por ejemplo, el 29% de las carreteras son peligrosas,
el 25% están congestionadas, casi el 50% de los puentes son peligrosos,
52 presas amenazan con reventar y el 75% de las escuelas incumplen normas arquitectónicas
o ambientales-y el programa electoral de Gore giraba alrededor de las nuevas
tecnologías para recuperar el imperio herido. Bush, presidente por puro
fraude electoral, prometió militarizar aún más la economía.
En 1897 Roosevelt dijo en privado que agradecería casi cualquier guerra
porque EEUU necesitaba una. Un siglo después, no necesita una guerra
sino varias guerras simultáneas, aunque diferentes a las de entonces
porque el estadounidense ya no es un imperialismo joven y pletórico,
sino cansado y furioso, lo que le hace mucho más peligroso. Morirá
matando, como ha vivido expoliando-es el primer deudor mundial-y aplastando.
El 11 de septiembre no fue excusa para nada cualitativamente nuevo, sólo
se añadieron aspectos tácticos a planes estratégicos que
comenzaron a elaborarse desde inicios de la década de 1990, al implosionar
la URSS. En su momento analizaremos la actual doctrina militar estadounidense
ideada para contener por el terror el declive de su poder, por ejemplo, el de
esas 3 personas más ricas del mundo que poseen activos que valen más
que el PIB de los 48 países más pobres del mundo, con unos 600
millones de personas.
En este contexto, la dialéctica entre el internacionalismo y la independencia
nacional de los pueblos adquiere más importancia que nunca. Mientras
que el imperialismo se lanza a más guerras de todo tipo, y mientras la
salud humana ha sido convertida en industria e instrumento de dominación,
las mujeres-en EEUU una mujer es golpeada cada 15 segundos y 700.000 son violadas
cada año--, las naciones --en EEUU la explotación étnica
está llevando a grandes luchas y al aumento de la nueva afiliación
sindical en un 12%-- y las clases oprimidas-en EEUU las empresas esclavistas
ETTs han pasado de 640.000 en 1987 a más de 3 millones en 1999-- debemos
intensificar nuestras solidarias luchas de emancipación individual y
colectiva. La independencia nacional-también la de Euskal Herria-es una
de las aportaciones decisivas para la emancipación humana.
II
El pasado 11 de septiembre, las masas oprimidas del planeta contuvimos el aliento
a la espera de las venganzas del imperialismo. Estamos acostumbradas a sus represalias
que siempre son infinitamente más crueles y masivas que las supuestas
ofensas-muchas de ellas sin demostrar-que dicen haber sufrido. De lo que sí
estamos seguras es de que el imperialismo y sobre todo EEUU, estaba ya muy preparado
para su respuesta al margen de cual y cómo fuera el ataque "provocador".
Por ejemplo, una de las advertencias más serias del estudio de la CIA
y el CNI sobre las perspectivas mundiales hasta el 2015, y las tareas estratégicas
de los EEUU, conocido a finales de marzo del 2001, es la de la de la proliferación
de armas de alta letalidad a disposición de múltiples enemigos.
El estudio ratifica y confirma la creciente masa de informaciones sobre la facilidad
de acceso a armas de media y alta letalidad, que no sólo de baja-en 1960-99
se habría duplicado el número de países que producen armas
ligeras y se habría multiplicado por seis el de los países productores,
y se ha generalizado el comercio ilegal y legal tanto por la corrupción
masiva como por las políticas explícitas--, y encuadra esa realidad
en un contexto de tensiones y conflictos múltiples en los que el hambre,
la sed, la enfermedad y el caos serán el suelo sobre el que tendrán
que actuar las selectas tropas imperiales.
De hecho, este estudio central ha sido conocido públicamente poco después
del terrible discurso de Bush del 13 de febrero del 2001 en Norfolk, en el que
sintetizaba la actual doctrina imperialista: disponer de las fuerzas terrestres
más mortíferas y ligeras, de aviones capaces de machacar con muy
alta precisión en cualquier parte del globo y de barcos capaces de maximizar
la superioridad terrestre en cualquier costa de la tierra. La cohesión
ideológica del discurso estaba cimentada por la campaña propagandística
anterior a las elecciones presidenciales, en las que se acusaba a Clinton de
blando e indeciso, y de propiciar así el debilitamiento del país.
Su cohesión política venía ya adelantada también
por el célebre texto de Brzezinski sobre los retos de los EEUU escrito
a finales de 1997 --controlar Europa mediante la OTAN; controlar el área
de la exURSS; dominar Oriente Medio, Asia Central e India, y sujetar a China
con un especial trato económico-y que se convirtió rápidamente
en la segunda Biblia de la derecha yanki. Por último, la cohesión
autoritaria tendente a movilizar las fuerzas represivas internas, la vigilancia
policial con la tecnología más sofisticada y con el control social
masivo, venía de muy antiguo, de la época de la caza de brujas
del macartismo, pero fue especialmente activado por el documento de la Casa
Blanca de mayo de 1997 sobre la estrategia de la seguridad nacional en el siglo
XXI. En este documento el segundo principio era el de prevenir el peligro de
los ataque con "medios y desafíos asimétricos", es decir,
de los ataques no convencionales realizados contra los puntos débiles
internos de los EEUU.
Sin embargo, aunque es cierto el aumento de las llamadas "entidades caóticas
ingobernables"-las crecientes áreas del planeta que sólo
pueden ser controladas por el imperialismo mediante su presencia militar--,
no lo es menos que su causa radica, por un lado, en el pudrimiento de las contradicciones
del capitalismo mundial y, por otro lado, en las medidas que también
toman potencias cono Rusia y China. Por ejemplo, las tesis de Brzezinski es
incomprensibles al margen de la crisis socioeconómica del sudeste asiático
y de Japón, pero también de la estrategia rusa expresada en otoño
de 1993 por el mariscal Shaposhnikov según la cual Rusia no iba a ceder
posiciones estratégicas en esas áreas. La advertencia rusa se
produjo cuando Clinton impuso la doctrina estratégica de "dos guerra
simultáneas" en conflictos de media intensidad, y cuando Colin Powell,
actual cerebro militar de Bush, ratificó esa doctrina el 1 de septiembre
de 1993. Ahora bien, con otros nombres menos llamativos, lo esencial de esa
doctrina-la capacidad de mantener a la vez dos o más guerra de media
y baja intensidad-era una característica de la famosa Doctrina de la
Seguridad Nacional ideada por Kennedy. Incluso debemos retroceder como mínimo
al sostenido esfuerzo de los EEUU en 1900-12 para dotarse de una Fuerza de Base
Avanzada para incursiones rápidas y devastadoras de los marines desde
China hasta Sudamérica, pasando por Africa. Relativamente pronto, en
1906, compró los primeros automóviles militares y para 1916 disponía
de una fuerza motorizada dirigida por el general Pershing lanzada a la captura
de la caballería de Pancho Villa tras su ataque a Columbus en marzo de
año. Más aún, las actuales tropas especiales de incursión
en la retaguardia enemiga y de contraguerrilla, no sólo fueron adelantadas
en Vietnam y en la Segunda Guerra Mundial, por poner ejemplos conocidos, sino
también desde comienzos de 1901 cuando MacArthur tuvo que reorganizar
al desbordado ejército yanki para luchar contra la guerrilla independentista
filipina, siguiendo lecciones aprendidas en las guerras contra los indios americanos.
No podemos entrar ahora al problema permanente en la historia y estrategia militar
del equilibrio entre la potencia de fuego ofensiva, el blindaje defensivo, la
velocidad y la autonomía de movimiento.
Este equilibrio decisivo pero extremadamente difícil de lograr y más
difícil aún de mantener ante los rivales, ha intentado ser resuelto
definitivamente por el imperialismo mediante la conjunción de varios
cuerpos o niveles diferentes pero integrados en una doctrina y en un paradigma
nuevo. Uno, desprecio de la ONU y otras instituciones internacionales; dos,
nueva guerra de las galaxias tras el fracaso de Reagan; tres, impresionante
esfuerzo tecnológico convencional; cuatro, nuevas armas de guerra biológica
y de bioarmas; cinco, espionaje global con las más sofisticadas tecnologías;
seis, militarización privada y pública de la vida colectiva e
individual, con especial papel de la industria político-mediática
que incrementa su función paramilitar, y, siete, potenciación
de del occidentalismo y de la cultura yanki. Estas características estaban
en funcionamiento antes del 11 de septiembre, y los acontecimientos de este
día y de los posteriores sólo han supuesto una aceleración
y extensión de la estrategia previa. Si algo nuevo ha supuesto el 11
de septiembre es la súbita certidumbre de que pueden cumplirse parte
de los peores augurios de los informes citados y de otros más. Es cierto
que la propaganda yanki ha magnificado en extremo la peligrosidad de la "bomba
de los pobres", mezclando y confundiendo interesadamente las armas atómicas
portátiles con las químicas y biológicas. Pero no es menos
cierto que estas últimas, las biológicas, son más fáciles
de fabricar y mantener. Por ejemplo, se ha estudiado que diseminando en una
noche de vientos moderados sólo 100 kilos de bacilos de carbunco en una
ciudad como Washington cubriría una superficie de 300 km2 matando de
entre1 a 3 millones de personas. Si el 20 de marzo de 1995 en el metro de Tokio
la secta Aum Shinri Kio hubiera utilizado en vez del gas sarin-agente nervioso
GB-- las toxinas butólicas que también tenían almacenadas,
los muertos hubieran sido decenas de millares.
Como ha sucedido muchas veces en la historia de las guerras, al margen de su
calificación legal, los oprimidos o los más débiles, han
terminado por superar las doctrinas y las armas de los opresores o más
fuertes recurriendo a la imaginación, a la inventiva o, simplemente,
a otra racionalidad incomprensible para el poderoso. Los suicidas no son infrecuentes
en las guerras, pero la combinación de factores del 11 de septiembre
ha superado totalmente a los sistemas de seguridad yankis. Y un factor ha sido
la muy débil centralidad operativa de su seguridad, troceada entre 20
entidades gubernativas y otras 40 federales. Una vez más, frente al poder
dominante la inteligencia y la determinación. Al margen de otras consideraciones
sobre las acciones suicidas en EEUU, los pueblos oprimidos debemos aprender
de la experiencia no sólo norteamericana sino imperialista en general,
de sus recursos, tácticas y estrategias, pero también de sus debilidades.
Una vez más, la independencia nacional aparece frente a la práctica
de la muerte por el capitalismo, como una conquista imprescindible para detener
tanto horror porque, en resumen, la actual doctrina militar estadounidense,
que responden a sus necesidades históricas, está llevando al máximo
su ataque destructor a y de las culturas nacionales, las lenguas y culturas
de los pueblos oprimidos e indefensos.
El Pentágono, la CIA y muchas transnacionales norteamericanas-Walt Disney,
por ejemplo-propagan intensa y extensamente el "modo de vida norteamericano".
De este tema crucial vamos a tratar en el tercero y último apartado.
III
El pasado 11 de septiembre la industria político-mediática-"prensa"-reaccionó al instante aplicando una estrategia desinformativa muy estudiada en lo referente al control del impacto emotivo y psicopolítico en las masas norteamericanas, censurando casi totalmente, en la medida de lo posible, las imágenes sangrientas y espeluznantes. La prensa ha dedicado páginas enteras a esa "humanitaria" tarea de ocultar el sufrimiento, precisamente por medios cargados de una violencia extrema y permanente. De igual modo, han hecho lo imposible por cortar de raíz toda reflexión sobre la veracidad o no de las críticas a las imágenes de la CNN sobre la supuesta alegría de unos pocos niños y adultos palestinos. No negamos lo importante de estas reflexiones, pero además de decir que se trata de una táctica ya practicada en la guerra de las Malvinas a comienzos de lo '80, y luego repetida a escala mucho mayor-Grenada, Panamá, Irak, censura de los motines urbanos de 1992 y después en USA, OTAN en la exYugoslavia, fuerzas de "ayuda humanitaria" en Africa, persecución del periodismo crítico en Palestina por parte de Israel, etc.--, además de esto, tenemos que decir que el problema verdadero, crucial, es el de, por un lado, la fusión de la industria político-mediática con la doctrina militar y, obviamente, con el capital yanki en sí mismo y, por otro lado, el efecto de esa dinámica en las naciones oprimidas, en sus culturas y lenguas, en su capacidad creativa de adecuar sus tradiciones a las nuevas necesidades.
D. Campbell publicó el 6 de septiembre del 2001 un excelente artículo sobre la influencia del Pentágono en la industria del cine de Hollywood, y entre muchos ejemplos citaba a un ejecutivo de la Disney que pedía el apoyo del ejército USA para lograr que una película suya-Armagedon-- fuera la "gran película de 1998" que pondría de manifiesto la competencia, el liderazgo y el heroísmo yanki. Desde finales de 1999 el imprescindible texto "Quién Pagó: La CIA y la Guerra Fría Cultural", de la investigadora F. S. Saunders, denunciaba que intelectuales como I. Berlin, S. Spender, D. Bell, H. Arendt, R. Arond, G. Orwell y otros muchos, habían sido financiados directa o indirectamente por la CIA, elevados a la fama y publicitados en el mercado intelectual, y lo mismo sucedía con revistas progresistas como New Leader, Partisan Review, Encounter, etc. Salía así al conocimiento público uno de los métodos de manipulación cultural y política más sofisticados y permanentes. Por ejemplo, los servicios británicos han contado entre los siglos XVI-XX con autores como Marlowe, Defoe, MacNally, Burton, Maugham, etc. En 1887 la policía, The Times y un criminal llamado Pigott, falsificaron documentos para acusar el político irlandés S. Parnell de connivencia con la lucha armada de sus compatriotas fenianos. Poco antes, Marx analizó en el Libro III de El Capital cómo la burguesía y la Iglesia alienaban a las masas corrompiendo e integrando a sus miembros más aptos. Cuando César Augusto se dotó de propagandistas como Horacio, Mecenas, Virgilio, Ovidio, entre otros, aplicaba lo que Anne Morelli llamaría dos milenios más tarde el octavo principio del decálogo elemental de la propaganda de guerra fría, caliente o tibia: "los artistas e intelectuales apoyan nuestra causa".
El casi instantáneo control mediático del 11 de septiembre se
inscribe, como decimos, en esta milenaria manipulación que en la actualidad
cuenta con nuevos recursos tecnológicos, con efectos alienadores prolongados
en el tiempo al ir dentro de una presión continuada y global muy anterior,
desde luego, al 11 de septiembre Para comprender el efecto mundial de las internas
relaciones entre la doctrina militar de EEUU, su industria político-mediática
y la opresión de las naciones debemos mirar más allá del
Medio Oriente y Asia Central, por ejemplo a América Latina donde a finales
de 1995 la CEA-Conferencia de Ejércitos Americanos-reunida en Argentina
asumía las directrices de EEUU según las cuales debían
realizar "tareas sociales" en la lucha contra las guerrillas y luchas
de masas, contra el narcotráfico-el no controlado por los servicios yankis-y,
cómo no, contra la pobreza. Este plan exigía centralizar desde
la prensa hasta la educación, pasando por el parlamentarismo y la guerra
sucia, pero, fundamentalmente, la supeditación total de la soberanía
latinoamericana a EEUU. La inhumana estrategia de la dolarización que
está destruyendo a aquellos pueblos, es incomprensible sin reuniones
como la de la CEA de finales de 1995, o como la de 1973 en Caracas, en la que
Kissinger explicó a los comandantes de la CEA que el problema era optar
por el creciente nacionalismo de los pueblos o por la colaboración con
USA. De hecho la colaboración había comenzado en la década
de 1960 cuando las corporaciones ITT, RCA-NBC, CBS, etc., hundían profundamente
sus instrumentos mediáticos globales, incluidos los educativos e infantiles,
en países como Argentina, Brasil, Venezuela, México, Perú,
Costa Rica y otros. Harold Hendrix, jefe de relaciones públicas de ITT
para América Latina y pieza clave en el golpe de Pinochet en Chile fue
el vocero periodístico de EEUU sobre los cohetes soviéticos en
Cuba en octubre de 1962, recibiendo el premio Pulitzer por ello.
La tremenda efectividad alienadora de estos instrumentos radica en que dirigen todos los medios de sojuzgamiento hacia la continuación del capitalismo porque nacen de las mismas entrañas de la fiera, del monstruo. Es la necesidad ciega de la acumulación la que, según el desarrollo de cada capitalismo estatal, la que explica sus características secundarias y su velocidad de expansión. Por ejemplo, si comparamos las estrategias de guerra propagandística y psicológica durante 1914-18, cuando aparece el tratamiento científico de la manipulación de masas, entre Gran Bretaña, EEUU y Alemania, vemos que fueron los segundos, EEUU, quienes más avanzados estaban en la imbricación entre marketing comercial y propaganda militar al relacionar el Comité de Información Pública dirigido por un influyente editor de prensa, G Greel, y la Sección Psicológica o G-2D, del ejército.
Esta experiencia se aplicó al poco tiempo a Gran Bretaña con
la creación de un único comité conjunto en el que los militares
trabajaban con empresarios expertos en ventas y propaganda consumista. Y es
que la lógica mercantil, es decir, de supeditación del valor de
uso al valor de cambio, al dinero, es la base esencial y primaria de la alienación
por lo que tanto militares como empresarios tienen y usan la misma lógica
sustantiva. Por eso mismo, al acabar guerra la prensa reforzó rápidamente
su naturaleza de industria político-mediática aumentando el peso
del marketing y de la publicidad consumista. En 1922 el que sería presidente
de EEUU y a la sazón secretario de Comercio, H. Hoover, se quejaba del
poder ascendente de la publicidad incluso en los medios públicos, mas
su expansión era incontenible y en el debate parlamentario de 1934 perdieron
los partidarios de reservar incluso sólo el 25% del espacio en ondas
para operaciones no lucrativas y educativas. Había triunfado el dinero
como expresión suprema del "modo de vida norteamericano". Triunfo
del que eran conscientes intelectuales europeos, como R. Aron que en 1931 escribió
sobre el "cáncer americano", o L. Pirandello, Premio Nobel
de Literatura de 1934 que escribió contra la invasión del americanismo.
Una de las manipulaciones masivas más sostenidas en el tiempo es la que
sufrió la Europa capitalista tras 1945 para olvidar el cáncer
americano y legitimar su "modo de vida" frente al "comunismo
soviético".
Desaparecida la URSS y aparecida la Unión Europea, esa manipulación
se plasma en tres grandes frentes, uno, mantener la legitimidad de los Estados
europeos existentes, sobre todo de los que se sostienen oprimiendo a otros pueblos
en su interior, como el español y el francés; dos, a la vez, crear
la ficción de la "ciudadanía europea" que en ningún
momento cuestiona la de los Estados existentes y, tres, enlazar esa ciudadanía
con el occidentalismo como máxima expresión del progreso humano.
Los tres frentes son a su vez otras tantas patas del moderno racismo europeo
de la "civilización occidental" tan querido por el corrupto
y fascista Berlusconi. Esta ideología es un sostén imprescindible
para un capitalismo en crisis, y hunde sus raíces en intelectuales burgueses
tan decisivos como Kant, Schopenhauer, Hegel y otros. Sobre esta aparente complejidad
tan fácil de entender sin embargo, prolifera la palabrería globalizadora
sobre la "extinción del Estado" y la "desaparición
de las naciones". Una cosa es la implacable persecución de las lenguas
y culturas, y otra es la propaganda interesada y falsa de la "extinción
del Estado".
Los Estados no se están extinguiendo, sino que unos pocos Estados capitalistas
están destruyendo las culturas y las lenguas de la mayoría de
los Estados empo-brecidos, y sobre todo de las naciones oprimidas y sin Estado
propio. Según el "Atlas de Idiomas en Peligro" de la UNESCO,
ya han muerto 234 lenguas y el 90% de los idiomas habrán desaparecido
en un siglo si no se detiene su destrucción. Actualmente existen no menos
de 211 Estados formalmente independientes pero de estos sólo 17 de ellos
cuentan con alguna o con varias de las 200 grandes multinacionales que destrozan
el planeta. Peor aún, de esas 200 grandes ni más ni menos que
176 tienen sus raíces en 6 Estados-cuna y 74 en EE.UU. Si estudiamos
las grandes transnacionales no estadounidenses vemos que Japón tiene
152, Gran Bretaña 75, Estado francés 47, Alemania 42, Canadá
22, Italia 15 y, por ejemplo, el estado español 1. Mucho más crudo
es todavía el saber el 80% tienen su Estado-cuna en alguno de los 7 que
forman el famoso G-7, y Suiza, Suecia, Holanda, Austria y Corea justo pasan
de la docena. Frente a esta ma-quinaria de exterminio lingüístico-cultural
y nacional, los pueblos oprimidos sólo tenemos la alternativa de la independencia
estatal y del internacionalismo solidario.
EUSKAL HERRIA, 2001-09-29
Kolectivo
La Haine
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