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Internacionalismo e independencia nacional
Iñaki Gil de San Vicente

(Nota: este es el primer capitulito de un texto más largo dividido en tres apartados: I, sobre la situación actual del imperialismo; II, sobre la doctrina militar del imperialismo USA y III, sobre el papel de la cultura USA en el mantenimiento del imperialismo y en la explotación de los pueblos)

Sobre el papel de la cultura USA en el mantenimiento del imperialismo y en la explotación de los pueblos

I

De entre los muchos acontecimientos sucedidos el pasado 11 de septiembre, dos de ellos remarcan con especial fuerza la necesidad urgente de multiplicar el internacionalismo solidario entre los oprimidos del mundo entero. Uno es, obviamente, el derrumbamiento de las torres gemelas y de un trozo del Pentágono en una acción suicida aún no reivindicada, con varios miles de muertos y desaparecidos; y el otro es la invisible muerte por hambre y enfermedad de 35.615 niños durante ese mismo día. De entre los muchos acontecimientos acaecidos posteriormente, crucial importancia para el internacionalismo tiene la negativa de EEUU, Canadá, Suiza, Japón y Australia dada el 19 de septiembre en Ginebra a la petición de 50 países pobres y 150 ongs de que en la próxima reunión de la Organización Mundial del Comercio-la tétrica OMC-a celebrar desde el próximo 9 de noviembre en Qatar se permita que los países pobres utilicen medicamentos genéricos para acabar con enfermedades y pandemias, aunque se sigan respetando los derechos de propiedad de las transnacionales de la industria médica. El acto criminal de estos cinco miembros del selecto y racista club de países ricos afecta a la salud humana en su sentido absoluto, a los criterios ético-morales más elementales y a la pobreza y explotación de la inmensa mayoría por la reducida minoría, bastante menos que el 18% de la población mundial. Recordemos que ya en 1994 la OMC fijó en dos década de duración, nada menos que 20 años, el derecho de propiedad privada de las patentes médicas de la industria de la salud.

Desde que en 1997 Sudáfrica comenzó la batalla por la democratización y abaratamiento de los genéricos contra el VIH, el imperialismo y su industria médica se puso en guardia. Esta batalla crucial llegó a un momento crítico en abril del 2001 con su victoria sobre 36 corporaciones, aplaudida por 130 países pobres, y poco más tarde a Sudáfrica se le unieron Brasil e India, quienes, con el apoyo de Cuba, "nacionalizaron" la producción de genéricos en medio de las protestas iracundas del imperialismo, decisión progresista por excelencia que muestra las relaciones entre la independencia nacional, el internacionalismo y la salud humana. El imperialismo no lo ha tolerado y está preparando represalias. No puede permitir que se multipliquen decisiones humanitarias como estas que afectan directamente a su tasa e beneficios, al mercado de la salud y a uno de sus instrumentos de dominación más efectivos como es el orden médico burgués. En esta guerra vital para la humanidad estábamos cuando sucedieron los acontecimientos del 11 de septiembre. La criminal negativa del 19 de septiembre debe entenderse no tanto como castigo y venganza por las torres derruidas sino fundamentalmente como un paso más en el endurecimiento de la estrategia imperialista. El capital no necesita excusas para sus atrocidades. No las necesitó para hacer fracasar la flamante e inútil Sesión Plenaria de la Naciones Unidas sobre el sida del 25-27 de junio del 2001, justo pocos días después de que la OMC volviera a recordar los 20 años de vigencia de la propiedad privada de las patentes médicas, y de que se conociera que son defectuosos el 48% de los medicamentos que vende a precios carísimos al Tercer Mundo. La ONU no pudo recaudar la irrisoria cantidad de 9.000 millones-$, cuando EEUU gasta en cosméticos 8.000 millones-$ al año.

He intentado contextualizar el 11 de septiembre en esta vital cuestión aunque podría haber utilizado el sangrante desprecio de los EEUU a los derechos humanos y, por ello mismo, su expulsión práctica de la Comisión sobre los DD.HH; o su altanería contra las medidas tan costosamente consensuadas para intentar detener la catástrofe ecológica, o su impunidad ante cualquier tribunal internacional, o sus experimentos con armas biológicas y convencionales incumpliendo todos los acuerdos internacionales, etc. Estos y otros muchos ejemplos contextualizan perfectamente el 11 de septiembre y la urgencia de un mayor y más activo internacionalismo, pero la salud humana está volviendo a ser el problema por excelencia debido al endurecimiento de la estrategia imperialista para salir de la crisis que le mina desde hace años. Según la FAO hacen falta 2.345 calorías diarias para una alimentación mínima, pero en 1998 1.000 millones de personas estaban por debajo del mínimo mientras en EE.UU el consumo medio era de 3.500 calorías, y en el África subsahariana de 1.700; la infraalimentación severa se ha incrementado de 103 millones en 1970 a 215 en 1990 llegando a casi 300 millones en 1998. De los 2.000 millones de personas anémicas sólo el 0,4% pertenecen al centro industrializado en el que 10 grandes empresas controlan el 85% del mercado mundial de plaguicidas y el 70% de los productos veterinarios, mientras que las 200 grandes empresas controlan el 80% de la agricultura e industria y el 70% del comercio. La esperanza de vida en Africa ha caído apenas a los 50 años cuando subió de 40 a 60 en 1960-80.

El capitalismo tiende a reducir sus beneficios por las luchas obreras y populares-por ejemplo, la derrota de la OMC en Seattle--, por la competencia interna, por las dificultades de realización, por el aumento de los costos tecnológicos y de capital fijo, por los crecientes costos causados por la crisis ecológica, etc. Si tenemos en cuenta que el PIB mundial cayó del 4,5% en 1970-79 a 2,9% en 1990-99, y que en el G-7 la caída del PIB ha sido del 5-6% en 1960-69 a 2-3%en 1990-99, entonces comprendemos la ferocidad del ataque imperialista. Si en 1975 el 80% de las compra-ventas de divisas se dedicaban a invertir en bienes y servicios reales, ahora es sólo el 2-3%, y el 97-98% restante se destina a la especulación. Japón, segunda potencia mundial, sufre ya una década de crisis, y se ahonda. El 28 de agosto Friedman, teórico del neoliberalismo, afirmó que la economía de los EEUU ya estaba en recesión, y el día siguiente, el 29, se supo que el PIB yanki del segundo trimestre del 2001 sólo había aumentado un 0'2%, el peor en los últimos 8 años. Tales datos no sorprenden a nadie con un poco de información. Desde hace tiempo incluso intelectuales norteamericanos vienen insistiendo en el declive de su país, y no faltan quienes lo comparan con el de la Gran Bretaña a finales del siglo XIX. La "nueva economía"-"tan vieja como la tos" en palabras de un escarmentado economista burgués-ha sido un mito ya hundido a finales de 1999 cuando se demostró que únicamente el 12% de la economía yanki se había beneficiado de las nuevas tecnologías.

La Administración Clinton conocía la gravedad del problema y el caos de las infraestructuras de su país por el informe publicado en marzo del 2001 --en Nueva York, por ejemplo, el 29% de las carreteras son peligrosas, el 25% están congestionadas, casi el 50% de los puentes son peligrosos, 52 presas amenazan con reventar y el 75% de las escuelas incumplen normas arquitectónicas o ambientales-y el programa electoral de Gore giraba alrededor de las nuevas tecnologías para recuperar el imperio herido. Bush, presidente por puro fraude electoral, prometió militarizar aún más la economía. En 1897 Roosevelt dijo en privado que agradecería casi cualquier guerra porque EEUU necesitaba una. Un siglo después, no necesita una guerra sino varias guerras simultáneas, aunque diferentes a las de entonces porque el estadounidense ya no es un imperialismo joven y pletórico, sino cansado y furioso, lo que le hace mucho más peligroso. Morirá matando, como ha vivido expoliando-es el primer deudor mundial-y aplastando. El 11 de septiembre no fue excusa para nada cualitativamente nuevo, sólo se añadieron aspectos tácticos a planes estratégicos que comenzaron a elaborarse desde inicios de la década de 1990, al implosionar la URSS. En su momento analizaremos la actual doctrina militar estadounidense ideada para contener por el terror el declive de su poder, por ejemplo, el de esas 3 personas más ricas del mundo que poseen activos que valen más que el PIB de los 48 países más pobres del mundo, con unos 600 millones de personas.

En este contexto, la dialéctica entre el internacionalismo y la independencia nacional de los pueblos adquiere más importancia que nunca. Mientras que el imperialismo se lanza a más guerras de todo tipo, y mientras la salud humana ha sido convertida en industria e instrumento de dominación, las mujeres-en EEUU una mujer es golpeada cada 15 segundos y 700.000 son violadas cada año--, las naciones --en EEUU la explotación étnica está llevando a grandes luchas y al aumento de la nueva afiliación sindical en un 12%-- y las clases oprimidas-en EEUU las empresas esclavistas ETTs han pasado de 640.000 en 1987 a más de 3 millones en 1999-- debemos intensificar nuestras solidarias luchas de emancipación individual y colectiva. La independencia nacional-también la de Euskal Herria-es una de las aportaciones decisivas para la emancipación humana.

II

El pasado 11 de septiembre, las masas oprimidas del planeta contuvimos el aliento a la espera de las venganzas del imperialismo. Estamos acostumbradas a sus represalias que siempre son infinitamente más crueles y masivas que las supuestas ofensas-muchas de ellas sin demostrar-que dicen haber sufrido. De lo que sí estamos seguras es de que el imperialismo y sobre todo EEUU, estaba ya muy preparado para su respuesta al margen de cual y cómo fuera el ataque "provocador". Por ejemplo, una de las advertencias más serias del estudio de la CIA y el CNI sobre las perspectivas mundiales hasta el 2015, y las tareas estratégicas de los EEUU, conocido a finales de marzo del 2001, es la de la de la proliferación de armas de alta letalidad a disposición de múltiples enemigos. El estudio ratifica y confirma la creciente masa de informaciones sobre la facilidad de acceso a armas de media y alta letalidad, que no sólo de baja-en 1960-99 se habría duplicado el número de países que producen armas ligeras y se habría multiplicado por seis el de los países productores, y se ha generalizado el comercio ilegal y legal tanto por la corrupción masiva como por las políticas explícitas--, y encuadra esa realidad en un contexto de tensiones y conflictos múltiples en los que el hambre, la sed, la enfermedad y el caos serán el suelo sobre el que tendrán que actuar las selectas tropas imperiales.

De hecho, este estudio central ha sido conocido públicamente poco después del terrible discurso de Bush del 13 de febrero del 2001 en Norfolk, en el que sintetizaba la actual doctrina imperialista: disponer de las fuerzas terrestres más mortíferas y ligeras, de aviones capaces de machacar con muy alta precisión en cualquier parte del globo y de barcos capaces de maximizar la superioridad terrestre en cualquier costa de la tierra. La cohesión ideológica del discurso estaba cimentada por la campaña propagandística anterior a las elecciones presidenciales, en las que se acusaba a Clinton de blando e indeciso, y de propiciar así el debilitamiento del país. Su cohesión política venía ya adelantada también por el célebre texto de Brzezinski sobre los retos de los EEUU escrito a finales de 1997 --controlar Europa mediante la OTAN; controlar el área de la exURSS; dominar Oriente Medio, Asia Central e India, y sujetar a China con un especial trato económico-y que se convirtió rápidamente en la segunda Biblia de la derecha yanki. Por último, la cohesión autoritaria tendente a movilizar las fuerzas represivas internas, la vigilancia policial con la tecnología más sofisticada y con el control social masivo, venía de muy antiguo, de la época de la caza de brujas del macartismo, pero fue especialmente activado por el documento de la Casa Blanca de mayo de 1997 sobre la estrategia de la seguridad nacional en el siglo XXI. En este documento el segundo principio era el de prevenir el peligro de los ataque con "medios y desafíos asimétricos", es decir, de los ataques no convencionales realizados contra los puntos débiles internos de los EEUU.

Sin embargo, aunque es cierto el aumento de las llamadas "entidades caóticas ingobernables"-las crecientes áreas del planeta que sólo pueden ser controladas por el imperialismo mediante su presencia militar--, no lo es menos que su causa radica, por un lado, en el pudrimiento de las contradicciones del capitalismo mundial y, por otro lado, en las medidas que también toman potencias cono Rusia y China. Por ejemplo, las tesis de Brzezinski es incomprensibles al margen de la crisis socioeconómica del sudeste asiático y de Japón, pero también de la estrategia rusa expresada en otoño de 1993 por el mariscal Shaposhnikov según la cual Rusia no iba a ceder posiciones estratégicas en esas áreas. La advertencia rusa se produjo cuando Clinton impuso la doctrina estratégica de "dos guerra simultáneas" en conflictos de media intensidad, y cuando Colin Powell, actual cerebro militar de Bush, ratificó esa doctrina el 1 de septiembre de 1993. Ahora bien, con otros nombres menos llamativos, lo esencial de esa doctrina-la capacidad de mantener a la vez dos o más guerra de media y baja intensidad-era una característica de la famosa Doctrina de la Seguridad Nacional ideada por Kennedy. Incluso debemos retroceder como mínimo al sostenido esfuerzo de los EEUU en 1900-12 para dotarse de una Fuerza de Base Avanzada para incursiones rápidas y devastadoras de los marines desde China hasta Sudamérica, pasando por Africa. Relativamente pronto, en 1906, compró los primeros automóviles militares y para 1916 disponía de una fuerza motorizada dirigida por el general Pershing lanzada a la captura de la caballería de Pancho Villa tras su ataque a Columbus en marzo de año. Más aún, las actuales tropas especiales de incursión en la retaguardia enemiga y de contraguerrilla, no sólo fueron adelantadas en Vietnam y en la Segunda Guerra Mundial, por poner ejemplos conocidos, sino también desde comienzos de 1901 cuando MacArthur tuvo que reorganizar al desbordado ejército yanki para luchar contra la guerrilla independentista filipina, siguiendo lecciones aprendidas en las guerras contra los indios americanos.

No podemos entrar ahora al problema permanente en la historia y estrategia militar del equilibrio entre la potencia de fuego ofensiva, el blindaje defensivo, la velocidad y la autonomía de movimiento.

Este equilibrio decisivo pero extremadamente difícil de lograr y más difícil aún de mantener ante los rivales, ha intentado ser resuelto definitivamente por el imperialismo mediante la conjunción de varios cuerpos o niveles diferentes pero integrados en una doctrina y en un paradigma nuevo. Uno, desprecio de la ONU y otras instituciones internacionales; dos, nueva guerra de las galaxias tras el fracaso de Reagan; tres, impresionante esfuerzo tecnológico convencional; cuatro, nuevas armas de guerra biológica y de bioarmas; cinco, espionaje global con las más sofisticadas tecnologías; seis, militarización privada y pública de la vida colectiva e individual, con especial papel de la industria político-mediática que incrementa su función paramilitar, y, siete, potenciación de del occidentalismo y de la cultura yanki. Estas características estaban en funcionamiento antes del 11 de septiembre, y los acontecimientos de este día y de los posteriores sólo han supuesto una aceleración y extensión de la estrategia previa. Si algo nuevo ha supuesto el 11 de septiembre es la súbita certidumbre de que pueden cumplirse parte de los peores augurios de los informes citados y de otros más. Es cierto que la propaganda yanki ha magnificado en extremo la peligrosidad de la "bomba de los pobres", mezclando y confundiendo interesadamente las armas atómicas portátiles con las químicas y biológicas. Pero no es menos cierto que estas últimas, las biológicas, son más fáciles de fabricar y mantener. Por ejemplo, se ha estudiado que diseminando en una noche de vientos moderados sólo 100 kilos de bacilos de carbunco en una ciudad como Washington cubriría una superficie de 300 km2 matando de entre1 a 3 millones de personas. Si el 20 de marzo de 1995 en el metro de Tokio la secta Aum Shinri Kio hubiera utilizado en vez del gas sarin-agente nervioso GB-- las toxinas butólicas que también tenían almacenadas, los muertos hubieran sido decenas de millares.

Como ha sucedido muchas veces en la historia de las guerras, al margen de su calificación legal, los oprimidos o los más débiles, han terminado por superar las doctrinas y las armas de los opresores o más fuertes recurriendo a la imaginación, a la inventiva o, simplemente, a otra racionalidad incomprensible para el poderoso. Los suicidas no son infrecuentes en las guerras, pero la combinación de factores del 11 de septiembre ha superado totalmente a los sistemas de seguridad yankis. Y un factor ha sido la muy débil centralidad operativa de su seguridad, troceada entre 20 entidades gubernativas y otras 40 federales. Una vez más, frente al poder dominante la inteligencia y la determinación. Al margen de otras consideraciones sobre las acciones suicidas en EEUU, los pueblos oprimidos debemos aprender de la experiencia no sólo norteamericana sino imperialista en general, de sus recursos, tácticas y estrategias, pero también de sus debilidades. Una vez más, la independencia nacional aparece frente a la práctica de la muerte por el capitalismo, como una conquista imprescindible para detener tanto horror porque, en resumen, la actual doctrina militar estadounidense, que responden a sus necesidades históricas, está llevando al máximo su ataque destructor a y de las culturas nacionales, las lenguas y culturas de los pueblos oprimidos e indefensos.

El Pentágono, la CIA y muchas transnacionales norteamericanas-Walt Disney, por ejemplo-propagan intensa y extensamente el "modo de vida norteamericano". De este tema crucial vamos a tratar en el tercero y último apartado.

III

El pasado 11 de septiembre la industria político-mediática-"prensa"-reaccionó al instante aplicando una estrategia desinformativa muy estudiada en lo referente al control del impacto emotivo y psicopolítico en las masas norteamericanas, censurando casi totalmente, en la medida de lo posible, las imágenes sangrientas y espeluznantes. La prensa ha dedicado páginas enteras a esa "humanitaria" tarea de ocultar el sufrimiento, precisamente por medios cargados de una violencia extrema y permanente. De igual modo, han hecho lo imposible por cortar de raíz toda reflexión sobre la veracidad o no de las críticas a las imágenes de la CNN sobre la supuesta alegría de unos pocos niños y adultos palestinos. No negamos lo importante de estas reflexiones, pero además de decir que se trata de una táctica ya practicada en la guerra de las Malvinas a comienzos de lo '80, y luego repetida a escala mucho mayor-Grenada, Panamá, Irak, censura de los motines urbanos de 1992 y después en USA, OTAN en la exYugoslavia, fuerzas de "ayuda humanitaria" en Africa, persecución del periodismo crítico en Palestina por parte de Israel, etc.--, además de esto, tenemos que decir que el problema verdadero, crucial, es el de, por un lado, la fusión de la industria político-mediática con la doctrina militar y, obviamente, con el capital yanki en sí mismo y, por otro lado, el efecto de esa dinámica en las naciones oprimidas, en sus culturas y lenguas, en su capacidad creativa de adecuar sus tradiciones a las nuevas necesidades.

D. Campbell publicó el 6 de septiembre del 2001 un excelente artículo sobre la influencia del Pentágono en la industria del cine de Hollywood, y entre muchos ejemplos citaba a un ejecutivo de la Disney que pedía el apoyo del ejército USA para lograr que una película suya-Armagedon-- fuera la "gran película de 1998" que pondría de manifiesto la competencia, el liderazgo y el heroísmo yanki. Desde finales de 1999 el imprescindible texto "Quién Pagó: La CIA y la Guerra Fría Cultural", de la investigadora F. S. Saunders, denunciaba que intelectuales como I. Berlin, S. Spender, D. Bell, H. Arendt, R. Arond, G. Orwell y otros muchos, habían sido financiados directa o indirectamente por la CIA, elevados a la fama y publicitados en el mercado intelectual, y lo mismo sucedía con revistas progresistas como New Leader, Partisan Review, Encounter, etc. Salía así al conocimiento público uno de los métodos de manipulación cultural y política más sofisticados y permanentes. Por ejemplo, los servicios británicos han contado entre los siglos XVI-XX con autores como Marlowe, Defoe, MacNally, Burton, Maugham, etc. En 1887 la policía, The Times y un criminal llamado Pigott, falsificaron documentos para acusar el político irlandés S. Parnell de connivencia con la lucha armada de sus compatriotas fenianos. Poco antes, Marx analizó en el Libro III de El Capital cómo la burguesía y la Iglesia alienaban a las masas corrompiendo e integrando a sus miembros más aptos. Cuando César Augusto se dotó de propagandistas como Horacio, Mecenas, Virgilio, Ovidio, entre otros, aplicaba lo que Anne Morelli llamaría dos milenios más tarde el octavo principio del decálogo elemental de la propaganda de guerra fría, caliente o tibia: "los artistas e intelectuales apoyan nuestra causa".

El casi instantáneo control mediático del 11 de septiembre se inscribe, como decimos, en esta milenaria manipulación que en la actualidad cuenta con nuevos recursos tecnológicos, con efectos alienadores prolongados en el tiempo al ir dentro de una presión continuada y global muy anterior, desde luego, al 11 de septiembre Para comprender el efecto mundial de las internas relaciones entre la doctrina militar de EEUU, su industria político-mediática y la opresión de las naciones debemos mirar más allá del Medio Oriente y Asia Central, por ejemplo a América Latina donde a finales de 1995 la CEA-Conferencia de Ejércitos Americanos-reunida en Argentina asumía las directrices de EEUU según las cuales debían realizar "tareas sociales" en la lucha contra las guerrillas y luchas de masas, contra el narcotráfico-el no controlado por los servicios yankis-y, cómo no, contra la pobreza. Este plan exigía centralizar desde la prensa hasta la educación, pasando por el parlamentarismo y la guerra sucia, pero, fundamentalmente, la supeditación total de la soberanía latinoamericana a EEUU. La inhumana estrategia de la dolarización que está destruyendo a aquellos pueblos, es incomprensible sin reuniones como la de la CEA de finales de 1995, o como la de 1973 en Caracas, en la que Kissinger explicó a los comandantes de la CEA que el problema era optar por el creciente nacionalismo de los pueblos o por la colaboración con USA. De hecho la colaboración había comenzado en la década de 1960 cuando las corporaciones ITT, RCA-NBC, CBS, etc., hundían profundamente sus instrumentos mediáticos globales, incluidos los educativos e infantiles, en países como Argentina, Brasil, Venezuela, México, Perú, Costa Rica y otros. Harold Hendrix, jefe de relaciones públicas de ITT para América Latina y pieza clave en el golpe de Pinochet en Chile fue el vocero periodístico de EEUU sobre los cohetes soviéticos en Cuba en octubre de 1962, recibiendo el premio Pulitzer por ello.

La tremenda efectividad alienadora de estos instrumentos radica en que dirigen todos los medios de sojuzgamiento hacia la continuación del capitalismo porque nacen de las mismas entrañas de la fiera, del monstruo. Es la necesidad ciega de la acumulación la que, según el desarrollo de cada capitalismo estatal, la que explica sus características secundarias y su velocidad de expansión. Por ejemplo, si comparamos las estrategias de guerra propagandística y psicológica durante 1914-18, cuando aparece el tratamiento científico de la manipulación de masas, entre Gran Bretaña, EEUU y Alemania, vemos que fueron los segundos, EEUU, quienes más avanzados estaban en la imbricación entre marketing comercial y propaganda militar al relacionar el Comité de Información Pública dirigido por un influyente editor de prensa, G Greel, y la Sección Psicológica o G-2D, del ejército.

Esta experiencia se aplicó al poco tiempo a Gran Bretaña con la creación de un único comité conjunto en el que los militares trabajaban con empresarios expertos en ventas y propaganda consumista. Y es que la lógica mercantil, es decir, de supeditación del valor de uso al valor de cambio, al dinero, es la base esencial y primaria de la alienación por lo que tanto militares como empresarios tienen y usan la misma lógica sustantiva. Por eso mismo, al acabar guerra la prensa reforzó rápidamente su naturaleza de industria político-mediática aumentando el peso del marketing y de la publicidad consumista. En 1922 el que sería presidente de EEUU y a la sazón secretario de Comercio, H. Hoover, se quejaba del poder ascendente de la publicidad incluso en los medios públicos, mas su expansión era incontenible y en el debate parlamentario de 1934 perdieron los partidarios de reservar incluso sólo el 25% del espacio en ondas para operaciones no lucrativas y educativas. Había triunfado el dinero como expresión suprema del "modo de vida norteamericano". Triunfo del que eran conscientes intelectuales europeos, como R. Aron que en 1931 escribió sobre el "cáncer americano", o L. Pirandello, Premio Nobel de Literatura de 1934 que escribió contra la invasión del americanismo.

Una de las manipulaciones masivas más sostenidas en el tiempo es la que sufrió la Europa capitalista tras 1945 para olvidar el cáncer americano y legitimar su "modo de vida" frente al "comunismo soviético".

Desaparecida la URSS y aparecida la Unión Europea, esa manipulación se plasma en tres grandes frentes, uno, mantener la legitimidad de los Estados europeos existentes, sobre todo de los que se sostienen oprimiendo a otros pueblos en su interior, como el español y el francés; dos, a la vez, crear la ficción de la "ciudadanía europea" que en ningún momento cuestiona la de los Estados existentes y, tres, enlazar esa ciudadanía con el occidentalismo como máxima expresión del progreso humano. Los tres frentes son a su vez otras tantas patas del moderno racismo europeo de la "civilización occidental" tan querido por el corrupto y fascista Berlusconi. Esta ideología es un sostén imprescindible para un capitalismo en crisis, y hunde sus raíces en intelectuales burgueses tan decisivos como Kant, Schopenhauer, Hegel y otros. Sobre esta aparente complejidad tan fácil de entender sin embargo, prolifera la palabrería globalizadora sobre la "extinción del Estado" y la "desaparición de las naciones". Una cosa es la implacable persecución de las lenguas y culturas, y otra es la propaganda interesada y falsa de la "extinción del Estado".

Los Estados no se están extinguiendo, sino que unos pocos Estados capitalistas están destruyendo las culturas y las lenguas de la mayoría de los Estados empo-brecidos, y sobre todo de las naciones oprimidas y sin Estado propio. Según el "Atlas de Idiomas en Peligro" de la UNESCO, ya han muerto 234 lenguas y el 90% de los idiomas habrán desaparecido en un siglo si no se detiene su destrucción. Actualmente existen no menos de 211 Estados formalmente independientes pero de estos sólo 17 de ellos cuentan con alguna o con varias de las 200 grandes multinacionales que destrozan el planeta. Peor aún, de esas 200 grandes ni más ni menos que 176 tienen sus raíces en 6 Estados-cuna y 74 en EE.UU. Si estudiamos las grandes transnacionales no estadounidenses vemos que Japón tiene 152, Gran Bretaña 75, Estado francés 47, Alemania 42, Canadá 22, Italia 15 y, por ejemplo, el estado español 1. Mucho más crudo es todavía el saber el 80% tienen su Estado-cuna en alguno de los 7 que forman el famoso G-7, y Suiza, Suecia, Holanda, Austria y Corea justo pasan de la docena. Frente a esta ma-quinaria de exterminio lingüístico-cultural y nacional, los pueblos oprimidos sólo tenemos la alternativa de la independencia estatal y del internacionalismo solidario.

EUSKAL HERRIA, 2001-09-29

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