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De las Madres de Mayo he admirado y admiro muchas cosas, sobre todo su valor, ese valor indescriptible para enfrentarse durante años a un Gobierno atroz que les arrebató a sus hijos, a sus nietos y sembró su vida de dolor y tristeza. Desde el silencio de Plaza de Mayo las frágiles y cansadas siluetas de estas mujeres se convirtieron en la denuncia viva y trágica contra las torturas y asesinatos cometidos por unos gobernantes cuyo objetivo era «salvar» a Argentina, no de las acciones de los Montoneros como afirmaron en muchas ocasiones, sino de las «garras del marxismo» y de cualquier ideología cercana a la izquierda que luchase por una sociedad más justa e igualitaria.
Ellas convirtieron la incansable búsqueda de sus hijos en una lucha por la verdad, la dignidad, la libertad y la defensa inquebrantable de los derechos humanos. Por eso cuando las Madres de Mayo hablan de estados violentos y terroristas saben de qué están hablando. Muchos de sus hijos desaparecidos fueron detenidos por pertenecer a partidos, colectivos o sindicatos de izquierda, por dirigir asambleas en sus lugares de trabajo, por plantear proyectos alternativos a los discursos capitalistas... Algunos sólo tenían 16 años y su único delito fue representar a sus compañeros de clase para pedir una enseñanza más igualitaria. Y mientras esto sucedía, mientras las madres de Mayo luchaban y se agarraban con fuerza al coraje que da la desesperanza y el dolor, los militares y políticos afines que firmaban las detenciones y ordenaban la desaparición de sus hijos eran recibidos sin preguntas por los gobernantes españoles (muchos de ellos en la actualidad militantes y dirigentes del PP), y también por algunos periodistas que con un breve y superficial reciclaje ideológico, hoy enarbolan con cierta desfachatez la etiqueta de «demócratas de toda la vida». Por eso no es extraño que las declaraciones de las Madres de Mayo y de su presidenta Hebe de Bonafini, les haya hecho tanta mella. En el silencio de sus pensamientos no nombrados saben que ellas tienen razón. Saben que el PP no sólo quiere acabar con ETA, sino también con el nacionalismo, con las libertades de Euskal Herria y con cualquier vestigio de ideología de izquierdas que se enfrente a las directrices del nuevo orden económico.
En resumidas cuentas, Hebe de Bonafini y las Madres de Mayo han dado en el clavo. Y es que cuando se ha conocido el dolor profundo del horror y se ha luchado contra él, es fácil reconocer la demagogia y el estilo político de quienes siempre han defendido su práctica, es decir, la derecha.
Amparo Lasheras, 1 noviembre´00
Kolectivo
La Haine
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