Sobre las mentiras difundidas en la prensa española sobre la izquierda abertzale

El peor de los mentirosos se cree sus propias trolas

x Maite Soroa - GARA

El fin de semana, sin duda, es el tiempo de relax en el que todo el mundo baja la guardia, olvida siquiera por unas horas la tensión habitual y, como los porteros de fútbol en tiempo de descuento, encaja más goles. Será por eso que los medios de comunicación reservan las piezas más fétidas para colocarlas en el mercado en domingo. Como los pescados de varios días, la pieza periodística tumefacta y rodeada de moscas se envuelve en el periódico del domingo para que el consumidor ingiera la cicuta sin percatarse del sabor a almendras amargas de la estricnina.

Este domingo pasado, sin ir mas lejos, "El Mundo" ofrecía una trucha de tres semanas, con más moscas que el rabo de un pollino, a precio de lubina. Titulaban la pieza «Visita a donde beben a la salud de ETA». Ya está todo dicho. Y la firmaba un tal Aníbal C. Malvar, a caballo entre Aníbal el que cruzó los Alpes a lomos de un elefante y Anibal Smith, el del «Equipo A». En cualquier caso, un héroe. El primer párrafo del presunto reportaje sobre las herriko tabernas ya lo decía todo: «Al camarero se le puede pedir un zurito, un txikito, un pintxo de tortilla con pimientos o información sobre cómo y dónde pagar el impuesto revolucionario que demanda la banda terrorista ETA».

Aníbal, como el héroe primigenio, se adentra en los barrancos y desfiladeros de una herriko taberna que identifica como 'Herria', en Donostia, y nos cuenta una historia de terror en la que no faltan elementos de tanto valor probatorio como los que siguen: «hay que ser muy inocente o ya decididamente imbécil para no percibir que se entra en un local que es algo más que un lugar de ocio». Yo, la verdad sea dicha, he entrado un par de veces en 'Herria' y les aseguro que Aníbal acierta en la segunda de las posibilidades, aunque en sentido opuesto.

Para describir los santuarios que ha visitado con evidente riesgo, el reportero Anibal nos cuenta que las herrikos se reconocen, entre otras cosas, por «la ausencia generalizada de televisor». Hago memoria y no recuerdo ni una sola herriko que no lo tenga a la vista de todo el mundo. Pero Aníbal, claro, ha viajado de incógnito y se ha percatado de cosas que nos están vedadas al resto de los mortales. Por ejemplo, que «por supuesto, la coca-cola» está prohibida. Huelga decir que los empresarios se agolpan en la barra para pagar el impuesto revolucionario. El peor de los mentirosos es el que se cree sus propias trolas.

msoroagara.net

 
         
   
 

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