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Cuando resta poco más de un año para que desaparezca el Servicio Militar Obligatorio las organizaciones antimilitaristas y los movimientos de insumisión se felicitan, legítimamente, de esta victoria. Hoy se celebra el último «sorteo de mozos», la última lotería en la que el premio no es otro que conocer el destino para un secuestro legal, y este hecho ha movido a los protagonistas de la larga lucha contra la «mili» a recordar que el trabajo, el compromiso, la coherencia de miles de jóvenes han sido las bases firmes en que se ha sustentado su desaparición.
Sin embargo, se acaba con la punta del iceberg, no con su base, que no es sólo la existencia del Ejército, que no es sólo su carácter y misión antidemocrática, sino que es el militarismo y sus valores que, desgraciadamente, están muy instalados en esta sociedad. El Estado está queriendo imponer con toda la fuerza del Estado de Derecho la tolerancia, el pacifismo y la negación de toda violencia, pero a nada que se rasque esa máscara se descubre que reniegan sólo de algunos tipos de violencia, toleran aquellos comportamientos que no les incumben en demasía, y se muestran pacíficos mientras mantengan bien atados los instrumentos para la pacificación social. Y así nos luce el pelo.
En los medios de comunicación aparece diáfana la mentira de esa defensa de valores pacifistas. Como el agua. Invierten toda su demagogia «no violenta» en abordar temas como la kale borroka, las acciones de organizaciones armadas, y toda acción de disidencia. Sin embargo, como la sociedad del pensamiento único que este maldito régimen dominante está configurando se divide en blancos y negros y rechaza los grises, no cabe poner en cuestión ninguna de las bases del Estado, ni criticar sus instituciones. Y en la tarea de «dignificar» instituciones básicas del Estado como la Monarquía o el Ejército, no sólo invierten sus mejores esfuerzos los medios de carácter conservador, sino también quienes presumen de ideología progresista. Ya se sabe, más vale una España roja que rota. Léase el reportaje dedicado a las mujeres de la Legión en el último número de "El País Semanal". Su tono jocoso, condescendiente y ligero elude la crítica, la imagen cutre, el cuestionamiento. Sin duda, muy a tono con el sentimiento de los miles de jóvenes que suspiran aliviados por la desaparición de la mili y en entera concordancia con el rechazo a la violencia que con tanto ahínco dicen defender. Ahínco sólo similar al entusiasmo militarista y violento de la Legión.
Txotxe Andueza, 8 noviembre´00
Kolectivo
La Haine
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