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Afortunadamente, Garzón no sumó ayer cuatro presos de conciencia más a la inmensa lista que atesora gracias a su famosa serie de sumarios-trampa. Habrá que dejar para expertos juristas y psiquiatras la interpretación del hecho de que un mismo juez envíe a la cárcel a personas a las que acusa de pertenencia a Ekin, por ejemplo, y deje en libertad sin cargos a quienes acusa de pertenencia a ETA. En cualquier caso, el proceso de criminalización del euskara como seña identificadora de la soberanía vasca está en marcha.
Garzón procesa a militantes de Ekin, Xaki, Fundación Joxemi Zumalabe, AEK o cualquier otra organización vasca, no porque cualquiera de ellas le moleste especialmente, sino porque en ellas ve peldaños que le llevan a un objetivo mucho más ambicioso. Tan ambicioso como los que establece la misma Constitución española y todo el ordenamiento jurídico que la acompaña, ponen en práctica las instituciones básicas del Estado de las que la Judicatura forma parte, y defienden a capa y espada los partidos políticos que, alternativamente, sustentan la gestión gubernamental. Esos objetivos que la Junta de Defensa Nacional resume en su Directiva de Defensa, de esa forma tan directa y rotunda en que se expresan muchas veces las órdenes militares, como «garan- tizar la soberanía de España, su integridad territorial y orden constitucional».
Es Euskal Herria como proyecto, como ideario a defender, como expresión de rebeldía, como negación de la imposición, como ente colectivo, lo que Garzón, en su ámbito, está combatiendo. Marcado el objetivo, su papel es buscar y rebuscar los instrumentos que pueden hacer avanzar a Euskal Herria, y atacarles con las armas jurídicas que han puesto en sus manos.
Hay quien dice que la acción armada de ETA provoca estos ataques y dificulta la respuesta. Hay quien ve pasar la mano represiva una y otra vez por encima de su cabeza, deseando que no se pose en la suya. Hay quien reacciona con incredulidad ante lo propio, pero asume con una tranquilidad pasmosa lo ajeno. Hay quien confunde medios con fines, río revuelto en el que está pescando, con pelágicas, el Estado en el barco de Garzón.
Y sin embargo, todos somos sospechosos. Lo es Euskal Herria. Es la soberanía de este pueblo, es cualquier objetivo de libertad y democracia, lo que está en el punto de mira de este PP rampante, de este Estado.
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La Haine
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