x Roberto Delgado "Me llaman el desaparecido Miles de luchadores han sido ilegalizados. Ahora
por pegar un cartel les aplican la ley antiterrorista. Si queman un
cajero automático pertenecen a banda armada. Si les van a enjaular
durante 10 años por eso, el día del juicio muchos se van
volando deprisa deprisa a rumbo perdido, muchos se rinden y muchos otros
eligen el camino de las armas. Los barrios se llenan de fantasmas. Las órdenes
de Garzón se cristalizan en hombres uniformados, armados y encapuchados
que precintan sedes, periódicos, radios... y pasada la medianoche
asaltan las casas y se llevan a los que molestan, a ser posible a los
mejores, los más conscientes y activos. En dependencias policiales les amenazan, les aplican
la bolsa, el submarino y los electrodos. Yo pensé que la picana
eléctrica era cosa de los tiempos de Videla en la dictadura argentina
de los 70, pero me equivoqué. Garzón juega a encarcelar
a los torturadores de entonces mientras hoy lleva a la tortura a los
que luchan. Aquí es allí y allí es aquí.
Te vienen a buscar aunque los policías de civil no van en Ford
Falcon. Los centros militares de detención, la Escuela de Mecánica
de la Armada, son las comisarías del Estado español. Y en las cárceles les quitan todo, la máquina
de destrucción psicológica cuida hasta los más
mínimos detalles. Les prohiben los estudios, les boicotean los
escasos minutos de visita, convierten las celdas en camisas de fuerza.
Tal es así que algunos, en ocasiones, prefieren la "tranquilidad"
de los calabozos de aislamiento. Mientras los juicios políticos
se desenvuelven, los presos mantienen la esperanza de poder salir. Pasados
dos años, los psicólogos del movimiento aconsejan que
intenten hacerse a la idea de que su vida no está en la calle
sino en la cárcel. "Se viene el estallido, El movimiento antirrepresivo continúa dando
pasos al frente a través de los grupos anti-tortura. A puñados,
jóvenes perseguidos judicialmente se forman en ETA; prefieren
morir de pie en la lucha armada antes que vivir de rodillas en las cárceles.
La desobediencia de masas se visibiliza en multitudinarias manifestaciones
ilegalizadas, abriendo caminos desde la gran movilización del
14 de septiembre de 2002 salvajemente reprimida por estar, según
Garzón, "convocada por ETA", hasta las elecciones del
25 de mayo de 2003, donde casi 170.000 personas (cerca del 12% del electorado)
votaron nulo, protesta e ilegal. Hablamos de un porcentaje de la población
fuertemente organizada y con una conciencia política altísima. Tras las elecciones en las raices profundas y rebeldes
de Euskal Herria se ha iniciado un debate; una intensa discusión
en silencio, a escondidas. Los susurros de oido en oido pretenden evitar
que las fuerzas policiales engorden aún más sus largos
informes e historiales de militantes. Los infiltrados hacen muy bien
su trabajo y lo seguirán haciendo. A pesar de que la ilegalización de la disidencia
ha intentado abrir una grieta entre los aspirantes a las instituciones
y los aspirantes a la transformación radical, avanza este debate
que supone el primer peldaño de una inevitable nueva fase de
lucha. Una etapa de reestructuración desde la base que pretende
hacer florecer espacios de organización y democracia real al
margen de las leyes actuales. Los gobiernos español y vasco han
empujado a la izquierda independentista hacia el rinconcito de la ilegalidad,
pero en ese pequeño espacio hay escondido un secreto que sólo
los luchadores vascos conocen. Desde Kamchatka, desde la resistencia
se logrará que finalmente salga el sol en ese país de
invierno. Pasando por los chiapanecos Comités Clandestinos Revolucionarios Indígenas hasta el amplio y clandestino Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia, nos encontramos con que les toca ahora a los indígenas europeos burlar la ley, esta vez en el corazón de la grande Babylon. robe_delgado@yahoo.com
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