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Gramsci, Lenin y la cuestión de la hegemonía
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x Augusto C. Buonicore
Se ha creado una mala costumbre: separar a un autor respecto de las
bases teóricas que les servían como soporte; separarle
de sus presupuestos teóricos e históricos inmediatos.
Esta separación ha hecho que algunos otorguen los méritos
del pensamiento original, en el sentido de exclusividad, a autores cuyo
gran mérito fue precisamente desarrollar tesis elaboradas por
otros, aunque enriqueciéndolas. En los trabajos académicos
sobre Gramsci, parece ser bastante común este procedimiento.
Se estudia, se escribe sobre el pensamiento de Gramsci desvinculándolo
de sus presupuestos teóricos y políticos inmediatos, que
fueron el pensamiento y la acción política de Lenin. Y
Gramsci fue, en mi opinión, por encima de todo, un leninista.
Mucho de lo que se le atribuyó como contribución exclusiva
no es más --y esto es mucho-- que la aplicación original
de las tesis defendidas por Lenin. No queremos aquí reducir al
mínimo la importancia de quien fue, como está reconocido,
uno de los principales teóricos marxistas del siglo XX. Lo que
pretendemos es recolocar su producción teórica de pie,
ya que, en cierto sentido, está al revés.
Tal vez nuestra primera zambullida en el concepto de hegemonía
puede mostrarnos la íntima relación existente entre el
pensamiento de Lenin y la obra de Gramsci respetando, es evidente, los
limites históricos de estos autores que, aunque contemporáneos,
tuvieron vivencias y experiencias políticas bastantes diferenciadas,
transitando por situaciones históricas muy particulares.
Lenin y la hegemonía
Fue el propio Gramsci quien, en diversos pasajes de su obra, reconoció
la paternidad leninista del concepto de hegemonía. Afirmó:
"El principio teórico-político de la hegemonía
(...) es la mayor contribución teórica de V. Ilich a la
filosofía de la praxis". En otro texto, reafirmó
esta idea: "Es posible afirmar --dijo Gramsci-- que la característica
esencial de la filosofía de la praxis más moderna (refiriéndose
a Lenin) consiste en el concepto histórico-político de
hegemonía".
Estas afirmaciones, extraídas de sus 'Cuadernos de la Cárcel',
son pruebas más que suficientes de que Gramsci no pretendió
crear algo esencialmente nuevo y sí desarrollar algo ya existente
(al menos, en lo que se refiere al concepto de hegemonía), algo
que sería para Gramsci el "punto esencial" del marxismo,
"la mayor contribución teórica" de Lenin.
El concepto de hegemonía fue, ciertamente, como afirmó
Gramsci, una de las mayores aportaciones de Lenin a la ciencia política
marxista, aunque, contradictoriamente, como recordó Luciano Gruppi,
pocas veces esta terminología haya aparecido en su obra, y las
pocas veces que se utilizó ese término fue durante el
breve espacio de tiempo que precedió a la revolución de
1905.
Veamos entonces cómo surgió este concepto en la obra
de Lenin durante este corto período de tiempo. Afirmó
Gramsci: "Según el punto de vista del proletariado, la hegemonía
pertenece a quien lucha con mayor energía (...), al jefe ideológico
de la democracia". Por tanto, hegemonía tuvo para Lenin
el evidente sentido de dirección política, y sólo
podría elaborarse cuando una clase abandonase su visión
exclusivista de corporación; en el caso del proletariado, cuando
abandonase la visión economicista --y corporativa-- de la lucha
exclusivamente sindical, y se aferrase al hilo conductor de las grandes
transformaciones que es la lucha política revolucionaria. Si
el proletariado, en cuanto clase, quisiera construir su hegemonía
política sobre el conjunto de la sociedad, debería abandonar
el "estricto limite de la lucha económica contra el patrón
y el Gobierno", y situarse en la línea del frente de las
luchas "contra cualquier manifestación de arbitrariedad
y de opresión, donde quiera que se produzca, cualquiera que sea
la clase o grupo social afectados." Tener hegemonía significaba
para el proletariado, ante todo, ganar para su lado a la mayoría
de las clases subalternas, mas para esto seria preciso que el proletariado
fuese la dirección más consecuente de su lucha, portavoz
auténtico de las aspiraciones del conjunto del pueblo. Podemos
decir que, en Lenin, el concepto de hegemonía se articulaba con
otro concepto central, el de vanguardia, entendido como dirección
de un arco, más o menos amplio, de alianzas.
No obstante, ser vanguardia no se podría afrontar sólo
como un acto de "autoafirmación revolucionaria". Para
que una fuerza política se constituya como vanguardia sería
necesario que se inserte en la acción política de las
masas populares. Para ello, no bastaba llamarse vanguardia sino que
sería preciso "proceder de forma que todos los demás
grupos se diesen cuenta y se viesen obligados a reconocer" que
los socialistas marchaban al frente. Y terminó diciendo: "Los
representantes de los demás grupos (no) serían imbéciles
hasta el punto de reconocer que somos vanguardia sólo porque
lo decimos".
En los primeros años del siglo pasado, los socialdemócratas
rusos se vieron divididos en relación con la respuesta que dar
a una serie de cuestiones, entre ellas: ¿El proletariado debería
o no participar en el proceso de revolución burguesa? ¿Debería
o no procurar dar a esa cuestión una solución de continuidad
que le favorezca? ¿Debería o no ejercer el papel dirigente?
En particular, cuanto se plantearon estas cuestiones, se levantaron
quienes afirmaban que el proletariado no debería participar como
fuerza dirigente del proceso revolucionario. La revolución burguesa
debería ser obra exclusiva de la propia burguesía. El
proletariado sólo debería dar su consentimiento, apoyándola
"críticamente", sin el trabajo de sus manos. Debería
esperar, con paciencia, su vez. Para quienes la cuestión del
poder para la clase obrera no estaba situada en el orden del día,
la hegemonía tampoco era un problema que resolver.
Mas, para Lenin, al contrario, el problema del poder político
estaba planteado desde el primer día, y la conquista de la hegemonía
se constituía en un problema clave que debería comenzar
a resolverse teórica e políticamente. Ganar al conjunto
de las clases subalternas para su dirección política es
la tarea primera del proletariado revolucionario y de su partido político.
Es la tarea a la que Lenin se lanzó con todas sus fuerzas, durante
toda su vida de militante.
¿Cómo afrontaba Lenin la cuestión de la
conquista de la hegemonía en 1905?
Al contrario de los mencheviques, que afirmaban que el proletariado
debería abandonar la dirección de la lucha política,
durante la primera fase de la revolución, en manos de la propia
burguesía, Lenin defendió la tesis de que el proletariado
debería procurar mantenerse en la dirección del movimiento.
"No sólo podemos --afirmó Lenin-- sino que debemos
dirigir de cualquier forma esa actividad de los diversos grupos de oposición
si queremos ser vanguardia".
Lenin continuó: "Pero si queremos ser demócratas
avanzados (vanguardia de la lucha contra la autocracia) debemos tener
la preocupación de incitar a pensar exactamente quienes sólo
están descontentos con el régimen universitario, o sólo
con el régimen de los 'zemstvos' (...), a pensar que todo el
régimen político carece de valor. Nosotros debemos asumir
la organización de una amplia lucha política bajo la dirección
de nuestro partido."
La conquista de la hegemonía para el proletariado significaba
también, y principalmente, la conquista de las masas de campesinos,
y esto sólo seria posible con la elaboración de un programa
mínimo que incluyese la reivindicación de la propiedad
de la tierra, reivindicación de cuño burgués que,
contradictoriamente, va más allá de los límites
que la burguesía liberal deseaba con su proyecto de revolución.
Por tanto, la conquista de la hegemonía exigía ciertas
concesiones del proletariado a las demás clases subalternas,
a veces hasta ciertas fracciones de las clases explotadoras. La hegemonía,
en cuanto resultado del proceso de conquista de la dirección
política, exigía la atención de algunos intereses
específicos de estas clases y fracciones de clases, sin lo que
cualquier propuesta seria frase vacía. Lenin afirmó: "Sólo
estableciendo una relación de amplia alianza con los campesinos
el proletariado puede convertirse en fuerza dirigente de la revolución
y puede romper con el nexo entre la revolución democrática
y la hegemonía burguesa".
Para Lenin, el problema de la construcción de la hegemonía
del proletariado fue clave, no sólo en los períodos que
anteceden a la revolución, como instrumento necesario para la
conquista del poder político, sino también en los momentos
posteriores de construcción de una nueva sociedad.
Lenin tuvo el mérito de rescatar el marxismo del cenagal del
economicismo donde, en grande medida, había caído después
de la muerte de Engels. Rescató el papel activo de los hombres
organizados en partidos políticos como agentes vivos del proceso
de transformación social. Una transformación que se da
fundamentalmente en la esfera de la lucha política de masas.
En esta elección, abierta por Lenin, seguiría Gramsci.
Gramsci y la hegemonía
"Los comunistas turineses habían planteado concretamente
la cuestión de la hegemonía del proletariado, es decir,
la base social de la dictadura del proletariado y del Estado proletario".
Así, Gramsci abordó el problema de la hegemonía
en su obra clásica 'La cuestión meridional', donde podemos
ver que, para él, al menos en esta obra anterior a su estancia
en la cárcel, hegemonía y dictadura eran aspectos indisociables
del poder obrero y popular.
Pero existía una condición para que se lograse la hegemonía
del proletariado. "El proletariado --afirmó-- puede convertirse
en la clase dirigente dominante en la medida en que logre crear un sistema
de alianzas de clases que permita movilizar contra el capitalismo y
el Estado burgués a la mayoría de la población
trabajadora." Era preciso ampliar la base social de la revolución
y del nuevo poder que surgiría; por tanto, era necesaria la construcción
de un amplio frente bajo la dirección política y cultural
de la clase obrera y de su partido político: el Partido Comunista.
Luciano Gruppi nos recordó que, al contrario de Gramsci, Lenin,
en sus textos, parecía reducir el concepto de hegemonía
a un "determinado tipo de alianza", sin utilizar jamás
el término para designar el propio ejercicio de la dictadura
del proletariado. El motivo, según Gruppi, seria que Lenin estaba
"empeñado en una polémica directa, en una áspera
lucha contra los reformistas, contra los social demócratas que
negaban el concepto marxista de dictadura del proletariado".
En mi opinión, Gruppi, aquí estaba acertado sólo
en parte. El refuerzo, o mejor dicho, el rescate del término
'dictadura del proletariado', no se dio, exclusivamente, por causa del
fuerte debate ocurrido en el seno de las corrientes socialdemócratas,
sino fundamentalmente debido a la precisión del término.
Para Lenin, el ejercicio de la dictadura del proletariado presuponía
la hegemonía política de esta clase, y era un componente
necesario para la construcción y la estabilidad del nuevo Régimen.
No obstante, los dos conceptos --dictadura y hegemonía-- no
se confundirían (aunque esta confusión pueda existir en
algunas partes de la obra de Gramsci), pues la primera se refería
a la esencia particular del nuevo poder que surge --el Estado obrero--
conviene acordarnos de la fórmula concisa de Engels: Estado es
igual a dictadura de clase; el segundo señalaba la dirección
político-ideológica que forjaría la base social
necesaria para la conquista del poder político y la construcción
del Estado socialista.
En este sentido podemos afirmar que el concepto de hegemonía,
aunque no explicitado, estuvo presente en toda la obra política
de Lenin, ganando mayor importancia durante los períodos revolucionarios
(1905 y 1917) y también en los primeros años de construcción
del poder socialista, traduciéndose en el difícil problema
de la alianza entre obreros y campesinos, entre los obreros y la intelectualidad
formada en el seno de la sociedad capitalista, etc.
Gramsci afirmó: "El proletariado, mediante su partido político,
consigue (...) crear un sistema de alianzas en el sur, o entonces las
masas campesinas buscarán dirigentes políticos en esta
misma zona, o sea, se entregarán completamente en manos de la
pequeña burguesía, convirtiéndose en reserva de
la contrarrevolución". Continuó: "El problema
campesino siendo el problema central de cualquier revolución
en nuestro país y de cualquier revolución que quiera dar
frutos: y por esto, debe ser planteado con coraje y decisión".
Una vez más, vemos aquí el pensamiento de Lenin con toda
su fuerza.
En Italia, tales tesis cumplieron un papel importante, dado que el
movimiento obrero y socialista, desde la derecha socialdemócrata
--que tendía a formar una alianza prioritaria con la burguesía
liberal norteña y someterse a ella-- hasta los izquierdistas
de Bordiga --contrarios a cualquier solución de compromiso en
relación al Programa máximo de los comunistas-- se mostraba
contrario a una alianza estratégica entre los obreros del norte
y los campesinos del sur. Por tanto, plantear el problema de la construcción
de la alianza obrera y campesina en Italia era, también, plantear
concretamente el problema de la construcción de la hegemonía
por el proletariado en el proceso revolucionario italiano. Sin temor
a exagerar, podemos afirmar que Gramsci fue el principal dirigente revolucionario
leninista en la Italia del finales del decenio de 1910 y comienzos de
los años 1920.
Coerción e hegemonía
Surge entonces una pregunta: ¿podría existir un Estado
que se mantuviese sin la coerción o sin la hegemonía?
La respuesta del marxismo debería ser no. No obstante, varios
autores afirmaron que aquí habría una diferencia fundamental
entre los conceptos de Lenin y de Gramsci sobre el Estado. Reconozco
que las diferencias entre ambos pensadores no son tan significativas.
Lo que existió fue el refuerzo de uno u otro aspecto de la dictadura
de clase, entendida siempre como articulación compleja entre
dirección político-ideológica y coerción.
Ningún Estado podría sostenerse permanentemente sólo
mediante la coerción y, por el contrario, ningún Estado,
por más democrático que sea, puede dejar de utilizar ampliamente
los mecanismos represivos disponibles para mantener el orden establecido;
es decir, para impedir que las relaciones de las clases que le sostienen
sean eliminadas por la lucha de clases.
Esta diferencia en la tónica fue fruto de los diferentes momentos
históricos donde se insertaron dichas producciones teóricas.
Lenin escribió sus principales trabajos sobre el Estado, y por
tanto sobre la dictadura de clase, en un período bastante próximo
del asalto al poder en Rusia, en plena efervescencia revolucionaria
en Europa; por tanto, en un período de agravamiento de la lucha
de clases y en medio de un acalorado debate entre las alas izquierda
y derecha de la social democracia. Esta última negaba categóricamente
el papel central de la violencia revolucionaria en los procesos transiciones
socialistas y la necesidad de implantación de una dictadura del
Proletariado.
Todo esto llevó a Lenin a concentrar su atención en el
problema del Estado en cuanto instrumento de coerción en manos
de una clase social, en detrimento de los roles de educador y de dirigente,
esbozados en algunas obras anteriores y posteriores. Incluso en 'Estado
y revolución' y en 'El renegado Kautsky', ambas de 1917, este
aspecto estaba presente, aunque de manera no central.
Fue el propio Lenin quien nos habló del rol del Estado socialista,
que sería "dirigir, organizar (...), ser el educador, el
dirigente de todos los explotados, en la tarea de organización
de la vida social, sin la burguesía y contra ella." Estas
características convivirán, lado a lado, con el ejercicio
de la coerción sobre los restos de las clases explotadoras separadas
del Poder.
Me gustaría citar, corriendo el riesgo de resultar fastidioso,
otros pasajes (ambas extraídas de la obra 'El Izquierdismo, enfermedad
infantil del comunismo') en las cuales Lenin reforzó o papel
de educador e de dirección del Estado proletario. "La dictadura
del Proletariado, afirmó, es una lucha tenaz, cruel y terrible,
violenta y pacífica, militar, económica, pedagógica
y administrativa, contra las fuerzas tradicionalistas de la vieja sociedad",
y continuó diciendo: "Bajo la Dictadura del Proletariado,
será preciso reeducar a millones de campesinos y pequeños
propietarios, intelectuales burgueses, subordinando a todos a la dirección
del proletariado".
Gramsci, por su vez, escribió no momento de retroceso de la
revolución europea e de avance del nazi-fascismo. Por fin, o
propio entendimiento de que o Estado seria uno instrumento de coerción
de una clase sobre a otra ya estaba por demás consolidado no
interior del movimiento comunista internacional a ponto de se tornar
o único aspecto a ser considerado. Este fue, sin duda, o reflejo
de una lectura dogmática y ahistórica de los textos del
propio Lenin.
Gramsci se esforzó, justamente, en rescatar las aportaciones
de Lenin y profundizarlas; para Gramsci, el problema del Estado era
más complejo. Sin olvidar que el Estado era fundamentalmente
un instrumento de coerción, amplió su estudio a uno otro
aspecto: el Estado en cuanto dirigente y educador, esforzándose
en comprender el rol que las ideologías desempeñaban en
este proceso.
Gramsci comprendió que la producción y la reproducción
de las relaciones sociales --y políticas-- no podían darse,
exclusivamente, a través de la coerción; se daban de múltiples
(y complejas) formas, donde las ideologías tenían un papel
decisivo. Para Gramsci, el Estado seria "hegemonía acorazada
de coerción". Era preciso superar las tesis simplistas imperantes
en el seno de la III Internacional y él, con la ayuda de Lenin,
en cierto sentido, las superó.
* Historiador, doctorando en Ciencias sociales por la Unicamp,
miembro del Comité Central del Partido Comunista de Brasil y
de la Comisión editorial de las Revistas 'Debate Sindical' y
'Principios'
Diário Vermelho
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