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La inevitable violencia
x Organización Anarquista Libertad (Argentina)
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¡Demos fuego a la dinamita vindicadora!
En la eterna lucha contra el estado y sus puntales, el anarquista
que siente en sí mismo todo el peso de su función y su rebelión
que emanan del ideal que profesa y de la concepción que tiene de
la acción, no puede muchas veces prever que la avalancha que dentro
de poco hará rodar por la ladera deberá necesariamente embestir
el codo del vecino que esta abstraído en la contemplación
de las estrellas, o pisar el callo de otro que se obstina en no moverse,
venga lo que venga en torno a él. Es lo inevitable de la lucha,
que el anarquista no busca adrede, por puro gusto, pero que por un cumulo
de casualidades se atraviesa en su camino y provoca la nota violenta.
No valen para reparar lo inevitable las acostumbradas recriminaciones,
las diferencias, las serenatas al llanto, las alambicaciones leguleyas,
las maldiciones de siempre y los repudios: si en el camino debemos correr,
no podemos hacerlo parados ni impedidos por un falso sentimentalismo improductivo
sin obstaculizar aquello que se quiere conducir como meta de la enérgica
rebelión. (Severino Di Giovanni: El terrorismo)
Inserta en las condiciones generales de la existencia colectiva, una
cultura liberadora no puede progresar sin ruptura ni conflictos. La voluntad
de expresión autónoma y original, allí donde esta
subsiste, es tarde o temprano, llevada a forma de protesta violenta, galvanizadas
por el malestar que desarrolla el régimen capitalista y burocrático,
a través de un lavado de cerebro continuo, su organización
de trabajo y sus condiciones de acostumbramiento. La importancia que el
anarquismo atribuye a la rebelión como toma de conciencia y ruptura
con un orden impuesto, debe llevarlo a reconocer el valor subversivo de
estas manifestaciones. La rebelión, en general se expresa en actos
de violencia. La lucha revolucionaria anarquista en la historia, se ha
desarrollado en medio del combate; para la opinión del común
de la gente el anarquista ha quedado como el tira-bombas,
el negador sistemático. Sin embargo existen corrientes libertarias
no violentas, cuyas razones comparten aquellos que preconizan las formas
a través de la fuerza. Toda violencia es un signo de fracaso; fracaso
de la libertad que para realizarse debe apelar a un principio que ella
condena: la presión violenta. Por lo tanto los medios empleados
determinan la naturaleza de la sociedad en que se desenvuelven. La inevitable
violencia es necesaria para destruir la racionalidad agresiva, instrumental
y represora que baña los espíritus en esencia libertarios
de la sociedad actual.
No hay otra alternativa que la violencia. La voluntad de realizar una
sociedad libre, de asegurar libre curso a la vida personal y social, choca
inevitablemente con el mundo que ella condena. Toda la trama de las relaciones
colectivas esta impregnada de violencia, abierta o larvada. No es posible
aceptar la idea de los pacifistas integristas según la cual toda
servidumbre es mejor que las armas. Aceptar los campos de concentración
y exterminación, ¿no era otorgar más a la violencia
que los riesgos de una lucha armada? Es necesario y resulta más
que imprescindible distinguir dos formas de violencia: el instrumento
de dominación utilizado por las clases que explotan la vida social
en su beneficio; y la reacción defensiva de las masas explotadas
y expoliadas; esta segunda forma es entonces uno de los resortes de toda
lucha.
En tanto impulso rebelde, la violencia expresa una toma de conciencia.
Ella proclama el carácter insoportable de una condición
sufrida durante demasiado tiempo, del mismo modo que la urgente exigencia
de otra cosa. El estado social existente que esconde su verdadera
naturaleza bajo una fachada de justificaciones ideológicas y jurídicas,
pondrá en funcionamiento su maquina represiva; es aquí donde
la violencia juega un papel revelador. Huelga, manifestación callejera,
boicot, o sabotaje; la violencia revolucionaria ilumina con luz cruda
lo que justamente el parlamentarismo y las mesas redondas con las patronales
buscan esconder: la separación y la oposición de clases.
Crea al mismo tiempo un clima de efervescencia donde florecen las ideas
nuevas y avanzadas. Respuesta natural y fermento de conciencia, la violencia
es un elemento de la acción revolucionaria. No se deben olvidar
jamas, no obstante, los riesgos que ella hace correr a la libertad cuando
termina por ser institucionalizada o militarizada. Es por esto, que los
revolucionarios deben cuidar mucho el que las formaciones de acción
violenta no sean jamas burocratizadas, separadas del conjunto de las organizaciones
sociales en lucha por la supresión del régimen capitalista
y la instauración de la Sociedad Anarquista.
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