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Liberación animal
x Luciano Bonfico
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No hay pretexto válido para infligir sufrimiento
a un animal. Todos los que habitualmente se esgrimen son patéticas
racionalizaciones inventadas por oportunistas que medran en el mercado
a costa de la vida animal, y repetidas a coro por millones de consumidores
idiotas, incapaces de utilizar sus cabezas para algo más que
para lavárselas con champú.
Ejemplos típicos de dicha racionalización son todos los
referidos a la presunta inhabilidad de los animales para efectuar tareas
cuya realización atribuye nuestra ceguera exclusivamente a nuestra
condición humana. Resulta ser, sin embargo, que las más
importantes de esas funciones pueden ser practicadas análogamente
por la mayoría de los animales no humanos. Aquellas para las
cuales resultan ellos ser inhábiles (y que tendrá a flor
de labios el lector ingenuo) no son, por cierto, las más importantes.
Estoy seguro de que cualquier ser humano que no sea un menso sostendría
a rajacincha la conveniencia de adquirir conocimientos matemáticos
o aprender a leer. Pero más seguro de ello estoy, de que ese
mismo ser humano en ningún caso sería tan obtuso de discutir
que funciones tales como prodigar amor, cuidar a su descendencia, agradecer
los favores recibidos, ser leales, ser constantes y hasta saber instintivamente
cuales cosas debe consumir y cuales no, están por lo menos a
un nivel equivalente de importancia que conocer los teoremas de Euclides
(despues de todo, ¿cuántas personas realmente los conocen?)
¿Se atrevería usted a aseverar en serio que funciones
primordiales para la evolución de toda especie en el planeta,
tales como han sido prodigar amor y cuidados, mostrar gratitud y lealtad
hacia quienes nos ayudan, y mil otras más en que los animales
sobresalen, son por ventura inferiores en rango a otras, puramente adventicias,
tales como aprender matemáticas o leer en Inglés o conocer
de arte? Supongo que no, y si me equivoco deje usted de leer aquí
mismo lo que escribo. Pues bien, todas aquellas funciones las realiza
más cumplida y coherentemente un gato de zaguán que cualquiera
de nuestros sesudos ganapanes a sueldo de laboratorios viviseccionistas,
egresados de prestigiosas universidades, dispuestos a torturar primero
y a publicar despues los resultados de su asquerosa y sádica
labor en revistas especializadas que les labren un nombre en el mercado
de su profesión. Uno estaría dispuesto a disculparles
su tediosa pedantería y hueca cháchara pseudo científica
si por lo menos nos abonaran con el beneficio de su sinceridad y confesasen
que no tienen otra forma de ganarse la vida como no sea cantando la
palinodia de sus jefes (¿o sus dueños?), a quienes no
conocen nunca personalmente, por la sencilla razón de que los
multimillonarios no eligen mezclarse con simples asalariados.
Despues de todo, les pagan por adormecer la conciencia de millones
de consumidores bajo la pretensión de que ellos son científicos
y de que hacer progresar sus imbéciles monomanías justifica
el sufrimiento de seres indefensos. Pues bien, dificilmente se conozca
fuera de la especie humana algún caso de animales que maten sin
tener hambre y mucho menos de animales que torturen a otros.
Ello por no hablar del infinito grado de superioridad que ostenta un
gato que caza por hambre sobre un sabihondo de gabinete que ocasiona
dolor a otro ser vivo para aprobar su siguiente examen de medicina a
través de prácticas viviseccionistas, o para justificar
el sueldo que le paga una corporación de productos cosméticos.
Para más datos, vaya enterándose el lector que la exquisita
fragancia que emana de su cabello luego de su champú cotidiano
o de las axilas de su angelical amante luego de su ducha compartida
han requiridido ambas, antes de ser comercializadas en el mercado, de
una serie absolutamente repulsiva de verificaciones testeadas sobre
los ojos (*), irritados hasta extremos inimaginables del más
estupido sadismo, de miles de conejos inermes ante la crueldad organizada
de empresarios, publicistas, distribuidores, y consumidores cuya indiferencia
es muy parecida a muchas otras indiferencias políticas que permiten
el bombardeo de ciudades enteras (siempre y cuando la ideología
imperante autorice la masacre en nombre de alguna santa causa).
Porque en tren de superioridades, estamos indisputablemente por encima
de los animales en punto a crueldad gratuita e indifirencia culpable.
Y en cuanto a nuestra tantas veces zarandeada superioridad de coefeciente,
da que pensar el hecho de que una especie tan competente como la nuestra
someta al escarmio cotidiano del hambre y de la intemperie al 60% de
los otros integrantes de la misma especie. (Y no ya hablando de Tucumán
o cualquier parte del interior del país, sino saliendo a las
puertas de nuestras propias casas en el microcentro de Buenos Aires).
De cualquie manera, para nosotros animalistas, es igual de cruel dejar
a la intemperie a un miembro de nuestra especie que al de una especie
diferente.
Pero dejémonos de pequeñeces y pasemos revista a las
funciones auténticamente importantes para la vida: ni en amor
ni en gratitud ni en celo ni en persevarancia ni en sabiduría
del propio cuerpo ni en lealtad, ni siquiera en instinto de supervivencia,
estamos por encima de nuestros sufrientes compañeros de vida.
A fin de cuentas, ¿no somos también animales nosotros,
esto es, seres animados que sufrirían como sufren ellos si alguien
nos lastimase, nos torturase, nos alejase de nuestro hábitat
y de nuestros seres queridos, y finalmente nos matara, descuartizara
y vendiera para que otros despues nos hiervan, nos asen y nos sazonen?
¿Cuál sería el verdadero amor hacia los animales?
Cuando digo que amo a los animales, no quiero decir que aprecio lo que
ellos me puedan "ofrecer" como "mascotas". El amor
hacia la vida animal es inseparable del respeto y se acrecienta al verlos
libres, así como cuando están en la naturaleza, su lugar.
Y no encerrados en el patio de su casa o en la pecera que adorna su
living comedor.
Si hay algo que aborrezco es la domesticación, que a un animal
le llamen mascota y sean utilizados como objetos de cariño para
satisfacer las necesidades de las personas. Un animal no es un objeto
de compra-venta que se consigue en una tienda de mascotas como si se
tratara de un artículo nuevo para el hogar.
"La domesticación es un proceso por el cual los animales
son criados para el control y la manipulación por parte de la
especie humana. Los animales domesticados, como por ejemplo en el caso
de los perros y los gatos son transformados en objetos de cariño
para las personas que piensan sobre la vida animal en relación
con las necesidades humanas."
(*) Test 'drize'
Para probar, por ejemplo, un nuevo champú, son introducidos una
gran cantidad de conejos en cajones que parecen cepos porque tienen
un sólo agujero para el cuello, de modo que sólo les queda
fuera la cabeza y sin posibilidad de esconderla ya que el agujero es
tan estrecho como el cuello del animal.
Durante varios días, les vierten en uno de los ojos una solución
concentrada del producto en cuestión, y el ojo sano sirve como
referencia. ¿Por qué se utilizan conejos? Porque estos
animales no lagrimean lo suficiente como para que la lágrima
limpie el ojo y elimine la sustancia. Además, para mayor seguridad,
les sujetan los párpados con pinzas para que ni tan siquiera
puedan parpadear al sentir el contacto de la dolorosa sustancia en un
intento natural de aliviar tanta tortura. La reacción más
fuerte suele provocar la pérdida de la visión, y, con
anterioridad, hinchazones e irritaciones. ¡El animal chilla y
golpea con las patas el cajón, buscando alivio... un alivio que
no llega, y muchos se parten la columna vertebral en los desesperados
intentos por liberarse!
lucianobonfico@liberacionanimal.com.ar
04/06/03
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