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Mijail Bakunin: Esbozo de biografía intelectual (I)
Demetrio Velasco Criado

"Yo no soy ni un sabio ni un filósofo, ni siquiera un escritor de oficio. He escrito muy poco en mi vida y solamente lo he hecho, por decirlo así, a pelo, cuando una convicción apasionada me forzaba a vencer mi repugnancia instintiva contra toda exhibición de mi propio yo en público.

¿Quién soy yo, pues? y ¿qué es lo que me impulsa ahora a publicar este trabajo? Yo soy un buscador apasionado de la verdad y un enemigo, no menos apasionado, de las ficciones desgraciadas con que el partido del orden,ese representante oficial, privilegiado e interesado en todas las torpezas religiosas, metafísicas, políticas, jurídicas, económicas y sociales, presentes y pasadas, pretende servirse, todavía hoy, para dominar y esclavizar al mundo.

Yo soy un amante fanático de la libertad, a la que considero como el único medio, en el seno de la cual pueden desarrollarse y agrandarse la inteligencia, la dignidad y la felicidad de los hombres... La libertad que consiste en el pleno desarrollo de todas las potencias materiales, intelectuales y morales que se encuentran latentes en cada uno... Yo entiendo esta libertad como algo que, lejos de ser un límite para la liber-tad del otro, encuentra, por el contrario, en esa libertad del otro su confirmación y su extensión al infinito; la libertad limitada de cada uno por la libertad de todos, la libertad por la solidaridad, la libertad en la igualdad; la libertad que triunfa de la fuerza bruta y del principio de autoridad, que no fue nunca más que la expresión ideal de esta fuerza...

Yo soy partidario convencido de la igualdad económica y social, porque sé que, fuera de esta igualdad, la libertad, la justicia, la dignidad humana, la moralidad y el bienestar de los individuos, así como la prosperidad de las naciones no serán nunca nada más que mentiras".

El que suscribe este texto es Mijail Bakunin, uno de esos hombres a los que un siglo después de su muerte se les sigue admirando, condenando e imitando:

– Admirando, porque, como dice R. de Jong: "Excepto Garibaldi ningún otro revolucionario del siglo XIX ha excitado tanto la imaginación". Es sabido que Bakunin era un hombre conocidísimo y que se había creado de él una leyenda. En este sentido no se puede comparar con Marx, quien apenas si tuvo "biografía revolucionaria". Jorg Viesel, en el prólogo a su edición alemana de las obras de Bakunin, cuenta que, cuando Paul Lafargue hizo presentación de su mujer, Laura, como hija de Marx, al militante comunero Benoit Malon, éste pensó que se debía tratar de un profesor alemán'. Hoy, es verdad que no ocurre lo mismo, pero la razón, una vez más, bien puede estar en que Marx es el fundador de un sistema y en que la historia, mal que pese a los vencidos, la sigue escribiendo el séptimo de caballería;

– Condenando, porque fue uno de los fundadores de ese ideal político llamado anarquismo, que despierta los odios del "partido del orden";

– Imitando, en fin, porque Bakunin no es como Marx, el hombre a quien se estudia, sino, como dice Kaminsky, "el símbolo de un partido vital, el más vital que existe, la revolución misma. Marx es estudiado, Bakunin imitado".

Al acercarme a Bakunin, a pesar de lo dicho, no es mi propósito admirar, condenar o imitar su figura. Tampoco me mueve el interés arqueológico de un estudio biográfico del revolucionario ruso del siglo XIX; no escasean biografías de Bakunin, desde las que tienen un carácter marcadamente hagiográfico, hasta las que buscan denigrar su figura y. obra, pasando por obras equilibradas y fieles a la historia.

Mi objetivo es pretender descubrir, a través de su obra (su vida y escritos), una aportación que nos ayude a clarificar un poco la difícil y necesaria relación entre la ética y el poder político. Este trabajo tiene, pues, como finalidad el ver cuál fue la lectura del poder político que hizo un hombre que lo combatió con todas sus fuerzas; cuáles fueron sus motivaciones y argumentos y cuáles sus contradicciones.

M. Bakunin nació el 8 de mayo de 1814 en la provincia de Twer, en el seno de una familia numerosa perteneciente a la nobleza rural. Nació, pues, bajo el signo de la Restauración (Metternich y la Santa Alianza). En el trono de los zares se sentará Nicolás I, quien, en frase de Lamartine, tenía como objetivo de su vida lograr la "inmovilidad del mundo". La Rusia en la que nació Bakunin era la Rusia del despotismo, de la esclavitud y de la explotación del pueblo por la aristocracia y burocracia zaristas. Mal momento, pues, para quien, como Bakunin, nacía no bajo el signo de una estrella, sino bajo el de un cometa, como decía su amigo Herzen.

Cuando Bakunin tenía once años, en 1825, un grupo ilustrado y liberal se rebeló contra el zar: eran los "Decembristas". Murieron victimas de la represión brutal. Su insurrección quedaría como símbolo de la juventud revolucionaria.Pero, como dice Kaminsky;

"Los Decembristas no tienen sucesores. El pueblo por el que han muerto desconoce o no comprende su sacrificio. Entre la nobleza, su recuerdo s6lo suscita vagos sentimientos de vergüenza, de incomodidad, de miedo; apenas se atreve uno a hablar de "esos desgraciados" ".

La familia de Bakunin, en la que también hubo víctimas y, sobre todo, simpatizantes de los rebeldes, sin embargo, no parecía sentirse a disgusto bajo Nicolás I. Y en ningún caso podían imaginar que su hijo Mijail iba a seguir las huellas de aquellos "desgraciados". El padre de Mijail, que se había doctorado en Filosofía en Italia, era un hombre de mentalidad liberal, que se haría notar en la educación de sus hijos, pero que, desde 1825, apenas si tuvo alguna manifestación en el ámbito político. De ahí que haya autores, como Joll, que lo consideren conservador.

El ambiente familiar estaba saturado de misticismo e iluminismo, realidad que marcaría profundamente el espíritu de Bakunin y que juzgo importante tenerlo en cuenta para comprender sus actitudes posteriores. El recuerdo de estos años idílicos y armoniosos alimentaría en Bakunin en más de una ocasión, como veremos, la necesidad de un oasis de paz y solidaridad para un nómada turbulento y forzado, como él, a luchar sin descanso contra las belicosas tribus del desierto de la historia, capitaneadas por el demonio del poder.

Tras la represión de los Decembristas y durante medio siglo, Rusia no se movería y el mayor imperio del mundo se inclinaba postrado ante la reacción autócrata. A lo más, algunos intelectuales pusieron en peligro sus vidas, al querer sembrar en ese barbecho de libertad un poco de semilla importada de la Europa liberal y revolucionaria. Bakunin entraría en contacto con ellos cuando, después de haber abandonado su carrera militar y haber declinado un puesto burocrático, llegó a Moscú en 1834. Seguiremos los pasos de Bakunin desde ese momento, dividiendo su vida en cuatro períodos, como lo hace Hepner.


1. Período ruso (1834-1842)

Nicolás l, a quien, como dice Planty-Bonjour", su preceptor no le vio nunca un libro entre las manos, se había propuesto convertir la realidad rusa en una "vida sin filosofía". La célebre policía secreta de la "Tercera Sección", creada con la finalidad de perseguir a filósofos y pensadores, no logró, como es lógico, erradicar la filosofía, pero sí la redujo a su mínima expresión y la recluyó en los círculos y salones en que se reunían los intelectuales más díscolos, así como dificultó una tradición filosófica digna de este nombre.

En el momento en que Bakunin llegó a Moscú existían tres círculos intelectuales más importantes:

– El de Stankevitch y sus amigos, entre los que se encontraba Belinsky y, más tarde, el propio Bakunin; se basaban en la filosofía alemana, especialmente en Fitche, Schelling y Hegel;

– El de Herzen y los suyos, entre los que se encontraba Ogareff; se inspiraban en la tradición revolucionaria y el socialismo franceses, fundamentalmente en Saint-Simon;

– El de los eslavófilos, finalmente, que rechazaban la cultura occidental y deseaban hacer hegemónico en Rusia lo específicamente ruso, aunque también se inspiraban en Hegel y Scheiling.

Bakunin se hizo amigo íntimo de Stankevitch (joven filósofo, muerto a los veintisiete años, que tuvo una enorme influencia en la cultura rusa de esta época) y de Belinsky (el critico más célebre de la Rusia del XIX). En este circulo se tenía la convicción de que, bajo Nicolás l, era inútil esperar nada razonable en el plano político-social. Por eso se refugiaban en el mundo del pensamiento puro. Basta, pensaban, resolver los problemas a un nivel teórico e interior para obtener la paz del alma.

Bakunin, tras leer la Crítica de la Razón Pura, por recomendación de Stankevitch, pasa a estudiar el Camino hacia una vida feliz, de Fichte. Ricarda Huch dice que es el primer libro alemán que Bakunin estudió y que fue decisivo para toda su vida posterior. Para el filósofo alemán, el mundo no es más que el reflejo del yo agente; el hombre puede, por tanto, elevarse sobre la naturaleza y hacerse así verdaderamente libre. A Bakunin le agradó especialmente la idea fichteana que justifica el sufrimiento como una condición necesaria para iluminar la vida con la luz de la conciencia, para purificar el alma de todo lo que es exterior y mundano, para aprender así la suprema felicidad. El libro de Fichte, inspirado en el evangelio de San Juan, subraya, como éste, la contraposición entre amor y ley, dando siempre la primacía al amor. Bakunin se identificó con esta actitud libre de toda ley y buscaría la trasascendencia del yo, hasta identificarse con el absoluto en una renuncia y ofrenda totales.

La importancia de Fichte en la obra de Bakunin fue decisiva. Aunque unos años más tarde, y como resultado de su contacto con la izquierda hegeliana, sufriera una crisis que le alejaría del idealismo, la ubicuidad de su rebelión y el carácter absoluto de su negación conservarán siempre los rasgos de la hipóstasis fichteana del yo. Fuerza, autodeterminación, independencia para avanzar hacia los objetivos propuestos, capacidad de abstracción y de distanciamiento de la realidad empírica, es lo que Bakunin admiraba en Fichte y es, en buena parte, lo que heredó de él.

También le cautivó el romanticismo alemán y de forma muy especial una obra que en adelante iba a citar a menudo: El Fausto de Goethe. La idea alemana de la libertad personal que encontraba en el joven Goethe y en Lutero, la rebelión de lo desconocido, de lo natural, de lo popular, de lo telúrico, de lo inédito, contra la dominación de lo racionalizado, legalizado o centralizado, le encantaba. Y, aunque el romanticismo alemán estuviera en la Reacción en el terreno político, su idea original inspiradora no estaba menos en contra del Absolutismo de los Príncipes y del Gobierno de los burócratas, que de la esencia de las Constituciones modernas, del parlamentarismo y del constitucionalismo. Por eso Bakunin compararía el fenómeno del romanticismo con el cristianismo original, y su manifestación histórica con el catolicismo ultramontano.

Este gusto por el romanticismo le acercó a Schelling, filósofo que dominaría el pensamiento ruso hasta la llegada de Hegel. Para Schelling, el sujeto y el objeto, el yo y la naturaleza se identifican para manifestarse en el genio creador del artista. El mundo se convierte así en una gran obra de arte, en la que Dios se crea a sí mismo. Esta filosofía de la Identidad que elevaba la materia hasta el alma y que veía a ambas como manifestaciones de un gran principio unitario, captable con la ayuda de la contemplación intuitiva, y del que el arte era una expresión perfecta, cautivaba a Bakunin. Por tanto, a mi juicio, es muy importante tener presente a Schelling para entender en parte el materialismo de Bakunin.

Como afirma A. Koyré, para los schellingianos rusos "Schelling era sobre todo, el filósofo que había puesto las bases de una metafísica nueva, abarcando a la vez el mundo de la naturaleza y el del espíritu. La Naturphilosophie les seducía por su carácter científico, por su realismo por el hecho de que prometía un conocimiento real de la verdadera realidad. La metafísica realista y vitalista de los schellingianos devolvía al universo su unidad perdida y al hombre su lugar en el universo".

Hacia 1837, Bakunin comenzó a estudiar a Hegel con absoluta dedicación y apasionamiento. En su Confesión dirá, refiriéndose a este momento:

"Pero estudiaba las ciencias, especialmente la metafísica alemana en la que me sumergí de forma exclusiva, casi hasta la locura; y noche y día no veía otra cosa que las categorías de Hegel".

Para esta fecha ya era manifiesto el clima de fervor hegeliano en lo. círculos intelectuales. Se leían y discutían sus obras directamente del alemán. La importancia de Hegel es clave para poder comprender la obra de Bakunin, como subrayaré reiteradamente. Suscribo totalmente el juicio de Planty-Bonjour, cuando afirma que: "El período hegeliano propiamente dicho será de corta duración: alrededor de tres años para Bakunin y Belinsky. Pero se caería en un error al concluir que la influencia de Hegel deja de sentirse después de la ruptura".

Toda la filosofía hegeliana está soldada en un sistema en el que cada objeto encuentra su lugar. Su gran descubrimiento es que la lógica no es un método formal de pensar, sino el principio de la vida. Bakunin percibió con claridad que la novedad de la filosofía hegeliana estaba en haber logrado la síntesis entre el realismo de Aristóteles y el idealismo de Kant:

"El objeto de la filosofía no es ni el finito abstracto ni el infinito no-abstracto, sino el concreto que es la unidad inseparable del uno y del otro: la verdad real y la realidad verdadera ".

Rompiendo con su período fichteano, declaró más tarde que la filosofía era menos un amor a la vida ideal que una comprensión especu-lativa de lo concreto y que un saber real de verdad. Sin embargo, todos los escritos de esta época (Memorias de 1837) en los que opone el hombre natural sometido a sus pasiones a la universalidad del género, hacen pensar más bien en la ascensión milagrosa del héroe platónico hacia lo divino que en la Enciclopedia hegeliana. En efecto, para Hegel, lo finito escapa y se niega para convertirse en otra cosa que sí mismo, pero precisamente así se realiza. Para Bakunin, lo finito es el mal, la mentira, la sombra. El, que se creía fiel a Hegel, seguía más cercano al orfismo que a la verdadera filosofía especulativa. Y, si es verdad que, a medida en que estudiaba a Hegel, se iba acercando a él, sin embargo, no abandonó, al menos en ese período, su actitud órfica.

La célebre sentencia de Hegel sobre la convertibilidad entre lo real y lo racional era objeto de discusiones apasionadas en los círculos moscovitas mencionados. Pero a Hegel siempre se le interpretaba en la más pura tradición de la derecha conservadora. Bakunin, aunque en un principio no distinguió entre existencia verdadera y existencia empírica e interpretaba también a Hegel en la mencionada línea conservadora, parece que entendió bien este pasaje de Hegel, que tanta importancia iba a tener en toda su obra posterior. Así, refiriéndose al término hegeliano Wirklichkeit comentaba:

"Ordinariamente se llama real a todo ente, a cada ser finito, y así se comete un error. Sólo es real el ser en el que se encuentra la plenitud de la razón, de la idea, de la verdad, y todo lo demás no es más que apariencia (Schein) y mentira". Pero Bakunin, a pesar de que, como acabamos de ver, formula perfectamente el pensamiento de Hegel, sigue haciendo la apología de "bella totalidad rusa", declarando que no hay mal ni azar en la historía, profesando que todo es el efecto de la voluntad divina. El mismo Bakunin nos recuerda esta época de su vida, como de un idealismo evasivo:

"Durante los treinta años de esclavitud silenciosa que soportamos bajo el cetro de hierro del emperador Nicolás, la ciencia, la metafisica, la poesía y la música de Alemania fueron nuestro refugio y nuestro único consuelo. Nos encerrábamos en este mundo mágico de los más bellos sueños humanos, y vivíamos en él mucho más que en la espantosa realidad que nos rodeaba, y de la que, en conformidad con el precepto de nuestros grandes maestros alemanes, nos esforzábamos en hacer abstracción. Yo, que os escribo estas líneas, recuerdo todavía el tiempo en que, hegeliano fanático, creía llevar el absoluto en mi bolsillo, despreciando al mundo entero desde lo alto de esta pretendida verdad suprema".

En Moscú conoció Bakunin a dos amigos, que lo serían para toda la vida. Se trata de Alejandro Herzen y Nicolás Ogareff, dos jóvenes que volvían de cumplir una condena de destierro por sus ideas políticas. Ambos de origen noble, francófilos, tocados por el virus socialista no se encontraban a gusto en el clima idealista que dominaba en los cenáculos intelectuales de Moscú. Haciendo su propia autocrítica y la de la época que comento, confesaba Herzen:

"Una de las características de nuestro siglo es que conocemos todo y que no hacemos nada".

El Rudin de Turgueniev, de quien Bakunin llegó a ser "amigo íntimo", ilustra a la perfección este clima: el héroe, intelectualmente lleno de buenas intenciones, está declarando continuamente que hay que actuar, pero él no hace nada.

Herzen despertó el instinto revolucionario de Bakunin y le alerto ante los peligros de un idealismo conformista y reaccionario. Bakunin sintió que la fórmula de la racionalidad de lo real resultaba excesivamente estrecha y cínica en el contexto de una realidad tan oscura y reaccionaria como la rusa, y partió para Alemania. Tenía veintiseis años.

Como comenta Hepner, a pesar de todo, Bakunin seguiría siendo fiel a algo fundamental en el pensamiento hegeliano:

"Si el "reconocimiento" (Anerkennung) exige, según Hegel, saber poner en riesgo su vida, no se puede decir que el revolucionario Bakunin haya sido infiel, al menos en este aspecto del hegelianismo".

La Alemania de 1840 estaba en plena transformación. Un naciente proletariado, una burguesía que luchaba por los principios liberales y, sobre todo, un Estado prusiano que, con Federico Guillermo a la cabeza, proclamaba, sin cesar, su liberalismo y su espíritu revolucionario, era el caldo de cultivo propio para una juventud hegeliana que haría bascular todo el sistema del maestro.

Bakunin se metió de lleno en este ambiente de efervescencia teórica y política. También él descubrió un Hegel totalmente distinto. ¿Fue a raíz de una nueva lectura de la Fenomenologia del Espíritu, como comenta Koyré?. Según Hepner, fue el encuentro con A. Ruge en un viaje desde Dresde, el que atrajo a Bakunin hacia la izquierda hegeliana. También influyó de forma decisiva, como confiesa el mismo Bakunin, la lectura del libro de Lammenais, La politigue a l'usage du peuple, quefue para él una revelación.

En adelante, los problemas sociales y políticos pasaron a ser su centro de interés. Para completar su formación, recorrió los artículos del Hallische Jahrbücher y, tras la prohibición de éste, los de Deutsche Jahrbücher, que dirigía el mismo Ruge y en el que colaboraron Bauer, Stirner y otros. Se puede decir que Bakunin había pasado del período de la reconciliación con la realidad a la rebelión contra la misma; de la filosofía especulativa a la acción política, bajo la influencia de los hegelianos de izquierda.

Bakunin estaba en plena crisis y comenzó su larga y decisiva batalla contra la abstracción y la metafísica y por la afirmación de la vida que, como veremos, es lo nuclear de su etapa anarquista. Una vida que ya había dejado de ser "feliz", pero que empezaba a ser "humana":

"Cuando decimos que la vida es bella y divina, entendemos por eso que está llena de contradicciones; y cuando hablamos de esas contradicciones, no es una palabra vacía. No hablamos de las contradicciones que sólo son puras sombras, sino de contradicciones reales, sangrantes".

En medio de estas contradicciones sangrantes se sitúa el Bakunin revolucionario.

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