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Mijail Bakunin: Esbozo de biografía intelectual (IV)
Demetrio Velasco Criado

4. El período hasta su muerte en 1876. El anarquista

Es éste un período lleno de aventuras revolucionarias, entre las que sobresalen su participación en la Comuna de Lyon, su propaganda y "acción espontánea", sobre todo en los países latinos, su lucha contra Marx y Mazzini, su febril dedicación a la organización anarquista. Es para nosotros el período de mayor interés y en él centraremos nuestro trabajo

Bakunin no creyó ya en el liberalismo, en la democracia burguesa. El es quizás el único entre los exiliados rusos que fue capaz de comprender el movimiento "Tierra y Libertad". Creyó en las movilizaciones polacas de 1863 que deberían ayudar al levantamiento de los campesinos rusos e hizo gestiones ante la opinión pública sueca para lograr su apoyo. Sus discursos y artículos le hicieron célebre, pero se volvió sin poder conseguir el apoyo solicitado.

Sus diferencias con Herzen y Ogareff se hicieron cada vez más profundas y casi definitivas. He aquí cómo lo vio Herzen en ese momento:

"Bakunin tenía en perspectiva un fin demasiado lejano, tomando el segundo mes de la gestación por el noveno. Se dejó arrastrar, no viendo las cosas más que como él mismo las hubiera deseado, sin preocuparse de los obstáculos esenciales. Quería creer, y creía, en efecto, que, sobre el Volga, el Don y en toda Ucrania, el pueblo se levantaría como un solo hombre... Avanzaba con las botas de siete leguas a través de montes y mares, a través de años y generaciones. Y, más allá de la insurrección de Varsovia, entreveía su bella federación eslava, de la que los polacos no hablaban, sin embargo, más que con horror y repugnancia".

Tras una mala experiencia de la causa polaca y de las huidizas organizaciones secretas rusas, se retiraría por completo de los movimientos nacionalistas eslavos y, al ver que ni en Londres ni en París había aliciente para él, se dirigió a Italia.

Antes de partir, se encontró en Londres con Marx, quien le pidió su adhesión a la Primera Internacional. Bakunin no aceptó y entre ellos se abrió una lucha sin tregua. En París vería a Proudhon, unas semanas antes de su muerte.

Si la partida de Bakunin de Moscú en 1840 significó su transformación de rebelde instintivo en revolucionario consciente, la experiencia de 1863 significaría otro cambio radical: el revolucionario demócrata se convirtió en anarquista.

Bakunin no era un teórico de profesión y la mayor parte de sus ideas, como hemos podido ver, tenían ya sus precursores destacados. Pero, cuando Bakunin se hizo anarquista, no fue porque abrazara teorías de otros. Adaptó un programa a su temperamento y, al mismo tiempo, creó un movimiento al que transmitió este temperamento y este programa. Antes de él, el anarquismo era una filosofía o, a lo más, una tendencia política que correspondía a un instinto vago y oscuro. En lo sucesivo, el anarquismo tendría unas señas de identidad propias en el proceso revolucionario. La aportación de Bakunin a las teorías sociales es original: la revolución debe llevar a la anarquía y la anarquía debe ser revolucionaria. Su idea del anarquismo se resume en la sola palabra de "libertad". Más adelante veremos con detención qué quiere decir esto.

Su programa anarquista era, pues, al mismo tiempo, el programa de una organización. Así nacía en Italia, en 1865, La Fraternidad Internacional:

"Esta sociedad tiene como objetivo la victoria del principio de la revolución sobre la tierra, es decir, la disolución radical de todas las organizaciones e instituciones actualmente existentes, religiosas, políticas, económicas o sociales, y la transformación de la sociedad, en primer lugar europea y más tarde universal, sobre la base de la libertad, la razón, la justicia y el trabajo".

Bakunin quiso salir al paso de los dos grandes obstáculos para la revolución, que continuó viendo en Italia: el nacionalismo estatalista, de un lado, y la nefasta influencia religiosa y burguesa o pseudosocialista (Mazzini) sobre la juventud, del otro.

De hecho, La Fraternidad serviría de "partera socialista"para mazzinianos como Fanelli, Tucci, Friscia y otros. La labor de Bakunin en Italia iba a ser decisiva.

Con el programa de La Fraternidad Internacional, del que forma parte fundamental El Catecismo Revolucionario, nació el anarquismo revolucionario. Comenta Kaminsky al respecto:

"Al lanzar las directrices de la anarquía, Bakunin presenta un "pendant" al Manifiesto Comunista de Marx y Engels, al que es inferior en cuanto a la argumentación científica, pero al que iguala por el ardor de su entusiasmo revolucionario. Este programa es en su totalidad obra de Bakunin y es, a la vez, la profesión de fe y el fundamento espiritual de todo movimiento anarquista".

En sus obras posteriores Bakunin apenas añadiría nada esencial. Sin embargo, su evolución debía madurar aún, ya que siguió creyendo todavía que la revolución social podía hacerse con la alianza, e incluso bajo la dirección, del sector progresista y bienintencionado de la burguesía. Pronto daría un paso más y se separaría de ésta para voltearse únicamente hacia el proletariado. Este paso lo dio con ocasión del Congreso demócrata e Internacional de la Liga por la Paz y la Libertad que se reunió en Ginebra en 1867 y en el que, a pesar del éxito personal de Bakunin, su desacuerdo con la mayoría del Congreso fue manifiesto; y, sobre todo, en el Congreso de Berna (1868) del que Bakunin se retiró con la mayoría de los anarquistas e internacionalistas. Una de sus principales obras teóricas, Federalismo, Socialismo y Antiteologismo fue el fruto de sus discursos y apuntes en estos Congresos.

Marchó a Suiza y, después de conocer a Guillaume, que sería su amigo más fiel a lo largo de toda su vida, se estableció en el Jura. Fundó la Alianza Internacional y se adhirió a la Internacional (AIT). Es conocida la buena acogida que Bakunin tuvo entre los relojeros de la región del Jura, donde hizo su propaganda. Gracias a Fanelli sus ideas se difundieron en regiones industriales, como Cataluña.

La maduración de la ideología anarquista implicaba un distanciamiento progresivo, cada vez más profundo, de Marx. Las primeras controversias nacieron en el seno de la Internacional y las dos interpretaciones revolucionarias, la autoritaria de Marx y la anarquista de Bakunin, chocaron violentamente.

El año 1869 fue un año aciago para Bakunin. Fue el año de la amistad con Nechaeff, que tantos problemas le originó. Sin embargo, es un momento de gran interés para el estudio de la sicología de Bakunin. Por otro lado, también sería la ocasión para que Bakunin matizara su pensamiento y produjera folletos de la altura del que titula Los Osos de Berna y el Oso de San Petersburgo, que escribió intentando movilizar a los suizos contra la extradición de Nechaeff. Es una de sus obras más brillantes, sobre todo en lo que toca al tema del poder.

En 1870 estalló la guerra franco-prusiana. Los dos jefes de la Internacional tomaron posiciones enfrentadas ante la contienda. Marx se declaró pro-prusiano. Bakunin, que no hacía distinción alguna entre la Francia bonapartista y la Alemania de Bismarck, estaba persuadido de que el militarismo prusiano era mucho más peligroso para la causa de la humanidad. Todo lo que él detestaba: la ideología del Estado, el centralismo, el burocratismo, lo encontraba encarnado en Prusia, que se enorgullecía de todo ello, como de grandes virtudes y que deseaba imponerlo a toda Alemania primero y al mundo entero después. Francia, por el contrario, tenía una tradición histórica de haber sido civilizadora de la humanidad. El peligro estaba en el imperio de Napoleón. Por eso, había que derrocar al bonapartismo y transformar la guerra nacional en guerra revolucionaria. Bakunin desarrolló este programa en sus Cartas a un Francés (1870), que partían del principio de que el socialismo seria vencido por mucho tiempo en Europa, si la revolución social no estallaba en ese momento en Francia. Proponía, pues, al mismo tiempo la revolución y la guerra.

En 1871, vuelta a la acción. Era el año de la Comuna de Lyon, en la que los anarquistas eran relativamente numerosos. Aunque habiendo fracasado a causa, según Bakunin, de la inhibición de los campesinos, él sentía el triunfo de la Comuna de París, en la que, aunque no participó personalmente, puso todo su esfuerzo, favoreciendo las insurrecciones locales. Pero él veía la Comuna como hija de su espíritu.

Fruto de su reflexión sobre los acontecimientos de 1871 es su libro El Imperio Knouto-germánico y la Revolución Social (1871). Una vez más, profesaba en ese momento su convicción de que sólo una victoria del pueblo francés podía salvar al mundo de una larga dominación de la Reacción representada por Alemania y Rusia. Era preciso hacer la re-volución social y política al mismo tiempo, pero la burguesía y las medidas contrarrevolucionarias del gobierno provisional imposibilitaron dicha revolución.

Sus reflexiones sobre la nueva Alemania tienen el valor de una profecía. Bakunin polemizaba con Marx que, como hemos dicho, defendía a Alemania y echaba la culpa a Rusia. Marx, decía Bakunin, no debía buscar los gérmenes del despotismo prusiano en Rusia, sino que, por el contrario, debía descubrirlos en la historia de Alemania, que fue la que los exportó a Rusia. Bakunin sentía una verdadera germanofobia que no tiene escrúpulos en declarar continuamente. Decía que los alemanes eran una raza predestinada a "realizar el ideal de la servidumbre voluntaria". "Los otros pueblos pueden ser esclavos, pero los alemanes son siempre lacayos". "El servilismo alemán se ha convertido en un sistema, en una ciencia, en una enfermedad incurable".

Otro enemigo reconocido de Bakunin fue Mazzini, quien, al atacar a la Internacional y a su militarismo, así como a la Comuna, provocó numerosos escritos, y de gran interés para conocer el pensamiento de Bakunin. La Respuesta de un internacional a Mazzini, La Internacional y Mazzini, La Circular a mis amigos de Italia, son algunos de estos textos más conocidos.

Apenas terminada la confrontación con Marx, y mientras continuaba con la diatriba contra Mazzini, participó en las tentativas de levantamiento en Italia. El fracaso de la tentativa de Bolonia, que le obligó a afeitarse la barba para poder huir disfrazado de sacerdote anciano, pesaría sobre un hombre probado por tantas luchas y experiencias. Se retiró a Suiza, donde vivió miserablemente, pero donde aún publicó una obra importante: Estatismo y Anarquía, que impresionó a Marx, quien la estudió cuidadosamente. En esta obra se refleja un pensamiento mucho más maduro, matizado y sereno, que el pensamiento de Bakunin del que nos hablan normalmente los estereotipos. Bakunin demuestra que no sólo es un luchador, sino que es además un pensador de talla. Como escribe F. Venturi:

"En Estatismo y Anarquía, la obra de Bakunin que mayor influencia tuvo en Rusia, Bakunin expone su visión de una Europa dominada por Alemania, pero que habría encontrado en sus límites (desde España hasta Rusia) las fuerzas capaces para levantarse contra ella y para destruir, en su mismo suelo, las concepciones opresoras y estatalistas. De todos los revolucionarios, fue Bakunin quien tuvo la intuición más clara de lo que significaba la victoria de Bismarck para los movimientos e ideas surgidos del 48 y para todas las fuerzas de liberación desencadenadas entonces en Europa. Tocó a arrebato y creó una fuerza de protesta violenta para intentar galvanizar las energías aparentemente intactas, las fuerzas del socialismo campesino en España, en Italia meridional, en Hungría y en Rusia. Pero en 1874, acabará por convencerse de que Europa entró en un período de resignación y de lenta evolución. Y viejo y fatigado, abandonará la lucha, no sin antes haber sembrado en Rusia algunos gérmenes de protesta llenos de vigor contra la Realpolitik".

El adiós de Bakunin es la expresión de un proverbio chino que a él mismo le gustaba citar: "Cuando ya has repicado las campanas, baja del campanario". Bakunin estaba demasiado fatigado y enfermo. Su renuncia como miembro de la Federación Jurásica y de la AIT iba acompañada de una Carta a los compañeros de la Federación Jurásica, que es el testamento espiritual del Maestro Bakunin y que guarda un paralelismo sorprendente con el discurso de despedida de Jesús, según el evangelio de Juan. Cito aquí sus párrafos finales:

"Pero, antes de partir, permitidme agregar estas breves palabras. La batalla que tendréis que sostener será terrible. Pero no os permitáis el desaliento y sabed, a pesar de los inmensos recursos materiales de vuestros adversarios, vuestro triunfo definitivo quedará asegurado, si cumplís fielmente estas dos condiciones: sostened firmemente el gran principio universal de la libertad popular sin el cual son falsas la igualdad y la solidaridad. Organizad aún más fuertemente la solidaridad militante y práctica de los trabajadores de todos los oficios en todos los países; y recordad que, por más infinitamente débiles que podáis ser como individuos en localidades o países aislados, constituiréis una fuerza inmensa e irresistible cuando estéis organizados y unidos en la colectividad universal. Adiós. Vuestro hermano, M. Bakunin".

Bakunin murió en Berna el 1 de junio de 1876. Sus últimas palabras fueron, según el testimonio de Mme. Reichel, las siguientes: "No necesito nada, he acabado bien mi trabajo".

* Nota: Esta Biografía ha sido tomada del libro de Demetrio Velasco "Etica y Poder Político en M. Bakunin", publicado en la serie "Filosofía" de la Universidad de Deusto.

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