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Las piezas perdidas en el rompecabezas de la izquierda
radical (también conocida como "ultraizquierda")
x Julio Cortés
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A comienzos del siglo XXI no parece insensato proponer
replanteamientos y repensamientos de diverso signo. En el mundo de lo
que conocemos como izquierda esto se ha hecho habitual. Pero al parecer,
tras estos anuncios es posible diferenciar varias actitudes. Dado que
muchas veces la actitud predominante ha consistido en "repensar"
la izquierda desde bases que implican renunciar a perspectivas de cambio
radical, la reacción de otros -los que insisten en la necesidad
de dicho cambio- consiste con frecuencia en aferrarse con firmeza a los
"principios", al "método", o a la "ideología",
aceptando como mucho buscar una nueva forma de ratificar que éstos
siguen siendo correctos en el fondo. Una tercera actitud habitual es la
de volcarse a lo social, "acumular fuerzas", posponiendo o evitando
esta revisión teórica..
Existiría un juego recíproco entre dos posiciones equivalentes
cuya oposición es falsa: renuncia a las viejas convicciones en
aras de la celebración de lo existente/reafirmación y readaptación
eterna de las mismas convicciones, celebrándolas de manera de renunciar
a adoptar de una vez por todas la práctica de desarrollar la teoría
crítica en las actuales condiciones sociales. En realidad, estas
dos actitudes se retroalimentan.
La intención de este breve artículo es escarbar un poco
en los rastrojos de una izquierda olvidada, tratando de encontrar elementos
que sirvan como aporte para la acción (e inteligencia de esa acción)
de quienes rechazan las alternativas anteriormente esbozadas. A esta izquierda
olvidada la denominamos izquierda radical, en el sentido de que se dirige
en su ataque a lo que se identifica como raíz del problema: el
capitalismo moderno, como régimen que se constituye sobre el trabajo
alienado. Estas corrientes de la izquierda han sido también por
lo general englobadas bajo el rótulo de "ultraizquierda",
concepto que no nos parece ofensivo en la medida que se entienda en el
sentido de radicalidad ya indicado: izquierda que es socialista en cuanto
existe como contraproyecto, como antagonismo conciente y práctico
frente al capitalismo. En este sentido, la asociación de esta izquierda
con las manifestaciones más espectaculares de lucha armada y/o
nihilismo no tiende a coincidir históricamente y, de hecho, es
una necesidad urgente poder superar esas asociaciones. Tenemos ejemplos
bastante cercanos de que la radicalidad de las luchas y de las organizaciones
que de ellas surgen no se mide necesariamente por el uso de armas (guerrillas
de orientación socialdemócrata; terrorismo difuso teledirigido
por el poder, etc.), y Raoul Vaneigem señalaba correctamente hace
tres décadas que mientras "el nihilismo activo es pre-revolucionario,
el nihilismo pasivo es contra-revolucionario".
El marxismo que conocimos fue su variedad "leninista", la socialdemocracia-radical
(Stalin llegó a decir que el leninismo era el marxismo de nuestra
época, la época del imperialismo). Lo que escapaba a esta
variedad de marxismo provenía de la otra rama de la bifurcación
que se dio en la Segunda Internacional, la socialdemócrata-reformista,
y bebían ambos "marxismos" de una base común constituida
por el cientificismo economicista propio de las simplificaciones del análisis
marxiano que se difundieron ampliamente en esa época (fines del
siglo XIX, principios del XX). Pese a que los leninistas se dividieron
pronto en un laberinto cada vez más complejo e irreconciliable
(stalinistas, trotskistas y maoístas; y después en una nueva
flora y fauna más ecléctica y difícil de seguir,
que a esas tradiciones agregaba contextualizaciones locales -como el castro-guevarismo-,
aspectos religiosos -como en la teología de la liberación-,
nacionalismos, misticismo, etc.), y a que los socialdemócratas-reformistas
se integraron en distintos momentos pero "con tutti" al sistema
capitalista, toda la reflexión, historia y matriz de pensamiento
y acción que hemos conocido en la izquierda proviene de un cierto
tronco común que podemos identificar con la Segunda Internacional.
Historia aparte, pero no tan distinta, es la de la izquierda no-marxista
que suele agruparse bajo el escurridizo nombre de "anarquismo",
cuya impotencia práctica e incapacidad de actualizar la teoría
crítica no es menor que en el resto de la izquierda, y que incluso
se caracteriza por un carácter más marcadamente ideológico.
La izquierda radical, objeto de este artículo, emana también
en parte de esta tradición común, ya que obviamente estamos
hablando de una forma de entender las cosas que es más propia de
una época que de una corriente política determinada. Pero
en el momento de la bifurcación oficial entre "socialdemocracia"
y "comunismo" que se produjo durante la Primera guerra mundial,
se diferenció en mayor o menor medida de las tácticas e
ideología de los comunistas rusos, bolcheviques o "leninistas",
razón por la cual en general se ha denominado a sus partidarios
como "comunistas de izquierda" o "comunistas consejistas".
Lo de "consejistas" se refiere a la identificación de
estas corrientes con la forma de organización espontánea
que los proletarios de Rusia y otros países europeos encontraron
a principios del siglo XX, los "soviets" o consejos obreros,
órganos de contrapoder que fueron identificados no sólo
como forma transitoria de poder dual, sino como el esbozo más avanzado
de un poder proletario que se oponía no sólo al poder del
capital y el Estado, sino también a las formas de representación
especializada que surgían desde los partidos de izquierda (y que
terminaron suprimiendo el poder de los Consejos en su nombre). Los principales
comunistas que se podían agrupar bajo esta corriente son Anton
Pannekoek, Paul Mattick, Karl Korsch, Amadeo Bordiga, y en cierta manera
también algunas posiciones de Rosa Luxemburgo, Antonio Gramsci,
e incluso el joven Lukàcs. Dentro de ellos había matices
y diferencias, por cierto. Contra algunos de ellos polemizó Lenin
en su famoso libro "La enfermedad infantil del izquierdismo en el
comunismo".
Aparte de su defensa del contrapoder permanente de los consejos (que
podemos asimilar a lo que se ha llamado "poder constituyente",
en la terminología de Toni Negri), y de una crítica profunda
a la representación como especialización en manos de burócratas
revolucionarios, un punto interesante desarrollado por los consejistas
es el de la caracterización del régimen social de la Unión
Soviética y demás países del extinto "bloque
socialista". Desde un comienzo, para el grueso de los consejistas
lo que se inauguró allí fue una forma de capitalismo de
Estado, mientras las corrientes de la izquierda leninista variaron entre
una defensa a ultranza de la 'patria socialista' a una crítica
del régimen político pero reivindicación de su carácter
de Estado obrero ("deformado", según los trotskistas).
Un ejemplo: "La 'socialización' de los medios de producción
no es aquí todavía más que la nacionalización
del capital como capital, es decir que, aunque ya no exista la propiedad
privada, los medios de producción conservan su carácter
de capital, por estar bajo el control del gobierno en vez de estar a disposición
de la totalidad de la sociedad. Aunque quede eliminada la acumulación
de capital privado, la explotación del hombre por el hombre continúa
con un sistema de distribución que no es igualitario ni respecto
a las condiciones de producción ni respecto a las de consumo"
.
En el trotskismo de posguerra surgieron también opiniones disidentes
que terminaron conformando un campo "marxista libertario", disidencia
que en parte obedeció a la discusión acerca del carácter
de la URSS. En 1939 Bruno Rizzi ya polemizaba con Trotsky, definiendo
aquél régimen social como "colectivismo burocrático".
A posiciones similares llegaban Castoriadis, desde el grupo francés
Socialismo ou Barbarie, y Daniel Guerin (dentro del trotskismo desarrolló
esta idea Tony Cliff, del Socialist Workers Party inglés) . De
hecho, en debates al interior del PC ruso a principios de los años
20 el término "capitalismo de Estado" era frecuente para
referirse a su realidad. Así, Bujarin decía en 1925: "Si
admitimos que las empresas de que se ha hecho cargo el Estado son empresas
sometidas al capitalismo de Estado, si decimos esto abiertamente, ¿cómo
podemos entonces lanzar una campaña en pro de un mayor rendimiento
productivo?"
La diferencia con el bolchevismo se manifiesta además, en el tema
de la relación entre partido y clase. Una vez más, Mattick
en 1935: "Allí donde se ha manifestado durante los últimos
treinta años la conciencia de clase real ha adoptado la forma de
comités de acción y de consejos obreros. Y en esta forma
de organización de la conciencia de clase, que se expresa en acciones,
todos los partidos han visto un poder adverso y lo han combatido...en
todas las ocasiones ese movimiento ha estado en manos de los comités
de acción espontáneamente constituidos, de los consejos.
Siempre que los partidos se han puesto a la cabeza de un movimiento o
se han identificado con él, sólo ha sido para debilitar
sus efectos. Ejemplos: la revolución rusa...y la alemana"
(y podríamos seguir: la revolución española, la china,
los cordones industriales en Chile, la situación actual de las
asambleas barriales en Argentina...).
La concepción propia de Lenin en el "Qué hacer",
de una conciencia que viene suministrada a los trabajadores desde fuera,
a través del partido, es vista por los consejistas como una manifestación
más de hasta donde prevalece la concepción burguesa sobre
cómo se hace la historia. La historia hecha por los "grandes
hombres" encontró después una expresión concentrada
y burda en el culto a la personalidad, a la infalibilidad del partido
y de los líderes. Esta cuestión, lejos de ser una "desviación"
o un accidente, es una manifestación de las concepciones dominantes
en la época.
Otros temas que se profundizaron desde la izquierda radical fueron los
relativos a la profundización de los niveles y formas de alienación
en la sociedad contemporánea (que incluirían la cosificación
de la antigua teoría crítica transformándola en ideología
como falsa conciencia), el surgimiento de nuevas formas de lucha social
por fuera del sindicato y el partido obrero, las limitaciones de los conceptos
clásicos sobre el poder y el partido, conceptos como espectáculo
y autonomía.
Con un antecedente en este marxismo disidente y experiencias provenientes
de una actividad anti-artística en ciertas vanguardias (dadá,
surrealismo, letrismo), la Internacional Situacionista, organización
surgida en Francia a fines de los 50, profundizó a nivel teórico
y práctico muchos de estos temas. La obra principal de Guy Debord,
el fundador de la IS, podemos encontrarla en sus libros La sociedad del
espectáculo de 1967, y Comentarios a la sociedad del espectáculo,
de 1988. En el primero el capítulo llamado "El proletariado
como sujeto y como representación" aborda de manera bastante
lúcida y detallada un balance del movimiento obrero tradicional,
que recomendamos como buen punto de inicio para un debate que es urgente
proseguir .
Decía Debord en 1967: "El proyecto de superar la economía,
el proyecto de tomar posesión de la historia, si bien debe conocer
la ciencia de la sociedad -y vincularla con él- no puede ser él
mismo científico. En este último movimiento, que cree dominar
a la historia presente por medio de un conocimiento científico,
el punto de vista siguió siendo burgués". "Marx
mantuvo durante toda su vida el punto de vista unitario de su teoría,
pero la expresión de su teoría fue planteada sobre el terreno
del pensamiento dominante al precisarse bajo la forma de críticas
de disciplinas particulares, principalmente la crítica a la ciencia
fundamental de la sociedad burguesa, la economía política.
Esta mutilación, posteriormente aceptada como definitiva, es la
que ha constituido el 'marxismo'".
La mutilación, expresada en la ideología objetivista de
las fuerzas productivas, permitió por ejemplo que una peculiar
y brutal acumulación originaria del capital en la URSS se efectuará
en nombre de la ideología marxista. Y en cuanto punto de vista,
esta ideologización mutilada subsiste en el grueso de la izquierda,
incluso en el consejismo (que tiene bastante de mecanicista y determinista)
.
Los esfuerxos por desarrollar el análisis marxiano, en base a
una práctica comunista desde la lucha de clases se han manifestado
posteriormente en la corriente conocida como "autonomista",
uno de cuyos principales exponentes fue Toni Negri.
El principal aporte de los obreristas y autonomistas italianos (Panzieri,
Tronti, Negri) fue invertir la perspectiva del análisis, desde
una concepción centrada en el movimiento oculto de las fuerzas
productivas, entendidas como fuerzas técnicas, a una concepción
que veía a la actividad del proletariado como la fuerza productiva
más poderosa. Criticando la falsa dicotomía entre capitalismo
y planificación, y la supuesta neutralidad de la tecnología,
se concibe la "autonomía obrera" como un ascenso que
"se expresa no como un progreso, sino como una ruptura, no como la
'revelación' de una racionalidad oculta en el proceso productivo
moderno, sino como la construcción de una racionalidad radicalmente
nueva, contrapuesta a la racionalidad despelagada por el capitalismo"
(Panzieri). La investigación de ese período (post-68) de
agudización del conflicto social en Italia se centró fuertemente
en el rechazo del trabajo, tal como afirma Negri en un ensayo de esa época:
"Pasar de la liberación-del-trabajo al ir-más-allá-del-trabajo,
es lo que forma el centro, el corazón del comunismo".
En los años 20 Karl Korsch señalaba en su trabajo Marxismo
y Filosofía, que "en la discusión básica de
la situación general del marxismo actual, no obstante desaveniencias
domésticas, secundarias y de carácter transitorio, van a
hacer causa común en todas las grandes cuestiones por una parte
la vieja ortodoxia marxista del Karl Kautsky y la nueva ortodoxia marxista
del marxismo ruso o 'leninista', y por otra todas las tendencias críticas
y progresistas que han surgido en la teoría del movimiento de las
clases trabajadoras de hoy".
Nuestra invitación o sugerencia es así de simple. En la
historia del siglo XX consejistas, situacionistas y autonomistas han dejado
en distintos momentos de la lucha de clases rastros importantes para quienes
insisten en el rechazo de las condiciones actuales de existencia alienada
y explotada, rechazo que se extiende también a las falsas dicotomías
y falsas contestaciones que se han dado, y que en sí implica una
afirmación de la teoría crítica desde y para la acción
radical.
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