EL SABOTAJE DEL ARTE BUSCA ser perfectamente
ejemplar y al mismo tiempo retener un cierto elemento de opacidad -no
propaganda, sino choque estético- terriblemente directo pero sutilmente
angulado también -acción como metáfora-. El SA va más allá de la paranoia, más allá de la deconstrucción -la crítica definitiva- ataque físico al arte ofensivo -jihad estética-. La mínima mancha de mezquino egoísmo o incluso de gusto personal contamina su pureza y menoscaba su fuerza. El SA no puede nunca buscar el poder -sólo puede liberarlo-. Las obras de arte individuales (incluso las peores) son en gran medida irrelevantes; el SA busca dañar aquellas instituciones que se sirven del arte para limitar la conciencia y enriquecerse con castillos en el aire. Este o aquel poeta o pintor no ha de ser condenado por una falta de visión; pero las ideas malignas sí que pueden ser asaltadas a través de los artefactos que generan. El Hilo musical está diseñado para hipnotizar y controlar -su maquinaria bien puede ser destrozada-. Quemas públicas de libros ¿por qué han de ser fachas y funcionarios de aduanas los que monopolicen este arma? Novelas sobre niños poseídos por el diablo; la lista de libros más vendidos de "El País"; panfletos feministas contra la pornografía; libros de texto (especialmente ciencias sociales, civismo, salud); pilas del "ABC", "El Mundo" y demás prensa amarilla; recortes seleccionados de editoriales cristianas; unas cuantas novelas rosa; atmósfera festiva, botellas de vino y canutos circulando en una clara tarde de otoño. Tirar el dinero en la Bolsa fue un tipo de terrorismo poético bastante oportuno; pero destruir el dinero hubiera sido un buen sabotaje del arte. Ocupar retransmisiones de TV y difundir unos minutos pirateados de incendiario arte caótico constituiría una hazaña del TP; pero simplemente volar la torre de transmisiones sería un sabotaje del arte perfectamente adecuado. Si ciertas galerías y museos se merecen un ladrillo ocasional en sus cristales -no destrucción, sino un pescozón a la complacencia- entonces ¿qué pasa con los BANCOS? Las galerías convierten la belleza en mercancía pero los bancos transmutan la imaginación en heces y en deuda. ¿No ganaría el mundo un grado de belleza con cada banco que se pudiera hacer temblar... o caer? ¿Pero de qué manera? El sabotaje del arte debería seguramente mantenerse alejado de la política (es tan indigesta...) -pero no de los bancos-. No hagas piquetes; practica el vandalismo. No protestes; desfigura. Cuando la fealdad, el pobre diseño y el derroche estúpido te son forzados, vuélvete ludita, mete el zapato en la rueda, contraataca. Destroza los símbolos del Imperio en nombre de nada sino el anhelo de gracia del corazón. [Recogido en CAOS: Los pasquines del anarquismo ontológico (1984) y publicados en T.A.Z. Zona Temporalmente Autónoma, Ed. Original: Autonomedia, P.O.Box 568, Williamsburg Station Brooklyn, NY 11211-0568, EEUU; Ed. Española: Talasa, 1996 c/ Hileras, 8, 1º dcha; 28013 Madrid, traducción de Guadalupe Sordo.] |