|
|
|
|
|
Violencia social y "delito"
x Organización Anarquista Libertad (Argentina)
|
Argentina. Los diarios parecen escritos
con sangre, los noticieros de TV vomitan sangre en las narices de la aterrorizada
población. La burguesía está llevando a cabo un nuevo
genocidio, porque no le alcanzó con los treinta mil que ordenó
destrozar en los campos de concentración a mediados de los setenta
y por eso asesina diariamente: matándonos de hambre, negándonos
los más elementales cuidados de la salud y echándonos encima
a sus sirvientes de siempre, uniformados y entrenados para matar sin piedad
y a mansalva.
Sin embargo, no es esto lo que muestran los diarios y la TV (que, dicho
sea de paso, están en manos de los verdugos, no de las víctimas);
lo que muestran es la consecuencia de lo primero, porque no se puede negar
que la situación social se está poniendo cada vez más
densa.
Permanentemete los medios propagandísticos de la clase dominante
(diarios, radios, TV) nos bombardean con crímenes y más
crímenes, como si, de repente, todos nos hubiésemos transformado
en locos asesinos que matamos por un par de zapatillas. Ahora bien, que
haya más información sobre robos y crímenes
no significa que realmente haya más robos y crímenes. Hoy
asaltan un kiosko en Villa Fiorito, llevándose unos pocos pesos
y dos paquetes de golosinas, y la noticia sale en la tapa de todos los
diarios, mientras que los noticieros de TV le dedican bastante tiempo,
hasta con entrevistas al dueño del kiosco, a algún comisario
de la zona y a los vecinos, que invariablemente se quejan de la falta
de seguridad. Yo no sé si la gente que vive en este
país acaba de llegar tras un largo viaje por algún bonito
planeta, o si carece absolutamente de memoria, pero recuerdo perfectamente
que hace unos pocos años atrás este tipo de noticias no
se difundía, sino que los medios periodísticos solo informaban
de los hechos importantes, grandes asaltos a empresas o bancos, resonantes
crímenes, y cosas así. ¿Me quieren hacer creer que
hace cinco años éramos todos buenos y santitos, que dormíamos
con las puertas abiertas, que no existían ni policías, ni
cárceles ni ladrones? ¿Me quieren tomar por estúpido?
Primer punto: la tan atemorizante ola de crímenes y asaltos
me guele a algo muy inflado, una visión muy exagerada de una realidad
social que, no se puede negar, existe.
Para explicar mi sensación se me ocurre este ejemplo: si ampliamos
mil veces la foto de una cucaracha nos parecería un monstruo terrorífico.
No estoy negando que haya crímenes, y hasta es posible que haya
un poco más que unos años atrás, pero tratemos de
analizar qué ocurre. La tan promocionada ola de crímenes
y asaltos tiene como protagonistas a desesperados adolescentes;
son los marginados sociales que nacieron y crecieron en un medio social
hostil, llenos de carencias. Probablemente no conozcan lo que es el afecto
porque no lo han recibido, muchos crecieron en un ambiete de violencia
familar, madres golpeadas, alcoholismo, vejaciones de toda clase, padre
ausente, madres que debían salir a trabajar todo el día
en lo que encontraban, maltratadas y peor pagadas por sus patrones, y
que, de regreso al hogar (si se le puede llamar así a una casilla
de chapa y cartón sin agua ni baño) se desquitan la bronca
con sus hijos. Estos supuestos adolescentes peligrosos, probablemente
tampoco sepan lo que es una alimentación adecuada porque apenas
comen lo que pueden, ni conozcan lo que es una cama caliente, una vivienda
con lo mínimo indispensable. Jamás nadie se interesó
por ellos, nunca los esperaron al regreso de la escuela con un juguete
nuevo, un café con leche y los dibujitos de la TV, con una caricia
y una mamá dispuesta a explicarles la tabla del 4, porque en sus
¿vidas? jamás tuvieron ni juguetes, ni café con leche,
ni TV con dibujitos, ni escuela, ni caricias y algunos ni siquiera tuvieron
una mamá. Si la vida ha sido tan cruel y despiada con ellos, es
lógico comprender que sean crueles y despiadados; al fin y al cabo
cada uno de nosotros es lo que aprendió a ser. Si ellos desprecian
la vida, por toda la carga de agresiones y carencias afectivas y materiales
que les proporciona, ¿puede pretenderse que aprecien la vida de
los demás?. Para completar el cuadro, el único escape de
la realidad tan cruel que les impone la sociedad es la obnubilación
mental que les proporciona algún alucinógeno barato (pegamento,
psicofármacos). Es por esto que un adoloscente marginal es capaz
de matar a otro pibe para sacarle las zapatillas, sin sentir el más
mínimo remordimiento, casi como un acto mecánico. No piensa,
solo actúa por instinto, por impulsos: es la vida de él
o la del otro. Matar o morir. Un alto porcentaje de nuestra población,
principalmente adolescentes y jóvenes, debe resolver a cada instante
esta encrucijada fatal: matar o morir (de hambre, de frío, o por
una bala).
Queda claro, entonces, que la represión estatal no solo no resuelve
nada, sino que agrava el problema, porque el llamado delito
de los jóvenes marginales es la consecuencia de la acción
represiva del Estado. Vivimos en una sociedad desigual e injusta, donde
unos pocos tienen todo y la mayoría no tiene nada; una sociedad
dividida entre explotadores y explotados. El Estado es la herramienta
que utiliza la clase expotadora para mantener esta situación social.
La violencia represiva del Estado, ejercida a través de la policía,
las fuerzas de seguridad y otras instituciones, es la que sostiene y garantiza
que la clase explotadora pueda seguir empleando esa otra violencia, oculta
y solapada, como la que se expresa a través del trabajo asalariado,
el dinero, la propiedad privada, el dominio de todos los medios de expresión
social, etc., para asegurar la explotación de la mayoría
de la población. La violencia de los explotadores, ejercida a través
del aparato estatal, solo puede enjendrar más violencia en la base
de la sociedad; solo que esta violencia de la base es desorganizada, sin
dirección ni sentido; es una violencia instintiva, ciega, vacía.
Y como tal, se desborda hacia cualquier lado, se vuelca contra quienes
la padecen, es la lucha de los marguinados contra los marginados mismos
(el pibe que mata a otro por las zapatillas). La única solución
posible es la de organizar esta violencia, darle un sentido claro y preciso,
darle un contenido social, clasista y revolucionario. Transformarla en
una lucha abierta de los explotados contra los explotadores; transformar
el odio a la vida en odio a quienes nos oprimen y la violencia ciega y
sin sentido en revolución social.
El zorro negro
http://www.geocities.com/Athens/Rhodes/8285/
|
|