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¿Agotes en el siglo XXI?
x Alizia Stürtze - Historiadora
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Listas contaminadas por la inclusión de
un solo nombre «envenenado». Feroz negativa de IU a estar
en el grupo mixto con S.A., por un rechazo parecido al que en la Edad
Media provocaba el terror al leproso, paradigma de la degeneración
física y moral. Repetición hasta la náusea de que
los «demócratas» no se pueden mezclar con los «terroristas
y su mundo», porque contagian por simple contacto. Racista discriminación
de 160.000 independentistas basada en los mismos prejuicios y mecanismos
psicológicos con que los cristianos viejos «justificaron»
el apartheid de judíos, moros, agotes y «otras gentes de
mala raza», imprescindible para mantener limpia su sangre y conservar
así sus privilegios. Adscripción mimética a los
militantes de la izquierda abertzale de patologías psicosomáticas
malignas y, encima, «hereditarias», idénticas a las
que se aplicaban a los grupos a los que se quería apartar, explotar
y/o destruir, como ocurrió con los comunistas en el maccarthismo
y ocurre ahora con los antiimperialistas islámicos.
No importa que el discurso que «explica» el prejuicio y
prepara el terreno para la represión sea una abstracción
desconectada de la realidad. Lo importante es que les sirva a Madrid
y a sus acólitos para deshacerse «argumentadamente»
de lo que ya en 1923 Primo de Rivera, refiriéndose al PNV independentista
de Gallastegi, llamaba «la mala semilla separatista que es imprescindible
extirpar», cosa que intentó ilegalizándoles, clausurando
sus centros, suspendiendo el diario "Aberri" y juzgángoles
por «delitos contra la seguridad y la unidad de la patria».
Mientras, los «moderados» de Comunión Nacionalista,
tolerados, claro está, por la dictadura, se negaban a apoyar
a sus hermanos aberrianos por su «verbalismo violento» y
su independentismo radical. «Estrategia de enfrentamiento»
le llama Egibar a la intención de la izquierda abertzale de garantizar
los días 13 y 14 la representación que le corresponde.
Egibar pretende no sólo encubrir su falta de legitimidad para
proclamarse alcalde de Lizartza, sino, sobre todo, ocultar la disposición
jeltzale a colaborar con el Estado, como en 1923, en la segregación
del independentismo vasco. «Nuestra aliada, la persecución»,
decía nueve años más tarde Egileor, diputado de
un PNV ya reunificado, refiriéndose al enardecimiento para la
lucha que había provocado la terrible represión contra
el movimiento de la Asamblea de Ayuntamientos durante el que hubo de
todo: detención de alcaldes, ocupación de casas consistoriales,
cargas de la Guardia Civil... y, más que nada, resistencia.
PP-PSOE y también PNV-EA-IU harían bien en repasar nuestra
historia para comprender que los independentistas no se van a dejar
convertir en los agotes del siglo XXI.
Gara
09/06/03
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