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Ante los esperanzadores y constructivos movimientos engendrados por la plataforma Euskal Herritarrok, el Pacto de Lizarra-Garazi y la tregua de ETA, el PP y el PSOE se han visto despojados por sorpresa de ese útil disfraz de cruzado demócrata-pacifista en lucha contra el infiel terrorista que era ya como su segunda piel y que tanto les facilitaba la penosa tarea de ocultar al pueblo español sus traiciones ideológico-políticas, sus desmanes neoliberales, su corrupta privatización del dinero público, su terrorismo de estado, su subordinación al capital trasnacional, su sumisión a la política internacional de EEUU, su aceptación del alienante imperialismo cultural yanki y su incapacidad fáctica para defender a la economía española en la UE frente a esa gran Alemania que, proyectada hacia el Este en busca de su Lebensraum, de su espacio vital de siempre, les va a reducir ahora en 90.000 millones de pesetas las ayudas que tan bien les venían para mantener narcotizados a sectores de la población, combativos de antaño pero vendidos hoy, a cambio del voto, al cómodo malvivir subvencionado. Sin su traje de ángeles guardianes del Santo Grial democrático, el PP y el PSOE se nos aparecen en su convulsa desnudez como lo que son: la anacrónica clase política de un estado, desposeído ya de su función primordial, es decir, la administración y defensa de un sistema productivo propio, que ellos mismos han colaborado en debilitar con su apoyo a la desregulación de los mercados, cuyo papel primordial es el represivo y cuyo marco de decisión y cuyas fronteras interesan cada vez menos a unos sectores industriales y financieros que, a medida que se van alejando de Madrid, miran más hacia Europa, hacia otros ejes de decisión y de inversión más adecuados, y ven coartados sus movimientos por el inevitable inmovilismo de un gobierno central en decadencia.
Sabido es que el PSOE vizcaíno, casi desde sus inicios, eligió identificarse sólo con el proletariado emigrante y convertirse en vehículo de la agresiva españolización dirigida por la oligarquía negurítica, su supuesta enemiga de clase, adoptando una clara actitud de colaboración de clases y adoctrinando a los emigrantes en sentimientos de militancia españolista y de oposición a la integración en Euskal Herria. La razón argüida para su visceralismo antivasco era entonces, el carácter necesario y progresista de la unidad española como paso previo a la constitución futura de la patria universal. Aún aceptando este decimonónico análisis liberal que, frente a retrógrados nacionalismos como el vasco de principios de siglo ligado al precapitalismo, considera históricamente progresista y necesaria la constitución de los estados modernos para el desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas, es obvio que, en la coyuntura actual de integración europea y de globalización económica, adquiere un carácter claramente reaccionario. Por más que lo disfracen de democracia o de progresismo frente a una caduca caricaturización de un nacionalismo vasco machista, mojigato y comesantos totalmente alejada de la realidad, lo cierto es que su virulento granespañolismo, su ultranacionalismo en forma de Declaración de Mérida, de josaeantoniano espíritu de Ermua y demás foros varios, no pretenden sino utilizar la frustración de ese sector ideológicamente débil de trabajadores aún desarraigados (son multitud, sin embargo, los que tienen conciencia vasca), en plena crisis económica, social y cultural, y cuya integración en la sociedad vasca han obstaculizado intencionadamente, para hacer populismo fascistoide de la peor especie y echar una vez más al cáncer nacionalista la culpa de los males conocidos y de los mucho peores que quedan por venir.
En una entrevista que publica El Viejo Topo, Samir Amin, refiriéndose a la construcción de la Union Europea, explica que la Europa de Maastricht que defiende unilateralmente los intereses del gran capital, no va a traer sino paro elevado, exclusión del mercado laboral y marginación a gran escala; acusa de este despropósito no sólo a las derechas (PP) sino también a los socialdemócratas (PSOE); y termina afirmando que Europa debe de ser una construcción social común en la que intervengan también las clases populares (y las nacionalidades oprimidas con proyectos nacionales progresistas, añado yo), porque Europa o será de izquierdas o no será.
Es obvio que ese movimiento político progresista con capacidad de ir interviniendo en la construcción de esa otra Europa no puede venir de clases políticas enquistadas en estados caducos y alejadas de sus bases votantes, sino de una lucha conjunta de formaciones sociales como la izquierda abertzale, próxima al pueblo y que está demostrando gran capacidad de iniciativa política, de negociación y de pacto y también flexibilidad para adaptarse a la coyuntura cambiante sin perder sus señas de identidad nacionales y de izquierda. Como dice el historiador marxista Pierre Vilar, el pueblo vasco ha sabido conjugar a lo largo de su historia una gran tenacidad en la tradición y a la vez una asombrosa capacidad de adaptación y asimilación, de cambiar sin perder la esencia; y su conciencia, como la de otras pequeñas y muy viejas nacionalidades, puede ser la más moderna de las soluciones para superar lo que queda de los viejos estados-potencias. No cabe duda de que hoy, en 1998, el futuro en clave de izquierda pasa por la construcción de Euskal Herria y de otras nacionalidades oprimidas y puesto que vasco, como afirmaba Argala, es todo aquél que vende su fuerza de trabajo en Euskal Herria, esa futura Euskal Herria libre, solidaria y justa deberíamos edificarla, hombro con hombro, entre todos los que en ella vivimos y trabajamos. Ahora toca pues optar o bien por una clase política española corrupta y envejecida que va a contracorriente de la historia y quiere arrastrarnos en su agonía, o bien por colaborar con la izquierda abertzale en ir labrando un porvenir igualitario y socialista para todos. Por ello, por una Euskal Herria independiente y socialista, dió la vida el extremeño Juan Paredes Manot, Txiki, fusilado por el feroz españolismo de la Una, Grande y Libre de siempre, del franquismo y de ahora. En su lucha, Txiki encontró la libertad porque, como dejó escrito en un trozo de papel antes de ser ajusticiado por esa Guardia Civil franquista cuyas virtudes democráticas ensalza ahora Mayor Oreja, era viento de libertad. Demostremos al PSOE y al PP con nuestra respuesta que no hemos olvidado su ejemplo y su frescura libertadoras.
Kolectivo
La Haine
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