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Puede que en el EBB se autoengañen y a la paralización de Lizarra, a la ruptura del pacto con EH en ciertos ayuntamientos o a la servil visita de Ibarretxe a Moncloa (a pesar de sus «duras» declaraciones posteriores) le llamen hacer política o luchar por Euskal Herria desde la democracia y la moderación, pero lo único que está dando el PNV últimamente es una borrosa imagen de pusilanimidad, cortoplacismo extremo y sometimiento al monstruo de Madrid, que ha desatado una impresionante contraofensiva antieuskaldun a todos los niveles y, borracho en su sangrienta orgía granespañola, se muestra insaciable y dispuesto a no parar hasta aplastar no ya sólo a la izquierda abertzale, sino hasta engullir incluso al propio PNV, tan confiado él hasta ahora con sus negocios a cuenta del dinero público, su Jaurlaritza y su bien alimentada burocracia. Y es que los sectores financieros del neoliberalismo salvaje ocultos tras el PP parecen haber decidido que, frente al tándem franco-alemán, el modo de tener presencia efectiva aunque de segundo orden en la UE (y de participar en la recolonización latinoamericana) es mantener atado al Estado español como único representante en las instancias decisorias comunitarias, cortando el paso a cualquier intento de los nacionalismos periféricos de negociar directamente en Bruselas (o en Miami).
De un partido como el jeltzale, con historia centenaria, información y dinero suficiente para poder analizar las tendencias a corto-medio plazo, parece que se debería esperar capacidad para definir la actual fase como decisiva tanto para Euskal Herria como nación como para la supervivencia futura del propio PNV como partido del nacionalismo burgués vasco y, por consiguiente, cierta amplitud de miras y mayor valentía política a la hora de encarar el intento de acoso y derribo del nacionalismo y del abertzalismo por parte de los neofranquistas. De la historia general, de su propia historia y de los resultados de su práctica política durante estos 21 años de «reforma» que, en aras a defender sus intereses de clase frente a la izquierda abertzale, le ha llevado a fortalecer al españolismo del PSOE y del PP, el partido jeltzale debería haber aprendido que ese seguidismo del «amo» centralista al que llama moderación y que sin duda interesa a esos sectores españoles que se apuntaron al PNV a fines de los 70 con el único fin de hacer negocios, no conducen a nada que no sea su lenta autodestrucción.
Es de esperar que las bases populares del PNV y aquellos de sus dirigentes con una visión política que vaya más allá del «pan para hoy» comprendan que no existe camino intermedio, que apuntalar a un PSOE en pleno extravío no es salida, y reconduzcan al PNV por la única vía de la re-construcción nacional.
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