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Amaia, Sofía y el fuego solsticial
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x Alizia Stürtze
- Historiadora
Estaba asqueada de que quienes llevan todo el año haciéndome/nos
la puñeta me repitan estos días ¡feliz navidad!, con
el mismo cinismo con el que me podrían desear ¡que con salud
te pille un tren! Me sentía un año más repugnada
por esta navidad cabrona de las grandes superficies, obscenamente consumista
y falsa. Me producía náusea que los «afortunados»
del Norte podamos considerar que tenemos algo que celebrar en este fin
de 2001 en el que el terrorismo imperial yanki, con nuestra colaboración,
ha asolado Afganistán y promete seguir los años que vienen
asesinando niños y mujeres en Palestina, Somalia, Yemen, Irak,
Colombia o Venezuela. Me dolían el corazón y el alma por
tantos presos, huidos, torturados y muertos; y también por tantas
traiciones, tantas ilegalizaciones fascistas sin respuesta y tanto mercadeo
político de ínfima categoría. Y, además, porque
vivir con un cierto nivel de sensibilidad y de conciencia acaba pesando.
Pero resultó que me llegaron la luz, el sol y el fuego solsticiales,
el espíritu auténtico de esta celebración.
A mi buzón electrónico llegaron a través de mi querida
Sofía, comprometida miembro de Hijos, cuya vida intentó
deshacer la dictadura militar argentina en 1978 al secuestrar y hacer
«desaparecer» a sus padres, pero que, sin embargo, ahora ha
decidido tener un hijo, como hermosa forma de hacer frente al largo y
cruel invierno argentino y de mostrar que la vida es siempre más
poderosa que la muerte para aquellos que, frente al miedo, a la cobardía
y a la comodidad, de verdad creemos en ella. A mi buzón del portal,
la luz, el sol y el fuego solsticiales llegaron en forma de palpitante
y preciosa postal de mi querida Amaia, presa preventiva en Alcalá,
que, al desear que «2002 nos traiga la cosecha de lo sembrado hasta
ahora», venía a recordarme que en Euskal Herria, como en
otros muchos pueblos y colectivos oprimidos, por extremadamente crudo
que sea el invierno que nos hacen padecer, el solsticio de capricornio
o eguberri está para representar que hay que combatir la muerte,
lo injusto, caduco y opresivo, que hay que saber sembrar para que, en
primavera, pueda haber explosión joven y vigorosa de las nuevas
fuerzas de la naturaleza, es decir, de la vida y de la libertad.
Esto, nuestros antepasados lo simbolizaban quemando un tronco, representación
perfecta de la concentración de energía solar, productora
de la luz y el calor necesarios para generar vida. A nosotros nos corresponde
representarlo sintiendo la lucha por la liberación como un acto
de creación que nos permite vivir, aprender y crecer, y sabiendo
que, como dice García Márquez, la verdadera felicidad no
está en vivir en la cima de la montaña, sino en la forma
de subir la escarpada. Gracias Sofía y Amaia por haberme devuelto
la luz, el sol y el fuego en este crudo solsticio de invierno.
Gara
24.12.01.
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