|
|
|
|
|
¿Por qué nos gusta la vida basura?
|
x Alizia Stürtze
De la valoración de la acampada organizada
este verano en Jaizkibel por la Asamblea contra el TAV bajo el lema
"¡No al Superpuerto! ¡Stop a las grandes infraestructuras!",
se desliza un inquietante interrogante: el porqué de nuestra
incapacidad de respuesta efectiva ante los planes del neoliberalismo,
que desde Gasteiz tan bien vehiculiza el PNV, arropado por una concepción
mecanicista del progreso que no tiene nada que ver con mejorar nuestra
calidad de vida, sino con aplicar hasta el extremo los últimos
«avances» del capitalismo tecnológico, considerados
buenos en sí en base a una interpretación determinista
del desarrollo histórico. En Cancún, nos posicionamos
contra la OMC, pero ese posicionamiento, en Euskal Herria, no lo objetivamos,
no lo convertimos en acción positiva y continuada.
¿Por qué tan escasa respuesta popular ante el escalofriante
plan de infraestructuras (TAV, superpuertos, corredores, autovías,
cinturones, inmensas plataformas de transporte como Zaisa III...), cuyo
devastador impacto ecológico, agrario, identitario, social y
territorial estamos ya padeciendo? ¿Por qué, en nuestra
acción diaria, no reaccionamos sino muy puntualmente ante fenómenos
tan agresivos como el paro, la exclusión, la precariedad masiva,
la especulación, o la desregulación y la privatización
de los servicios públicos? ¿Qué sentido tiene proclamarnos
de izquierdas, anticapitalistas o antiglobalización, cuando estamos
metidos en la rueda de un consumismo salvaje que es el que impulsa ese
neoliberalismo ciego que decimos querer combatir? ¿Por qué
no conseguimos dar capacidad transformadora a la lucha contra una explotación
y una desigualdad en aumento, cuyo potencial revolucionario es indudable?
¿Cómo es posible que ya no nos identifiquemos como clase
trabajadora, y que nos hayamos convertido en una masa inerte, despolitizada,
irracional y temerosa de individuos consumistas con intereses supuestamente
confrontados, que sólo se definen en función de la marca
de su coche?
Básicamente parece una cuestión de valores trastocados,
de subjetividad reaccionariamente conformada, y de ausencia de instrumentos
conceptuales con los que poder comprender lo que está ocurriendo
y analizar las herramientas que está utilizando el sistema para
hacernos cómplices de su «lógica» brutal.
El «ruido» es una de ellas: ese «ruido» incesante
y monocorde que, a través de los medios, repite y repite consignas/música/«ideas»
basura, para bestializarnos y bloquear nuestra capacidad de pensar y
dialogar. Exactamente el resultado que busca la Policía cuando
tortura con ruido al detenido, como forma de romper su resistencia.
Busquemos el silencio del razonamiento y la sinfonía de la comunicación.
-
* Historiadora
Gara
|
|