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La bolsa, la vida y la ética
x Alizia Stürtze - Historiadora
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Nummus non parit nummus escribía
santo Tomás de Aquino. El dinero no engendra dinero,
es infecundo, pero la usura quiere hacerle tener hijos. El usurero va por
tanto contra natura y está lleno de pecado, pues quiere obtener un
beneficio sin trabajar, incluso mientras duerme. Va así contra ese
precepto del Señor que nos ordena ganar el pan con el sudor de nuestra
frente, y, además, roba a Dios y a los hombres: a Dios le roba el
tiempo, que es un don divino y gratuito, y a los cristianos porque a un
hermano está prohibido prestarle dinero a interés (más
aún si es pobre). Su única posibilidad de salvación
es pues la restitución íntegra de lo ganado. O el dinero o
el infierno. O la bolsa o la vida, como expresa Le Goff en La Bolsa
y la Vida, que titula así precisamente porque, preparando el
advenimiento del capitalismo moderno, la teología salva finalmente
al usurero del infierno al inventarse hacia el S. XIII el purgatorio, que
le permite engordar la bolsa aquí abajo, sin perder por ello acceso
al paraíso, tras un paso por el purgatorio, que puede ser brevísimo
si condona sus pecados comprando generosamente indulgencias.
Es obvio que la Iglesia olvidó hace tiempo los pecados de usura
y avaricia, como quedó patente con el asunto Gescartera en el que
monjas y obispos invirtieron millones ante la promesa de que les engendrarían
familia numerosa, es decir, les permitirían robar más de
lo normal.
Lamentablemente, la información generada por la debacle de las
bolsas ha puesto también en evidencia que la izquierda, entendida
como ética y estética frontalmente opuesta a los valores
de rapiña del capitalismo, está moribunda en Occidente,
incluída Euskal Herria con su millón largo de inversores
atraídos por ese milagro de los panes y los peces que
les han prometido en el banco donde tienen los ahorritos. Como santo Tomás,
todos intuimos que el dinero no engendra dinero, y que si en una bolsa
puramente especulativa como la actual lo invertido se multiplica (¡una
acción de World Com que ahora se cotiza a 9 centavos llegó
a valer $62!), no es porque seamos magos de las finanzas, ni porque exista
ningún capitalismo popular en el que todos ganamos,
sino porque estamos participando en el pillaje de otros pueblos y países,
y permitiendo, entre otras cosas, la neocolonización del Sur por
parte de las grandes burguesías yanki y europea que sobornan a
gobernantes corruptos para apropiarse a precio de ganga de los activos
públicos (agua, gas, telefónica...), y exigen después
la drástica aplicación de los programas de ajuste estructural
del FMI para poder cobrar sus intereses usurarios. Telefónica,
BSCH, BBVA, Repsol, Endesa, Iberdrola, Fenosa, Dragados, Prisa... todo
un lobby empresarial español para saquear Sudamérica de
acuerdo con la geoestrategia gringa... y con nuestra humilde aportación.
El dinero fácil se gana siempre a expensas de alguien.
Pero es que, además, incluso desde una perspectiva de pragmático
egoismo, al cegarnos la avaricia y seguir los consejos de nuestros
amigos asesores y banqueros no sólo nos hemos dejado estafar
fraudulentamente (los peces gordos se deshicieron de sus activos hacia
1999) y hemos favorecido una aún mayor concentración de
capital (nuestro dinero no se ha esfumado; ha llenado las bolsas de los
de siempre), sino que, además, hemos contribuido a que Madrid y
Gasteiz vayan imponiendo un fundamentalismo de mercado que privatiza lo
público y promueve, con el visto bueno de los sindicatos, los planes
de pensiones privadas y la reducción del reparto social del dinero
público.
No se trata pues simplemente de que Prodi o Bush establezcan medidas
para castigar el fraude, sino de que la gran mayoría
trabajadora pasemos, por un lado, a exigir información sobre en
qué y para qué se invierte nuestro dinero, y, por otro,
recuperemos la lucha por nuestros derechos a una pensión digna
garantizada por el Estado, al desempleo o al trabajo de calidad. Los capitalistas
son ellos y ellos son el enemigo.
(Artículo íntegro especial para La Haine)
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