Activar a 170.000 desobedientes

x Alizia Stürtze

Hay intereses, aparentemente diferentes pero en última instancia convergentes, que nos quieren hacer creer dos cosas. Una, que la «política» es básicamente un complicado arte para iniciados, para sacerdotisas y sacerdotes consagrados por los diferentes aparatos, conocedores de un lenguaje críptico indescifrable para el resto de los mortales, pero imprescindible para hallar el «Santo Grial» (la solución final). La segunda, que esa forma central de hacer política, la llamada institucional o burguesa, es incompatible con otros métodos, el de la desobediencia por ejemplo, que impulsan el protagonismo de la población no como mero objeto votante (pasivo), sino como sujeto político (actuante), y que potencian, la construcción de una democracia más participativa

En este principio de curso, no cabe duda de que a PNV-EA-IU, al PSOE y también a otros sectores minoritarios que no tuvieron empacho en presentarse a las antidemocráticas elecciones de mayo les interesa que los 170.000 que desobediente y conscientemente votamos a AuB nos creamos las dos cosas, y optemos por la cómoda pasividad de esperar en casa a que «los enterados nos arreglen las cosas»; a ver si así, de paso, se nos acaba de pasar el sarampión y nos civilizamos. Que ya va siendo hora

Sin embargo, en este momento en que por las alturas andan sobrevolando el plan Ibarretxe y la supuesta eurorregión de Maragall, el que las alcaldías de Orereta (PSOE) y Bermeo (EA) muestren urgencia y preocupación por responder a los «bandos municipales» con que las correspondientes plataformas ilegalizadas de la izquierda abertzale han iniciado su democrática respuesta (su justa desobediencia) al neofascista asesinato civil de sus votantes y a la dictatorial suplantación de sus votos, parece evidenciar la importancia de complementar ambas formas de política, de hacer que ambas se retroalimenten, de impedir que la «institucional» fagotice a la «popular», y de dar paso a esos 170.000 desobedientes que en mayo nos enfrentamos conjuntamente al temible bigotillo falangista de Aznar y a los cantos de sirena de Ibarretxe y su variada corte. La desobediencia se puede ejercer desde «su» legalidad en multitud de niveles. Se puede (y se debería) dejar de pagar ciertos impuestos municipales o declarar, como proponen en Bermeo, personas «non gratas» a quienes hayan robado las concejalías correspondientes a la izquierda abertzale. Se puede (y se debería) realizar una fuerte campaña de desobediencia contra el aparato represivo mediático español, lo que implicaría dejar de comprar prensa enemiga como ''El Diario Vasco'' o ''El Correo Español'', y de escuchar o ver programas radiofónicos y televisivos degradantes para el pueblo vasco. Se puede (y se debería) suprimir la increíblemente estúpida costumbre de sufragar parte de la estructura policial española comprando lotería de Navidad y de las otras... 170.000 votos «estériles» pueden fructificar increíblemente siempre que se sepa y se quiera abonarlos convenientemente. -

* Historiadora

 
       

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