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En campaña, Gore confesó haber fumado un canuto en su juventud aunque sin tragar el humo. Bush, por su parte, admitió haberse desmadrado algo más pero afortunadamente conocer a su esposa y regenerarse fue todo uno, como demuestra su posesión del récord de ejecuciones en Texas, en calidad de gobernador. Cada cuatro años, el imperialismo cultural y mediático gringo nos obliga a los de «colonias» a asistir a la ridícula confesión pública de los pecadillos de sus candidatos a presidente en torno a los temas que obsesionan al falso puritanismo yanki: sexo, alcohol y drogas ilegales.
Y digo falso puritanismo yanki porque, en el caso de las drogas ilegales, no es sólo que EEUU sea el mayor consumidor del mundo y a quien mejor aprovecha el dinero procedente de su tráfico (una vez blanqueado, claro), sino y sobre todo, porque es quien ha llevado al paroxismo la utilización de la droga como arma de sometimiento y dominación de pueblos y movimientos de oposición, como instrumento imperialista de injerencia e intervencionismo y de control geopolítico de zonas estratégicas, potenciando una estrechísima relación entre droga, venta de armas y dinero.
EEUU ha sido el inventor y el principal impulsor de la cruzada contra la droga,
creando una ideología dominante, la de prohibición, un consenso
«moral» internacional a priori, que les «legitima» para
ejercer la fuerza ahí donde mejor convenga a sus intereses, erradicando
la producción de sustancias o potenciándola como fuente de financiación
y como herramienta de infiltración. Durante la guerra fría, y
con la total implicación de la CIA, se dieron escandalosos ejemplos de
este inmoral y perverso doble uso yanki de la droga en su lucha contra el comunismo.
En Vietnam y muy específicamente en el triángulo de oro (Birmania,
Tailandia y Laos) favorecieron el desarrollo del tráfico de opio y heroína.
En Miami, a fines de los 70, el mercado de la droga estaba en manos de anticastristas
entrenados de paso por la CIA para llevar acciones contra el régimen
cubano.
Lo ocurrido con la Nicaragua sandinista fue más sangrante: aviones yankis
transportaban armas para la Contra y, para no desperdiciar el viaje, cargaban
a la vuelta con cocaína del cartel de Medellín, cosa que obviamente
conocía el entonces jefe de la CIA George Bush, padre homónimo
del actual «arrepentido». Al tiempo, creaban el término de
narcoguerrilla para desacreditar el movimiento insurreccional comunista colombiano
y justificar operaciones en su contra, hasta la práctica invasión
del país que supone el nuevo plan Colombia. Aunque la Guerra Fría
terminó hace tiempo el imperialismo gringo sigue haciendo el mismo farisaico
uso de las drogas. Por lo menos, que tengan el detalle de librarnos de sus numeritos
de moralidad cuando les tocan elecciones.
Kolectivo
La Haine
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