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Fascista: insulto y categoría
x Alizia Stürtze - Historiadora
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No hay que subestimar la influencia de la guerra
ideológica en la fabricación de consenso y de un imaginario
que deforma en la mayoría la percepción de la realidad,
y le lleva a identificarse con el poder. Pero, como acaba de demostrar
la vuelta de Chávez, la representación virtual creada mediáticamente
no siempre se convierte en realidad. Afortunadamente para los que seguimos
creyendo en la capacidad del movimiento popular para ser artífice
de su historia, sigue siendo epistemológicamente diferente parecer
que ser, y entre insultar y categorizar también media un abismo.
Decir de Batasuna que es una organización fascista no pasa de ser
un insulto similar al hijoputacabrón, aunque empleado, eso sí,
con la finalidad muy específica de neutralizar su radio de influencia,
desprestigiar a sus representantes y justificar su represión e
ilegalización. Por el contrario, afirmar que Aznar y su ejecutivo
son (nazi/neo)fascistas, como lo son Haider, Berlusconi (y también
Le Pen), no es sino caracterizar su sistema de poder, fruto de un pacto
de sangre con quien hace 65 años destruyó Gernika en nombre
de una España Grande y Libre, y que ahora encuentra cierto acomodo
en una UE con claros síntomas de fascistización: Haider,
que conste, se daría con un canto en los dientes por poder defender
el programa de tolerancia cero de Chirac, que, retórica barata
aparte, no se sabe bien en qué se diferencia del de Le Pen, quien,
por cierto, ni loco gritaría algo tan fascistoide como el «vamos
a por vosotros» reciente de Aznar.
El fascismo no son sólo ni necesariamente masacres, sangre y locura
a manos de algún pirado. Crece al amparo de la socialdemocracia
en unas condiciones concretas de crisis, en un caldo de demagogia mediática
antiterrorista/grannacionalista (constitucio- nalista le llaman en Madrid),
que es absorbida por un pueblo despersonalizado y culturalmente degenerado.
En estados más dependientes como el turco o el español,
lastrados por una «crisis nacional» permanente, se desarrolla
lo que en el reciente "Le fascisme hier et aujourd'hui" llaman
el fascismo secreto: existen derechos democráticos formales, pero
éstos sólo sirven para enmascarar la falta real de independencia
entre el legislativo, el judicial y el ejecutivo, quien acostumbra a efectuar
«recomendaciones» que conviene obedecer y, como ocurrió
en Turquía con el Partido Refah (y ahora en el Estado español
con Batasuna), ilegaliza los partidos molestos, apoyando la creación
de una versión «light» o descafeinada de los mismos
(y no menciono siglas).
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