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Maketa en mi tierra
Alizia Stürtze
Me discriminaron desde pequeña. En mi casa jamás pude oir una palabra de euskara. Y es que mi amona materna, con la que me crié, obligada a principios de siglo a abandonar el caserío familiar de Alzaga para venir a trabajar de neskame a "San Sebastian", fué despreciada por la estúpida pequeña burguesía donostiarra, comerciante y provinciana (aunque con complejo de "cosmopolita"), quien le hizo sentir su inferioridad por no saber castellano. Mi amona, avergonzada, abandonó el euskara para siempre y junto con él sus orígenes, ese conjunto de aspectos culturales y emocionales que constituyen el eje de toda persona como ente individual y social. Como tantos y tantos pueblos y grupos sociales de segunda a lo largo de los siglos, mi amona, junto con otros muchísimos euskaldunes fué discriminada y despreciada en su propia tierra, por no conocer la lengua del imperio, muestra concluyente de nivel cultural y, por tanto, de estatus social.
La historia es concluyente en esto. Ya desde la Edad Media, las clases pudientes vehiculizaron su dominio a través del castellano, impidiendo así el desarrollo culto del euskara. Para ser escribano, para ocupar cualquier cargo público, era preciso el conocimiento hablado y escrito del español (nunca del euskara), con lo que esto suponía de clara discriminación de la gran mayoría de la población autóctona. Con el surgimiento de una burguesía industrial moderna ésto no hace sino confirmarse: la nueva clase hegemónica, necesitada de Madrid para establecer su primacía económica, se constituyó en bastión de los valores culturales de esa enteléquia que es España. El euskara jamás fué, como lo pudo ser el catalán en Cataluña, vehículo de la explotación de esa clase burguesa sobre las oleadas de inmigrantes del Estado. El "maquetismo", la discriminación de los "belarri motxas" fue una exageración del PSOE que, desde su creación en la margen izquierda, estableció su dominio político más en su españolidad, en su "gran nacionalismo" español, es decir, en potenciar las diferencias, en establecer el abismo entre las comunidades autóctona y foránea, en enturbiar las relaciones entre ambas; que en defender revolucionariamente los intereses de una clase obrera constituída por ambos grupos.
Ahora que el agresivo españolismo decimonónico vuelve a estar "de moda", sería de agradecer que desde esa clase intelectual tan "europea" y/o "universal" surgida al calor de los millones de la UPV, se hiciera un esfuerzo de cara a deshacer para siempre esos rancios y mentirosos tópicos que "justifican" nuestra represión como pueblo y se reconociera lo que históricamente es innegable: el Pueblo Vasco, es decir, su gran mayoría trabajadora, ha sido tratado de maketo en su tierra, entendido el término con toda la carga despectiva que le dá el PSOE cuando quiere atraerse el voto inmigrante. El nacionalismo vasco siempre ha sido defensivo y nunca agresivo como el español.
Kolectivo
La Haine
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