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El mundo convertido en un western
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x Alizia Stürtze
- Historiadora
En su estrategia imperial a largo plazo, EEUU ya ha conseguido dar el
primer paso: invadir Afganistán militarmente. Pero, de cara a «justificar»
la continuación de su «guerra contra el terror», la
«caza» de Bin Laden le sigue interesando. Los gringos nos
quieren así hacer volver al bárbaro espíritu de su
viejo Oeste, el de los forajidos y el «se busca, vivo o muerto»,
y a su maniquea división del mundo en buenos y malos. Salvajes
indios y honrados vaqueros, traidores «amarillos» (coreanos/japoneses)
y valientes marines, diabólicos comunistas y angelicales demócratas.
Los que hace tiempo que digerimos el atracón de películas
clónicas yankis del cine parroquial de la infancia, no sólo
no estamos dispuestos a volver a ese reduccionismo en blanco y negro,
sino que, además, aprendimos cosas como que, de haber algún
«bueno», no serían los vaqueros sino los «indios»,
los indígenas americanos del norte por ejemplo, despojados de su
propia tierra a sangre y fuego, y cuyo genocidio dio inicio al imperio
más sangriento y criminal de la historia: los EEUU. Y que, de querer
apuntarnos a algún héroe, lo haríamos a Toro Sentado
y no al General Custer, es decir, a quienes intentan conducir con mayor
o menor acierto la desigual lucha de la mayoría oprimida contra
la minoría rica.
En el Primer Mundo, muchos «humanistas» y «pacifistas»
se rasgan las vestiduras ante el hecho de que, para las masas hambrientas
y oprimidas del Tercer Mundo enfrentadas al terrorismo global, las acciones
contra el WTC y el Pentágono pudieran ser motivo de alegría.
Su razonamiento es el clásico: nada justifica una muerte. Mientras
tanto, los «ecopacifistas» alemanes deciden secundar el envío
de tropas alemanas a la guerra imperialista yanki contra el pueblo de
Afganistán, Somalia, Irak o cualquiera que se cruce con sus intereses
coloniales, como Chávez, las FARC o los movimientos de campesinos
sin tierra. A los fervorosos «amantes de la paz y la negociación»
tampoco les inquietan los fascistas tribunales marciales secretos impuestos
por Bush, ni el «derecho» del nazismo sionista a «defenderse»
con cazabombarderos gringos, ni la preocupante aprobación por la
UE de una definición de terrorismo que instaura, en la práctica,
un estado de excepción permanente.
Ese movimiento pacifista que se dejó engañar en Irak y
Yugoslavia con la retórica de la «guerra humanitaria»
y permitió así el triunfo ideológico del imperio,
no está en esta grave coyuntura histórica en condiciones
de responder a sus presupuestos ideológicos.
Nos enfrentamos, pues, a la necesidad de redefinir y reubicar el pacifismo,
y de hacer revivir, en toda su dignidad, el derecho a la rebelión
y a la violencia defensiva de los oprimidos.
Gara
10.12.01.
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