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Racismo y fascismo
Alizia Stürtze
Con el racismo ocurre algo parecido que con el fascismo: todo el mundo se
declara contrario; es más, desprecia y supuestamente combate a quien
los defiende. Desgraciadamente, ese descrédito mayoritario de ambas categorías
históricas no es sino superficial, en cuanto que sólo afecta a
una interpretación parcial e incluso falsa de las mismas. Los que se
declaran fervorosamente antifascistas, son simples detractores de sus manifestaciones
epidérmicas más desagradables (Holocausto, irracionalidad . .
.), pero no de su naturaleza profunda en tanto que forma política que
adopta coyunturalmente el capitalismo cuando la democracia parlamentaria no
consigue asegurar debidamente sus intereses de clase.
Del mismo modo, algunos estudiantes de Madrid (que incluso tienen una criada
filipina en su casa o son tan radicales que hasta pertenecen a la cruzada manos
blancas) que se ofendieron por el pensamiento retrógrado del ínclito
profesor Quintana, sólo se inquietan por lo superficial del fenómeno,
por ese llamado racismo científico del S. XIX, ya periclitado. No les
preocupa, sin embargo, lo históricamente perdurable del fenómeno,
su porqué profundo y oculto. Ignoran que el énfasis en ese llamado
racismo científico (y en su negación) no hace sino ocultarnos
la verdadera dinámica del racismo que no es otra que hacer aparecer la
diferencia y la desigualdad sociales como algo natural y consustancial a la
raza humana.
Rechazar el concepto de raza como irreal, adscribir la ideología racista
única y exclusivamente a la forma particular que adopta en un momento
histórico (las decimonónicas teorías de la raza, en el
caso que nos ocupa) nos impide ver cómo y por qué ha emergido
históricamente el pensamiento racista y las diferentes formas que adopta
a lo largo del tiempo. El racismo, adopte la construcción ideológico-científica
que adopte, según el contexto social e histórico específico,
no responde sino a la necesidad de "explicar", de justificar, de hacer
aparecer como "innata" la persistencia de la desigualdad social permanente
entre las personas y los pueblos. Hoy, en que las desigualdades no hacen sino
aumentar, la cultura ha sustituído a la biología para explicar
la diferencia. Los rasgos culturales tienen el mismo poder diferenciador de
los grupos humanos que antes podían tener rasgos biológicos tales
como el color de la piel o las formas faciales. Y la mayoría de los que
se consideran fervientes oponentes del racismo aceptan, sin embargo, como racionales
esas diferencias culturales como explicación última de las diferencias
sociales y económicas.
Kolectivo
La Haine
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