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 Rebeldía
  Alizia Stürtze
La juventud encierra lo más precioso de una sociedad: la ilusión, 
  la fuerza, la rebeldía, el puente de unión entre el pasado y el 
  futuro, la continuidad y a la vez la ruptura. Una sociedad cuyo ideal de joven 
  es el insolidario, competitivo y desenraizado musculoso con gorra y patines 
  de las series americanas, y que desde la prensa y las instituciones manipula, 
  margina, reprime y etiqueta de "delincuente" a todo el que no cuadra 
  con ese esquema, es una sociedad enferma y sin futuro. 
  
  Lo mismo que los hijos sirven de espejo de los errores de los padres, las protestas 
  juveniles de este verano deberían de servir a los que mandan para hacerse 
  una profunda autocrítica. Porque por mucho ejercicio de retórica 
  que se haga, para la juventud abertzale más consciente o más rebelde 
  (como se prefiera), a la que no se engaña ya con el rollo de lo que "sufrimos 
  con el franquismo" como excusa de ulteriores flagrantes dejaciones y cambios 
  de chaqueta, la reforma y el estatuto han sido un fracaso desde las perspectivas 
  económica, social y nacional. Los jóvenes no han tenido que correr 
  delante de los grises, no han conocido las grandes huelgas ni las grandes expectativas, 
  pero están sufriendo la sistemática chulería de la ertzaintza 
  (incomprensible salvo si se piensa que sigue unas directrices marcadas desde 
  arriba), están viviendo el españolismo más agresivo, el 
  paro y la injusticia más contundentes, la falta de valores y la podredumbre 
  social, política (y judicial) más escandalosas. Si absurda se 
  considera la pretensión del padre brutal o mentiroso que pretende ejemplarizar 
  a sus hijos, igual de fuera de lugar están esos políticos o esos 
  periodistas que, al mismo tiempo que tergiversan, engañan y golpean (porqué 
  me vendrá Eguiguren a la memoria?) se autodotan de autoridad para trazar 
  a los jóvenes el camino obligatorio a seguir. En Euskal Herria, el tiempo 
  corre rápida e intensamente. No hay más que repasar lo ocurrido 
  durante los últimos meses (empezando por ejemplo desde la violenta represión 
  en Hondarribia a la llegada de los torturados restos de Lasa y Zabala) para 
  comprender la creciente distancia esencial entre la realidad vivida en las calles 
  y en el corazón por esa juventud y la retorcida y manipulada imagen de 
  la misma reflejada por los media y los próceres políticos, justificadora 
  siempre de cualquier represión.
  
  No encuentro justificables todas las actuaciones de los jóvenes abertzales. 
  Honestamente creo que en más de una ocasión son criticables (o 
  responden a un análisis político que no comparto). Pero no por 
  ello deja esa juventud en su conjunto de ser un ejemplo de resistencia y rebeldía 
  ante esta apestosa basura democrática que busca dividirnos entre buenos 
  y malos, ante esa indecente desigualdad del Diario Vasco, la ETB o las múltiples 
  tertulias radiofónicas . . . tan exquisitamente comedidos al hablar de 
  torturas y asesinatos de estado y de la "supuesta" culpabilidad de 
  ciertas instituciones y de lengua y pluma tan fáciles para criminalizar 
  a la juventud. Y, por prolongación natural, a sus familias.
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