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Seguridad alimentaria
Alizia Stürtze, publicado en GARA el 26 de diciembre del 2000
Cuando nos dijeron que los pollos estaban atiborrados de dioxinas, hubo bajón en su venta. Ahora, sin embargo, seguimos atracándonos de pechugas, tan tranquilos, cuando es obvio que el sistema de producción avícola sigue siendo industrial e intensivo y, por tanto, tan potencialmente peligroso para la salud como cuando saltó la alarma.
Estos días ha bajado el consumo de carne. Pero, dentro de nada, cuando se calmen las aguas, muchos dejarán de exigirle el label al filete y volverán a sus hábitos anteriores, es decir, a comprar carne en esos grandes centros que la ofertan a bajo precio. Hasta la siguiente. Y es que, mientras sigamos empeñados en esta enfermiza avidez consumista que nos lleva a reducir el gasto en alimentación para poder adquirir esos signos externos de riqueza con que intentamos epatar al vecino; mientras no potenciemos otros modos de consumo racional, la seguridad alimentaria es imposible.
Nuestro poder como consumidores nos hace directamente responsables del desastre, porque, o bien estamos permitiendo la sobreexplotación del pequeño productor por parte del gran distribuidor; o bien estamos comprando un producto peligroso, de manos del agribusiness que, con el cuento de la competitividad y el «libre mercado», busca controlar el sistema alimentario mundial y obtener el máximo beneficio a costa del desempleo, del empobrecimiento de los medios rurales, del desequilibrio mebioambiental y de la pérdida total de dignidad de los propios animales.
Como explica el libro "Localization. A global manifesto", seguridad alimentaria y producción competitiva para la exportación son términos antagónicos, por lo que es preciso «proteger lo local, globalmente», al margen de las transnacionales de producción y distribución. La seguridad alimentaria de una región es directamente proporcional al nivel de autosuficiencia de la misma ya que, cuanto más reducida es la distancia existente entre el productor y el consumidor, mayor es la posibilidad de éste de controlar lo que compra. Por ello, es necesario que compremos responsablemente, para conseguir una reducción importante del innecesario tráfico de alimentos a larga distancia y para ayudar a reconstruir el medio baserritarra.
La globalización no es irreversible e irrefrenable, aunque lo afirmen «socialistas» como Tony Blair. Colaboremos en que así sea. Será positivo para nuestra salud y para la (re)construcción de Euskal Herria.
Kolectivo
La Haine
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