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La nueva traición del PNV
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x Alizia Stürtze - historiadora
Ardanza aprovecha el aniversario del Pacto de Ajuria Enea para desvelar,
justo ahora, que en 1996, cuando Aznar accedió al Gobierno, el
PNV pactó con el PP un cambio en la estrategia «antiterrorista»
que implicaba desterrar la «doble política» de Gasteiz
de firmeza policial y disposición al diálogo, y dar al
Estado un plazo de 6 años para «acabar con ETA por vías
exclusivamente policiales». Es decir, vistos los resultados y
la deriva que ha tomado el asunto, el PNV aceptó ser agente pasivo
y activo (lo que los jeltzales llaman «cumplir escrupulosamente
la legalidad») en el uso por parte del ultranacionalismo español
de todo tipo de herramientas represivas claramente antidemocráticas
(tortura, dispersión, ilegalizaciones...) para liquidar no ya
a ETA sino a todo el independentismo.
Según el ex lehendakari, entre su plan y el de Ibarretxe, la
diferencia sería de matiz. De donde se deduce que la distinción
básica entre ambos no sería otra que el escenario surgido
tras la aniquilación de la mayoritaria fuerza política
abertzale independentista pactada con el Estado; es decir, tras la segunda
transición, «nueva traición del PNV», en palabras
del sociólogo Justo de la Cueva.
No se sabe (yo sólo tengo sospechas) con qué fin hace
Ardanza ahora estas confidencias, pero su gravedad hubiera merecido
un eco mediático-político bastante mayor del que ha tenido:
sólo EA se ha molestado en distanciarse de las mismas. Ambos
hechos, es decir, las declaraciones y su escasa respuesta, dejan patente
el preocupante grado de opacidad de esta «democracia», del
que se infiere, entre otras cosas, el abismal divorcio entre el discurso
y la práctica real, así como la naturalidad con que la
clase política asume la propia corrupción del sistema
y su nula disposición para defender los intereses de sus representados.
Es el reino de la mentira, basado en el control de la información.
Todo se lo cuecen entre unos pocos, y lo que sale a la calle no es sino
una puesta en escena convenida de antemano. En el caso del PNV, además,
ese pacto con el PP de 1996 es aún más grave, en cuanto
que muestra que los intereses jeltzales siguen estando vergonzosamente
ligados a Madrid, y que continúan dispuestos a jugar el papel
cipayo, con el que, entre otros «beneficios», pretenden
ahora engordar aún más su cartera de votos... a costa
del aniquilamiento del independentismo y, consecuentemente, del futuro
nacional de Euskal Herria. Todo en base a la repetición de la
jugada del 13-M: escenificar un duelo a muerte con los populares, que
lleve a ciertos abertzales a votar entre lo malo y lo peor.
Dice el historiador Lorenzo Espinosa que la lucha de Euskal Herria
por su independencia sin el PNV es difícil, pero con el PNV es
imposible. Las declaraciones de Ardanza no son sino una prueba más
de ello.
Gara – 20/01/03
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