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Reconstruyamos la Historia

Un período prerrevolucionario
El MIR, 35 años ( Parte 3 )
Andres Pascal Allende - Punto Final

Cuando el 4 de noviembre de 1970 Salvador Allende se terció la banda presidencial y salió con paso resuelto del Congreso para dirigirse rodeado del pueblo al palacio de La Moneda, quedó claro que los de arriba no podían, ni los de abajo querían, seguir viviendo como antes.

Se iniciaba en Chile un período prerrevolucionario, empapado de esperanzas y premoniciones trágicas. La crisis económica y social estructural del modelo de sustitución de importaciones, que el saliente gobierno democristiano no pudo resolver, se agravaba aún más. La clase dominante, desconcertada por el triunfo electoral de la Izquierda y habiendo fracasado todas sus conspiraciones y planes para impedir que Allende asumiera la presidencia, se encontraba dividida, recriminándose unos a otros por la derrota, desconcertada y en repliegue. Aunque la institucionalidad se mantenía todavía vigente, los poderes del Estado tendían a autonomizarse. Mientras la Unidad Popular pasaba a administrar el gobierno, la reacción se atrincheraba en el control mayoritario del Congreso, la Contraloría y el Poder Judicial. Por su parte, las Fuerzas Armadas se mantenían expectantes procurando resguardar su unidad corporativa tras una política de respeto constitucional. Por abajo, los millones de pobres y excluidos continuaban la marcha ascendente de la movilización social y sintiéndose legitimados por el triunfo de la Izquierda reclamaban la radical satisfacción de sus históricas demandas de trabajo, pan, techo, tierra, salud, educación, soberanía popular... Cada capa social tendía a liberarse de sus intermediaciones políticas tradicionales y salía a la escena social protagonizando directamente sus intereses, con lo cual la lucha de clases comenzó a intensificarse como nunca antes.

A pesar de que la reacción ha tratado siempre de justificar su sangriento golpe militar como la sagrada misión democrática de derrocar la dictadura marxista, la verdad es que jamás hubo en toda la historia patria un período con libertades democráticas tan amplias como durante el gobierno de Salvador Allende. Todos los militantes del MIR perseguidos y encarcelados fuimos amnistiados por el presidente el 31 de diciembre de 1970. Una buena parte de los miristas que salimos ese día de la clandestinidad y de la prisión nos reunimos a festejar el Año Nuevo y nuestra nueva condición de legalidad en la casa del buen amigo Osvaldo Puccio. La relación con el presidente y otros dirigentes de la UP que se inició alrededor de las cuestiones ?conspirativas?, se fue transformando en una relación política. A partir de diciembre de 1970 se abrió lo que Miguel Enríquez caracterizó como una alianza de hecho, no formal, entre la UP y el MIR. Pero tuvo un comienzo muy difícil. El Partido Comunista tenía una actitud de aguda discrepancia con el MIR, que incluso se expresaba en gestos agresivos de parte de algunos de sus dirigentes y militantes, a diferencia del Partido Socialista y otros sectores de la UP con los cuales manteníamos vínculos de amistad y cooperación. El 2 de diciembre de 1970 una brigada comunista asesinó a nuestro compañero Arnoldo Ríos en Concepción, produciéndose un ánimo de confrontación muy aguda en la militancia de ambas organizaciones. Allende intervino exigiendo al PC detener las agresiones, condenar y sancionar la acción de su brigada, y establecer una relación de respeto y entendimiento con el MIR. En una reunión presidida por él, se acordó que una delegación PC-MIR saliera de inmediato en un auto de la presidencia a Concepción a restablecer un ánimo de convivencia, e iniciar conversaciones políticas.

¿EL MIR AL GOBIERNO?

A principios de 1971, en una reunión con el presidente Allende sostenida en su casa, éste -para sorpresa de Miguel y quienes lo acompañábamos- le pidió a nuestro secretario general que el MIR se integrara a la UP y él se incorporara como ministro de Salud a su gobierno. Entre Allende y Miguel, a pesar de sus visiones estratégicas tan distintas, se había desarrollado una relación de mucho respeto pues ambos desde sus respectivas opciones políticas compartían un arraigado concepto del compromiso ético y la consecuencia personal. Compartían también la inteligencia política y un incisivo sentido del humor, lo cual los llevaba a simpatizar mutuamente. Miguel captó de inmediato que el ofrecimiento no era sólo expresión de la hábil ?muñeca? política del presidente para neutralizar una oposición de Izquierda a su gobierno. Al ofrecerle la posición que siendo un joven dirigente socialista él mismo había ocupado en el gobierno de Pedro Aguirre Cerda, constituía también un gesto de afecto. Con delicadeza, Miguel le dijo que compartíamos la mayor parte de su Programa. Efectivamente ofrecía la satisfacción de las reinvindicaciones populares más sentidas: empleo y salario justo para los trabajadores, tierra para el campesino, mejoría del consumo básico para toda la población, seguridad social, atención especial a los niños, vivienda digna e infraestructura urbana, salud pública adecuada, turismo, recreación y deporte popular, etc. Asumía tareas como la nacionalización del cobre y otras riquezas básicas en manos del capital extranjero, la estatización del sistema financiero, del comercio exterior, las grandes firmas de distribución y los monopolios industriales estratégicos, y la reforma agraria para terminar con el latifundio. Eran medidas que compartíamos. La UP en su Programa planteaba transformar el Estado en un Estado Popular, señalaba que sería necesario elegir una ?asamblea del pueblo?, y el propio Allende convocaba a desarrollar el ?poder popular? que entendía como la extensión de la participación popular en la administración económica, social y cultural del país a través de una nueva Constitución Política que institucionalizaría esta incorporación masiva al poder.

Pero Miguel también le dijo a Allende con franqueza que discrepábamos de su estrategia de llevar adelante el proceso de transición al socialismo sólo dentro de la institucionalidad vigente. Le explicó que, en nuestra opinión, las clases dominantes no aceptarían el término de sus privilegios y la transformación del Estado burgués a que llevaría el desarrollo del Programa antiimperialista, antimonopólico, antilatifundista y de democratización popular que él se había comprometido a implementar como presidente. Que estábamos seguros de que la mediana burguesía se sumaría a los terratenientes y a la gran burguesía nacional y extranjera, para enfrentar juntos al gobierno popular. Y en ese enfrentamiento no respetarían la institucionalidad, recurrirían a la violencia para derrocarlo. Nosotros desconfiábamos de que las Fuerzas Armadas mantuvieran su posición constitucionalista. Nos constaba que, a pesar de sus recientes fracasos, la derecha continuaba conspirando con sectores de la oficialidad, y que en el mejor de los casos se podría lograr que una parte de las FF.AA. se sumara al campo popular, pero no se evitaría el enfrentamiento armado. Reconocíamos que el gobierno popular era una posición de poder parcial desde la cual se podía dar un impulso decisivo al proceso revolucionario, pero nuestra estrategia tenía su eje en la movilización directa de las masas y en la construcción autónoma del poder popular, incluida una fuerza militar propia que defendería su gobierno. Concluyó Miguel diciéndole que le agradecía su propuesta en nombre del MIR y en lo personal, pero que creíamos que era mejor seguir colaborando con él desde una posición de independencia. Que nuestro apoyo podía entenderse como un ?apoyo crítico?, pero que jamás le haríamos ninguna crítica pública sin antes reunirnos con él y explicarle nuestras discrepancias con franqueza. Le dijo que siempre podría contar con nosotros para avanzar en las conquistas populares y para enfrentar a la reacción. Le aseguró que estaríamos siempre junto a él para defenderlo como presidente del pueblo. Esta fue la política y la práctica que el MIR mantuvo inalterable durante todo el gobierno de Allende. El propio presidente, conversando poco antes de su muerte con su hija Tati, mi madre, y otros colaboradores cercanos, les confidenció que él hubiera deseado tener a Miguel y sus compañeros en su gobierno porque siempre mantuvieron con él una relación respetuosa, franca, desinteresada, y consecuente.

Aprovechando la ampliación de libertades democráticas nos volcamos al impulso de la movilización de masas. A partir de las acciones directas de los mapuches, con el aliento del Movimiento Campesino Revolucionario (MCR) se extendió una ola de tomas de fundos, en lo que se llamó el ?verano caliente? de 1971. También en Santiago y Concepción impulsamos las movilizaciones sindicales y ocupaciones de industrias. Propiciamos la conformación de varios nuevos campamentos de pobladores sin casa. Aprovechamos también nuestra participación en las tareas de seguridad presidencial para lograr un silencioso avance en instrucción militar, logística e inteligencia. Imprimimos mayor impulso a nuestra vinculación con sectores democráticos de las FF.AA., y de autodefensa y miliciana de masas. El MIR se extendió orgánicamente a través del país, y mejoramos nuestra capacidad comunicacional.

SUMAR Y NO SER SUMADOS

El primer año fue el mejor y más ofensivo del gobierno popular. Se hicieron efectivas la nacionalización de las riquezas básicas, la expropiación de grandes empresas monopólicas, el control estatal de la banca y el comercio exterior. La reforma agraria se profundizó hasta los límites legales establecidos en el gobierno anterior (80 hectáreas de riego básico). La política económica dirigida por Pedro Vuskovic fue muy exitosa: el PIB aumentó un 8,3%, un crecimiento de 2.5 veces con respecto al año anterior; la tasa de cesantía bajó a un 4%, la más baja que se recuerde en Chile; la inflación se redujo a un 22%; la participación de los asalariados en el ingreso total subió a un 59%, mejorando notoriamente el nivel del consumo y el gasto social. En el plano político, en las elecciones municipales de abril de 1971 la UP obtuvo el 50.86% de los votos, lo que significó un aumento de más de 13% respecto a las elecciones presidenciales del año anterior, votos adicionales que en su mayoría provinieron de las capas más pobres del campo y la ciudad. La UP estaba en condiciones muy favorables para aprobar a través de un plebiscito una reforma profunda de la institucionalidad política que cambiara el Parlamento por una Asamblea del Pueblo, que introdujera una nueva concepción de la defensa nacional sustentada en la participación civil, que instituyera constitucionalmente las áreas social y mixta de la economía, etc. ¿Por qué desaprovechó esa oportunidad? Nunca he logrado comprenderlo.

La alianza informal entre la UP y el MIR comenzó a deteriorarse a partir del segundo semestre de 1971, fundamentalmente a causa de las movilizaciones directas que desbordaban el Programa del gobierno, las cuales eran impulsadas por nosotros y también por sectores radicalizados de la UP. El PC se lanzó otra vez a atacar públicamente al MIR, en una práctica de confrontación indirecta a los sectores de Izquierda de la UP que se volvería habitual. La visita a Chile del comandante Fidel Castro contuvo la polémica. Durante buena parte del mes de noviembre y principios de diciembre, Fidel recorrió el país aclamado por las multitudes, alentando con su palabra y ejemplo las aspiraciones revolucionarias. Para apoyar la seguridad periférica en los actos y gira del comandante, el MIR se movilizó coordinadamente con la seguridad cubana. Los compañeros de la comisión política del MIR tuvimos oportunidad de reunirnos algunas veces a conversar con Fidel que nos insistía constantemente en la necesidad de preservar la unidad del conjunto de la Izquierda. En una de esas reuniones, se dirigió a Miguel diciéndole: ?El arte de la revolución es el arte de sumar fuerzas... sumar... sumar... y sumar?. Miguel le comentó rápido: ?Sí, comandante, es el arte de sumar y no ser sumados?. Ambos resumían la complejidad táctica que enfrentaríamos los revolucionarios durante el resto del período de la UP. ¿Cómo preservar la unidad del campo popular para sumar fuerzas en el enfrentamiento del enemigo común? ¿Y cómo, al mismo tiempo, superar el reformismo y acumular fuerzas para la conquista del poder, o al menos asegurar la continuidad de la lucha revolucionaria?

LA REACCION RETOMA LA INICIATIVA

En diciembre de 1971 las viejas ricachonas iniciaron sus acciones de protesta tocando cacerolas vacías y los pijes levantaron barricadas y provocaron desórdenes en las principales arterias del barrio alto de Santiago. Los sabotajes y atentados de los grupos armados de derecha se extendieron. La DC presentó un proyecto de reforma constitucional para limitar el desarrollo del área de propiedad social. En marzo del 72, los dirigentes de los partidos de oposición y de los gremios empresariales se reunieron a comer pastel de choclo y a complotar un vasto plan de movilizaciones de insurgencia civil contra el gobierno. También ese mes fue detectada y desarticulada una conspiración golpista de los generales Canales, Hiriart y oficiales intermedios. En abril el PIR (un desprendimiento del Partido Radical) rompió con el gobierno y la oposición realizó la primera ?Marcha de la Democracia?. La reacción comenzaba a retomar la iniciativa.

A pesar de los buenos resultados que la política económica del gobierno tuvo durante 1971, en el primer semestre del 72 comenzó a agotarse. En realidad la política económica de la UP fue una profundización del mismo modelo clásico de sustitución de importaciones por medio de una política de redistribución del ingreso (más radical que la democristiana ?revolución en libertad?) que aumentó la demanda interna. Hacia mediados de 1971 los salarios habían subido en 55% con respecto a igual fecha del año anterior, mientras que los precios lo hicieron sólo en un 9%. La mayor demanda alentó el aprovechamiento de la capacidad ociosa de la economía, lográndose durante 1971 un incremento de la producción industrial del 16%, y la agrícola en un 6%. El gobierno esperaba mantener un crecimiento productivo equilibrado con la demanda interna, mediante la inversión de los recursos que se obtuvieran de la nacionalización del cobre, los créditos externos y los excedentes de las empresas estatizadas. Pero la realidad se comportó de manera diferente. Las empresas norteamericanas, ante la posibilidad de ser nacionalizadas, habían aumentado el año anterior hasta el límite la producción fácil de cobre, de modo que para seguir manteniendo esos niveles productivos el 71 se requería una inversión mucho mayor, sumado al boicot en el suministro de equipos y repuestos y a la baja internacional del precio del metal. La principal fuente de excedentes del Estado se redujo sensiblemente. El gobierno de EE.UU. se preocupó no sólo de cerrar las líneas de crédito internacional, sino además de embargar las ventas de cobre chileno. Tampoco el campo socialista suplió las fuentes de crédito cerradas. Finalmente, las empresas estatizadas al aumentar el pago de salarios y mantener fijos los precios de sus productos, vieron también limitados sus excedentes. Inevitablemente la economía marchó hacia un creciente desequilibrio entre su capacidad productiva -que se estancó- y su demanda -que se disparó-. Los empresarios, en vez de invertir, prefirieron ganar más a través de la especulación, el mercado negro y el boicot financiado por la CIA. A partir de 1972 el desabastecimiento comenzó a sentirse.

Fueron estas dificultades económicas las que hicieron emerger abiertamente las divergencias en la dirección de la UP. El sector reformista que agrupaba a Allende, el PC, un sector del PS, parte del MAPU, el PR, el PSD y el API, plantearon la necesidad de ?consolidar para avanzar?, política que consistía en no sobrepasar el Programa de la UP, terminar con las políticas ?extremistas? de movilizaciones directas y antiinstitucionales, centrar el movimiento trabajador en la lucha por el aumento de la producción, contener mediante un ajuste el excesivo crecimiento de la demanda, tranquilizar a las capas medias, a los sectores razonables de la burguesía y las FF.AA. para impedir que se sumaran al golpismo, y buscar un entendimiento con la DC (preferentemente su incorporación al gobierno) que permitiera la consolidación institucional del gobierno. El sector de Izquierda de la UP, conformado por Vuskovic, la mayoría del PS, Jacques Chonchol y otro sector del MAPU, y la recientemente constituida Izquierda Cristiana (IC), propusieron ?avanzar sin transar?, es decir, apoyarse en la movilización de masas para tomar el control de todos los sectores claves de la economía, única forma de ganar la batalla de la producción y contra el desabastecimiento, sin perder el apoyo popular, al tiempo de socavar las bases del poder económico de la burguesía, atraer los sectores democráticos de las FF.AA. y preparar el bloque popular para el enfrentamiento inevitable con el conjunto de la reacción.

Desde principios de 1972 los miristas agitamos la necesidad de reemplazar el insuficiente Programa de la UP por un nuevo Programa del Pueblo. Entre sus diez puntos fundamentales planteaba la requisición inmediata de todas las inversiones norteamericanas como respuesta a su boicot económico e injerencia golpista; la expropiación de todas las empresas claves de la industria, la distribución, la construcción; extender la reforma agraria a la expropiación a puertas cerradas de todos los fundos mayores de 40 HRB; el control obrero de todas las empresas que se mantuvieran en el sector privado; el llamado a las tropas, clases, suboficiales y oficiales democráticos a enfrentar el golpismo y unirse al pueblo; la lucha por la disolución del Parlamento y el desarrollo de órganos de poder popular a partir de los Consejos Comunales de trabajadores y campesinos. El problema no era que fuéramos ?extremistas afiebrados?, sino que en su afán de buscar una ilusoria alianza con la burguesía los sectores reformistas autolimitaban las reformas económicas, sociales y políticas, debilitando la base de apoyo en el campo popular. Por ejemplo, limitar la reforma agraria a las propiedades mayores de 80 HRB significaba que sólo el 15% de los campesinos sería favorecido, pero el 75% restante formado por cientos de miles de campesinos sin tierra, trabajadores temporales, desocupados, minifundistas, quedaban excluidos del acceso a la tierra, además de dejar en manos de la burguesía agraria el 44% de la tierra más rica y mecanizada, así como el 43% de la producción agrícola del país en un momento en que los dueños de fundos estaban provocando el desabastecimiento de alimentos y especulaban en el mercado negro. ¿Cómo combatir ese desabastecimiento que afectaba principalmente a las capas populares y medias de la población si el grueso de la producción industrial orientada al consumo y la distribución comercial estaba en manos de una burguesía que boicoteaba al gobierno? ¿Cómo luchar ideológicamente contra la reacción si ésta controlaba más del 70% de los medios de comunicación? El MIR planteaba que en vez de hacer inútiles concesiones a la oposición había que profundizar las reformas y medidas que favorecían los sectores populares que eran el único respaldo real del gobierno, impulsar la organización y unidad de los de abajo y socavar las bases del poder burgués.

A pesar de que nuestras discrepancias con los sectores reformistas de la UP se agudizaban cada vez más, la política del MIR continuó siendo evitar la ruptura con ellos, participar conjuntamente en la defensa del gobierno frente al golpismo, y marchar separados en la acumulación de fuerza revolucionaria. Iniciamos una ofensiva de alianzas hacia los sectores de Izquierda de la UP con los que había una creciente convergencia en los ámbitos locales y mucha identidad en las políticas nacionales, comenzando a levantar la política del ?polo de reagrupación revolucionaria?.

En el ?Cónclave de El Arrayán?, en marzo del 72, la Izquierda de la UP logró mantener una supremacía aparente, continuando Vuskovic al timón de la política económica pero sin instrumentos reales de implementación. En mayo se abrió un corto episodio de conversaciones entre el MIR y la UP, que se cortó por parte de ésta cuando el gobierno inició nuevas conversaciones con la DC (Allende-Fuentealba). En junio, en el ?Cónclave de Lo Curro?, terminó por imponerse la hegemonía del sector reformista que reemplazó a Vuskovic por Orlando Millas (PC), quien implementó una política de ajuste que disparó la inflación y no contuvo el creciente desabastecimiento, con lo cual el malestar en sectores medios y populares creció. Las conversaciones con la DC fracasaron y la oposición siguió desarrollando su estrategia de entrabamiento institucional de las iniciativas gubernamentales, insurgencia civil antiinstitucional, atentados y sabotajes y aliento al golpismo militar.

Tampoco se contuvo la movilización directa de masas, ni la radicalización de sectores de la Izquierda. El 22 de julio se reunió con la participación del PS, MIR, MAPU, IC, y PR, y de numerosas organizaciones populares, la Asamblea del Pueblo de Concepción, como expresión inicial de un poder popular regional autónomo, iniciativa que fue duramente atacada por el PC y el propio presidente Allende. La animosidad de los sectores reformistas contra el MIR se profundizó, al punto que en la madrugada del 5 de agosto fue asaltado el campamento Lo Hermida por cuatrocientos policías de Investigaciones y Carabineros. Entraron disparando, matando e hiriendo a pobladores, y deteniendo a centenares de vecinos. El plan preparado por autoridades y directivos policiales comunistas y socialistas, contemplaba un operativo similar en otro campamento de liderazgo mirista, Nueva La Habana. Esta acción concitó un masivo rechazo en la mayoría de la militancia socialista y comunista. El presidente Allende intervino condenando el hecho, visitó el campamento para reunirse con los pobladores y tomó medidas administrativas y políticas para detener los planes represivos de los sectores reformistas más duros.

La UP y el gobierno perdían cada vez más su iniciativa en su lucha contra la reacción burguesa. La inflación estaba desatada, el desabastecimiento y el mercado negro se extendían, el terrorismo de derecha se multiplicó, las asonadas, marchas y agitación de la oposición eran crecientes, la campaña subversiva de la prensa y las radios opositoras era masiva y descarada. En este contexto la reacción unida en la Confederación de la Democracia (CODE), con el aliento y el financiamiento del gobierno norteamericano, lanzó su primera gran ofensiva: el paro patronal de octubre. Su punta de lanza fue el gremio transportista que agrupaba 45 mil camioneros. Pero otros gremios de comerciantes, de profesionales, de empresarios industriales y agrarios, e importantes sectores de clase media, se plegaron a la huelga sediciosa.

CONCILIACION DE CLASES O PODER POPULAR

El paro patronal tenía por propósito desestabilizar al gobierno mediante la paralización indefinida de la economía del país y la generación de una situación caótica que forzara una inmediata intervención militar para derrocar el gobierno y restablecer el orden burgués. La reacción no logró su objetivo sedicioso, pero el paro tuvo importantes repercusiones. En el plano económico, afectó gravemente el aprovisionamiento del país que ya estaba bastante deteriorado, aunque no logró paralizar la producción industrial y agraria porque los trabajadores procedieron a ocupar muchas industrias y fundos. También se extendieron las Juntas de Abastecimiento Popular (JAP) que intervinieron en la distribución, sobre todo a nivel local. Su efecto más importante fue la polarización social, ya que amplios sectores medios se sumaron a la reacción burguesa. Pero también radicalizó al grueso de la clase obrera y de los pobres. No sólo ocuparon fábricas y campos, sino que además probaron que podían hacerlos producir sin los empresarios, lo que los reafirmó grandemente en la autovaloración de su capacidad revolucionaria. Además del desarrollo de los Comités de Autodefensa, surgieron los Cordones Industriales en la ciudad y se extendieron los Comandos Comunales en el campo, iniciándose desde la base formas elementales de poder popular. Como respuesta al Pliego de Chile que la reacción levantó como su plataforma política sediciosa, los trabajadores levantaron el Pliego del Pueblo que en lo esencial recogió la propuesta de adecuación revolucionaria del Programa de la UP que el MIR venía agitando desde principios del año.

La vasta, combativa y radical movilización de los trabajadores que hizo fracasar el paro patronal generó una coyuntura muy favorable para avanzar aceleradamente en la acumulación de fuerza revolucionaria, superar la conducción reformista, y golpear las bases de poder de la reacción. Comenzamos a impulsar la constitución de Comandos Comunales que unificaran localmente la movilización de las diferentes capas del pueblo, y sentaran las bases para la constitución de Asambleas del Pueblo regionales. Promovimos el desarrollo de las tareas de autodefensa miliciana, de control obrero, las JAP, etc. Impulsamos la difusión y discusión del Pliego del Pueblo. Redoblamos la agitación democrática hacia las FF.AA. Pero se evidenció que el MIR por sí solo no tenía la fuerza suficiente para aprovechar plenamente la coyuntura revolucionaria. Necesitábamos que también la Izquierda de la UP se volcara con decisión a la construcción del poder popular. Pero la fuerte oposición de los sectores reformistas la hicieron vacilar. Apoyaron la extensión de los Cordones Industriales, pero fueron renuentes a la organización de Comandos Comunales locales y a convocar Asambleas regionales que agruparan al pueblo en una expresión de poder independiente del gobierno y enfrentado a las instituciones parlamentaria y de justicia del Estado.

Los reformistas optaron por alentar la desmovilización de las masas llamándolas a devolver las industrias a los empresarios privados y respetar la institucionalidad vigente. El gobierno llamó a la oposición a establecer una tregua hasta las elecciones parlamentarias de marzo de 1973, cuyos resultados se esperaba que definirían la legitimidad institucional del proceso de reformas impulsado por la UP. En noviembre el presidente Allende incorporó a varios generales al gabinete, como garantes de esa institucionalidad y la paz social. La UP votó, por presión de los militares y en acuerdo con la oposición parlamentaria, la Ley de Control de Armas que supuestamente permitiría actuar sobre los grupos civiles armados que introducían la violencia con sus atentados, sabotajes y enfrentamientos a la UP. Criticamos estos pasos políticos del reformismo porque confundieron al movimiento popular, no contuvieron la subversión reaccionaria, y sobre todo otorgó a los militares un papel rector en la vida política del país. ¡Qué paradoja histórica! Fue la propia Izquierda tradicional la que promovió esta función tutelar de las FF.AA. que luego bajo la dictadura pinochetista se convertiría constitucionalmente en la columna vertebradora del nuevo Estado contrainsurgente, función que se mantiene hasta hoy.

El MIR decidió no quedarse al margen de las elecciones parlamentarias, apoyar a los candidatos del PS y de la IC más afines a nuestras políticas, aprovechando los meses de campaña para promover el Pliego del Pueblo, los Comandos Comunales, la Asamblea del Pueblo, y la movilización por un gobierno de los trabajadores que usara el Estado como palanca de apoyo a la lucha popular. Era una forma de participación crítica en la contienda electoral que polarizaba políticamente al país, sin desviarnos de nuestro eje estratégico de acumulación independiente de fuerza revolucionaria y construcción del poder popular. Los obreros de la textil Hirmas, que no obedecieron el llamado del gobierno a devolver la industria ocupada, que impulsaron la constitución de los Comandos Comunales de Trabajadores y las tareas de autodefensa, pusieron en el frontis de la fábrica un enorme cartel que decía: ?Defendamos este gobierno de mierda?. Su práctica y su palabra resumieron la táctica revolucionaria.

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