El triunfo de los ni-nis: Adiós a la histórica Marcha a Rota
"La V Marcha a Rota terminó con incidentes. Jóvenes embozados apedrearon a la policía tras finalizar la manifestación de más de 10.000 personas". Así se hacía eco Diario 16 un 15 de mayo de 1989 de lo ocurrido en la manifestación contra las bases de la OTAN en la Bahía de Cádiz. Otros periódicos --El Periódico del Guadalete, Diario de Jerez o Diario de Cádiz, entre otros--, destacaban en sus titulares lo mismo que los de tirada nacional: los enfrentamientos entre los cuerpos y fuerzas represivas del Estado español con los manifestantes.
En un excelente artículo de 2011, Frabetti hacía referencia a los ni-nis de "Ni OTAN ni Gaddafi", perfectamente válido para los ninís de "Ni OTAN ni Asad", o "Ni Bush ni Saddam", o "Ni Zelensky ni Putin"...
"Había radicales, con cerrazón (los antiimperialistas). Para algunos éramos blandengues, denostados (los pacifistas). Había problemas internos y desacuerdos programáticos en el mensaje que se lanza, dimes y diretes, pero fue un proyecto exitoso porque a trancas y barrancas se mantuvo hasta ahora", explica Cristóbal Orellana en un trabajo de investigación de la Universidad de Cádiz. Él fue uno de los participantes de la Marcha a Rota desde la segunda convocatoria, 1986, año que se celebró el referéndum de la OTAN.
El ex activista, conocido pacifista y antimilitarista, hizo de puente entre dos posturas enfrentadas, ahora prácticamente irreconciliables: las que condenaban la base naval de Rota por su pacifismo y oposición a cualquier tipo de militarismo --pero no anticapitalistas--, y las que lo hacían por estar en contra de EEUU y el imperialismo yanqui, con posturas en aquel momento antifascistas, y ahora críticas con conflictos internacionales como el de la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania o el genocidio de Israel.
"Es el motivo por el que se ha dejado de ir a la Marcha a Rota", explica otro de los activistas pacifistas/ecologistas consultados en dicha investigación, al no haber condena "explícita" ni a la "invasión rusa a Ucrania" ni al actual escenario internacional, marcado por una resignificación de las políticas guerreristas de la OTAN, pero también del bloque ruso y chino desde hace dos años y medio. Ninguno de los pacifistas, sin embargo, mencionó el bloque occidental o criticó la guerra genocida en Palestina.
Por paradójico que parezca, en un momento de creciente militarización de Occidente y de proliferación de discursos militaristas que incluso hacen plantar la vuelta al servicio militar en algunos países de nuestro entorno (eufemismo por occidentales), esta histórica manifestación ha perdido la capacidad de convergencia y convocatoria que tenía años atrás. Los antiguos pacifistas hoy tienen buenos trabajos en ayuntamientos o empresas y no quieren arriesgarlos.
Sus actuales organizadores, agrupados en torno a plataforma Bases Fuera, OTAN no --formada en septiembre de 2022 por el Partido Comunista del Pueblo Andaluz, Nación Andaluza, Sindicato Unitario de Andalucía y Ojos por la Paz-- defienden que condenan cualquier tipo de "agresión imperialista" y el "militarismo", lamentando que hayan dejado de participar otras formaciones en esta manifestación.
"Vivimos momentos de glorificación o al menos de blanqueamiento de la OTAN en nuestro país y en Occidente, con una campaña de propaganda sin precedentes en la historia contemporánea (...) ante esta ofensiva militarista, un grupo de organizaciones políticas, sociales y obreras antiimperialistas de Andalucía, que no se han dejado amilanar por las corrientes de pensamiento único, hemos decidido dar un paso adelante", dicen en su comunicado fundacional.
Algunos de sus de sus participantes, muy críticos con el gobierno de coalición, atacaron duramente a Izquierda Unida y al Partido Comunista de España (PCE), una de las organizaciones que antiguamente ha abanderado la Marcha a Rota y que ya desde hace años no participa. En estas últimas convocatorias, la asistencia se circunscribe a varios cientos de personas y a diferencia de años anteriores, apenas hay noticias en prensa burguesa. Pero ¿cómo nació la Marcha a Rota?
Al calor de los comités anti-OTAN
La base naval de Rota es la mayor base militar en suelo español: un total de 2.400 hectáreas de las 8.400 que ocupa el término municipal de este municipio. Con capacidad para veinticuatro buques, y un aeródromo militar que en sus momentos álgidos llegó a tener un tráfico anual de 45.000 aeronaves, fue fundada tras los Pactos de Madrid de 1953 y los acuerdos bilaterales de la España de Franco con EEUU.
Así lo señalan estudios como los de Rocío Piñero, autora de Las consecuencias de la Guerra Fría, de Washington a Rota (La Xara Edicions, 2010) o los testimonios y reflexiones recogidos en Sin Ninguna base, de Juan José Téllez (Atrapasueños, 2010).
La importancia geoestratégica de la provincia de Cádiz hizo del emplazamiento el preferido por los norteamericanos entre otros candidatos, ocupando el terreno de los agricultores roteños, llamados en la Costa Noroeste y la Campiña de Jerez "mayetos". Desde entonces, hay quien sostiene que Rota vive de la base, si bien hay posiciones encontradas y pocos estudios que analicen el impacto social, económico y ambiental desde la llegada de EEUU.
"Muchos roteños dicen que saben que la guerra es mala, pero que viven de esto, y hay algo que escuece por dentro. Lo vivían de una forma agridulce", explica Orellana. La oposición a la base fue in crescendo a finales de los años 70, cuando también toma forma el movimiento de objetores de conciencia. De hecho, algunos de los organizadores y participantes activos en las primeras convocatorias, vinieron desde el Movimiento de Objetores de Conciencia (MOC).
Entre los organizadores de las primeras reuniones del comité anti-OTAN se encuentran dos caras muy conocidas del activismo gaditano, Lola Sanisidro y Rafael Lara, que en aquel momento pertenecían a la trotskista Liga Comunista Revolucionaria (LCR) y al maoísta Movimiento Comunista (MC), respectivamente. Ambos fueron portavoces en varias convocatorias de la Marcha a Rota y Lara sitúa la primera de todas ellas en 1981, si bien no fue organizada con ese nombre.
"Cuando empezamos a organizar la marcha a Rota ya habían empezado las marchas a (la base de) Torrejón en el contexto del European Nuclear Disarmament, la campaña contra los euromisiles", explica Lara, que también cita las concentraciones en otros emplazamientos militares, como el de Morón de la Frontera. El éxito de las protestas en Madrid, hizo que se constituyera a nivel estatal por parte del MC y la LCR la Comisión Anti-OTAN (CAO), al que se sumaron comités, y colectivos de barrio, ecologistas, antimilitaristas y objetores. En Cádiz eso se tradujo en un "mitin-fiesta", que fue todo un "éxito". "Fue un mitin-fiesta en un cine de verano al aire libre que ya no existe, pero el 13 de diciembre de 1981. Asistimos al menos 1.000 personas. A partir de entonces, muchos grupos confluimos en la COPA, la Coordinadora de Organizaciones Pacifistas de Andalucía", recuerda el activista, también conocido por ser cofundador de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA).
Uno de sus compañeros de entonces, Juan Rincón, recuerda aquellos primeros años del movimiento anti-OTAN en Andalucía a partir de una fiesta que "sacudió bastante la conciencia y preparó el camino de todo lo que vino después". Este activista portuense se refiere a concienciar a la ciudadanía sobre el ingreso a la Alianza Atlántica que pidió el gobierno de Calvo-Sotelo, y sobre el que un principio se opusieron los socialistas en la oposición con aquel engaño de "OTAN de entrada no". En los años siguientes, el PSOE abandonó su posición inicial hasta ratificar la permanencia en la OTAN en un traicionero referéndum de 1986. "Nos traicionó. Cuando Felipe llegó al poder los norteamericanos le dijeron: ¿dónde vas tú? Hicimos presión y movilizaciones, de ahí se llegó al referéndum", cuenta Jesús Lara, de Ecologistas en Acción Sevilla, y también activo participante en la organización de las marchas.
En esos años, los comités anti-OTAN llevaron a cabo una intensa actividad que culminó con la Marcha a Rota de 1986, que se considera como segunda por la olvidada y precedente de 1981. "Nos centramos en las campañas del referéndum. En Cádiz capital llegamos a hacer dos cadenas humanas con muchísima gente, y llenamos la plaza de San Antonio, algo que no consigue nadie. Luego, protestas en la puerta de la base... como en 1983, cuando Lola, yo y otros trece activistas nos encadenamos y nos detuvieron", recuerda.
La II Marcha a Rota se celebró un 18 de mayo de 1986, si bien esta denominación tampoco se utilizó en ese año, ya que se empezaron a numerar a partir de la de 1988, cuando ya se habla de "cuarta". La movilización tuvo lugar tan solo cuatro meses después del referéndum en el que la permanencia en la Alianza Atlántica ganó con el 56,85% de los votos, frente al 43,15% de los que votaron "no". Lejos de olvidar el conflicto, los comités anti-OTAN se volcaron en la iniciativa en un momento sensible a nivel político, también en el partido que debió haber sido el más importante a la izquierda del centrista PSOE, el PCE, con la fundación de Izquierda Unida en abril del mismo año.
La recién nacida IU no solo participó activamente en la Marcha a Rota de 1986, sino que pagó páginas en los periódicos para informar del evento y movilizar a la ciudadanía, impulsando la Plataforma Cívica, que creó un conflicto entre algunos activistas del movimiento anti-OTAN, quienes hablaban de "instrumentalización" política. Sea como fuere, aquella marcha fue un completo éxito, reuniendo a 3.000 personas según fuentes policiales y 10.000 manifestantes según los organizadores. La movilización fue coordinada por la COPA, y con ella se iniciaron las consignas más conocidas de las marchas, como "OTAN no, bases fuera", "Felipe no te pases, no queremos bases" o incluso alguna más gaditana como "A ritmo de chirigota, salgamos de la OTAN".
"Lola y yo ejercíamos un poco de coordinadores de toda esa historia. Fueron todos eso años, 86, 87, 88, 89, los que vinieron autobuses de Murcia, de Madrid, de Euskadi... fueron muy numerosas y duraron hasta la Guerra del Golfo", recuerda Rafael Lara.
En las marchas de aquellos años llegaron a asistir hasta más de 15.000 personas, teniendo como punto de inflexión 1991, y cayendo en asistencia durante toda la década. La desmovilización de la izquierda partidista contribuyó a que fueran menos numerosas, si bien se mantuvieron hasta fines de los '90, con varios centenares de asistentes. Empezó a subir nuevamente con las grandes manifestaciones antiglobalización, con un pico en 2003, con motivo de las protestas y el "No a la guerra" de Irak.
Lejos del ambiente festivo que se observaba, la prensa destacaba en titulares los altercados con la policía al final de las Marchas a Rota, obviando tanto la actitud represiva como el recorrido social de la protesta. Pero había muchos que confundían pacifismo con pasividad ante los ataques policiales.
"No se puede ser pacifista aquí y violento en otros sitios", llegó a decir Julio Anguita, en una de las convocatorias. Para la que es seguramente voz más conocida del ecologismo gaditano, Juan Clavero, la "clave" residía en que había grupos "antimilitaristas y anti-OTAN que no eran pacifistas". "¿Qué pintábamos nosotros (Ecologistas) con esta gente? Nos colocaban año tras año en posiciones bastante violentas. Cuando montábamos el escenario en la gasolinera que hay antes de la puerta de la base, respondían sistemáticamente a las agresiones de la policía para dar la noticia. Venían miles de personas a hacer una reivindicación pacífica y agradable y estos grupos deslucían completamente la marcha. La policía es indiscriminada y siempre cargan contra todos", lamenta Clavero.
Tan agradable como las madres que lloraban a sus hijos en Yugoslavia o Afganistán, pero hablar de eso era ser violento.
Los conflictos no se circunscribían ni siquiera a los propios participantes de la zona. La llegada del político vasco Jon Idigoras, de la mano de Sánchez Gordillo "en una época en la que el SOC-SAT hizo campaña por Herri Batasuna", creó un cisma de división en la marcha entre los partidos y organizaciones pacifistas que no aceptaban la presencia del "brazo civil de ETA", lo que recuerda a los eslóganes oficiales. Los ni-nis, que siempre acusan a otros de ser responsables de las divisiones, en este y otros casos no aceptaron que importantes ayuntamientos o sindicatos andaluces tuvieran otras opiniones.
Almodóvar y otros famosos artistas e intelectuales pacifistas dieron la línea a seguir en las millonarios manifestaciones internacionales de 2003 contra la guerra en Irak (en el Estado español participaron siete millones de personas), al exigir que en la pancarta principal, junto al lema de la marcha figurara "...y contra la violencia de ETA"
Los ni-nis sin oposición a la OTAN y las bases
Es evidente que la unión del movimiento anti-OTAN nunca fue total y que las fricciones entre grupos políticos, asociaciones y activistas existieron desde un primer momento. Sin embargo, lejos de separarse de la convocatoria, durante muchos años la Marcha a Rota fue algo así como un laboratorio donde la izquierda andaluza y española confluían.
Entre El Puerto y Rota se veían las caras personas de a pie vinculadas con grupos libertarios y anarquistas, de la mano con militantes de partidos muy diversos de la izquierda, del sindicalismo de clase y del comunismo, tanto de la izquierda parlamentaria como extraparlamentaria, junto a pacifistas y ecologistas.
De todo aquello, apenas quedan los recortes de prensa y las innumerables fotografías y recuerdos de sus protagonistas. La mayor parte de ellos han dicho adiós a la Marcha de Rota tras la negativa de los partidos y organizaciones oficialistas a criticar las guerras de la OTAN y ven, aún más a su pesar, con miedo y tristeza la creciente militarización de los países occidentales.
"En aquellos años había una comprensión mayor del antimilitarismo que hoy ha desaparecido porque las autoridades y los intereses políticos están a favor de la industria militar. Se ha olvidado el antimilitarismo y el pacifismo, hoy la ciudadanía no entiende la Marcha a Rota porque el asunto no está presente", dice uno de los informantes del trabajo.
Los números le avalan. Según un estudio de 1986 de Díez Nicolás, el porcentaje de españoles que querían salirse de la OTAN pasó del 52% al 43% en tan solos unos meses previos al referéndum, en 1985. Las cifras de hoy poco o nada tienen que ver con aquellos números que le dieron la ratificación a Felipe González. Un estudio de junio de 2022 del derechista Real Instituto Elcano habla de un 83% de españoles a favor de permanecer en la Alianza, ofreciendo además datos de apoyo muy superior en Andalucía que, en otras comunidades del Estado Español, como Euskadi o Cataluña.
Con la reactivación de la OTAN --cuando EEUU primero quiso avanzar sobre Rusia, y luego vio que podía llegar a perder su dominio sobre Europa y gran parte de Asia-- incluso se planteó la creación de una defensa europea, que viene acompañada de un silencio por parte de la centroizquierda parlamentaria. No podemos obviar que después de la guerra en Ucrania contra Rusia la OTAN está aún más denostada por la izquierda real y más aplaudida por el pacifismo, que también la aplaudió cuando invadió Libia o Siria.
La permanencia y la existencia de bases extranjeras en suelo español ya no es objeto de debate en los medios y los partidos centroizquierdistas, algo que contrasta con el movimiento anti-OTAN nacido en la Transición. El poder de convocatoria de la trigésimo sexta edición (XXVI) de la Marcha a Rota de este 2024 ha sido bastante escaso. De hecho, hay voces que sostienen que ya no sirve como instrumento de confluencia entre los siempre complejos y diversos sectores de la izquierda andaluza, suponiendo un punto y aparte en la trayectoria de la histórica Marcha a Rota.
El cambio de ciclo se ha consumado y los antimilitaristas, de viejo y nuevo cuño, de una u otra corriente, antiimperialistas/anticapitalistas o pacifistas/ecologistas, no han dado con la tecla y están abandonando su tradicional punto de encuentro. Los ni-nis solo ofrecen dos opciones: o controlamos nosotros, o nos vamos. La pregunta es si este aparente adiós podrá convertirse algún día en un hasta luego y el antimilitarismo rebrotará en algún otro lugar inesperado --por ejemplo si la OTAN decide atacar directamente a Rusia, lo que no está muy lejos, y Rusia responde--, poniendo en marcha un nuevo movimiento social en torno a las ideas pacifistas y contra la militarización que secunde, sin fisuras, toda la izquierda andaluza.
En su artículo, Frabettí terminaba diciendo "Con una izquierda así, la derecha puede dormir tranquila".