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Por la extensión de los disturbios: Manifiesto en favor de la acción directa violenta

Documento elaborado por activistas sociales de Madrid, Euskadi y Argentina.

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Desde importantes sectores del movimiento antiglobalización, se excluye e incluso se criminaliza el uso de la acción directa violenta por parte de organizaciones que participan activamente en las movilizaciones. Con estas líneas pretendemos aportar sencillos elementos para un debate que ayude a respetar tendencias políticas que combinan tanto las tácticas pacíficas como de autodefensa. Nuestra intención no es anteponer la acción directa violenta al trabajo sindical o al trabajo barrio por barrio, facultad por facultad. Esto último es lo principal, lo esencial; son los cimientos de toda lucha que se pretenda desde y junto a la gente. Pero hay algunas interrogantes que conviene analizar sin miedo y sin caer en las presiones del mentiroso discurso de la clase dominante. ¿Es positivo el enfrentamiento directo contra la policía antidisturbios y los símbolos capitalistas?, ¿es válido el uso de la acción directa violenta?

En Seattle, Praga o Gotemburgo se observó en los líderes mundiales un nerviosismo nunca antes visto desde la desaparición de la URSS. Cumbres paralizadas, delegaciones trasladadas y altos cargos desalojados por la puerta de atrás.

Esto sucedió porque los enfrentamientos no fueron protagonizados por cientos sino por miles de personas. La extensión de los disturbios rebasó la capacidad represiva de la policía. Es, por tanto, una realidad que las acciones con una carga relevante de violencia tienen un protagonismo especial dentro del resurgimiento de la lucha social que está teniendo lugar en los últimos años.

Pero ¿por qué surge la necesidad de utilizar la acción directa violenta?

Sucede en aquellas situaciones en las que se agotan los medios y procedimientos de protesta (como el derecho a la manifestación pacífica, reunión, sindicación) que los movimientos sociales han conseguido imponer, no sin esfuerzo, en las llamadas "democracias parlamentarias". En estos casos se pone claramente de manifiesto que para el sistema estos medios no tienen otro objetivo que el de mantener la estabilidad y el equilibrio social, y no de permitir logros reales.

La lucha del movimiento popular, al extender y profundizar sus acciones de protesta, le lleva a la confrontación con el sistema represivo y a entender que no bastan reformas parciales, siempre provisionales, sino la destrucción del capitalismo y su reemplazo por unas relaciones sociales basadas en la igualdad y la solidaridad.

De esta manera, si ante la falta de soluciones reales la gente sale por miles a la calle a frenar físicamente la política salvaje del FMI, el sistema no lo entiende como "democrático" y dentro del "orden", ya que se procuce una situación de confrontación directa contra él. Por lo tanto se decide reprimir.

Génova fue un ejemplo especialmente claro. Tal fue la negación en la práctica de la libertad de manifestación durante la Cumbre del G-8, que incluso miles de activistas pacíficos se vieron obligados a levantar barricadas y arrojar todo tipo de objetos para no ser arrollados por la violencia policial.

Varios sectores izquierdistas argumentan que la acción directa violenta puede provocar un aumento de la represión generalizada a los movimientos sociales. Pero no debemos confundirnos, lo que realmente desata la represión es la agudización del conflicto, resultado de la lucha organizada que cuestiona las bases del mismo sistema, es decir, que cuestiona la capacidad de los gobiernos y las burguesías de decidir cómo organizar la economía. Y así cualquier forma de lucha, aunque sea pacífica e incluso si se da dentro del marco legal, será reprimida sin contemplaciones. No será por culpa de la acción directa violenta. Lo que ocurre es que el sistema busca sacar rentabilidad política de esa situación de desventaja, y realiza un ataque contra todo el movimiento con el discurso teórico de hacer frente a la "radicalidad de algunos grupos".

La violencia no la provoca ninguna de las organizaciones que forman el movimiento antiglobalización. La violencia forma parte natural del proceso de perpetuación del sistema capitalista, ya que no sólo es permanente al ser ejecutada fuera de razón y justicia contra la población a través de la sobreexplotación e inseguridad laboral, la falta de vivienda o la privatización de los servicios sociales. También es de contención cuando se aplica de manera física y abierta, como ocurre en las movilizaciones. Esta última forma es la más visible, pero no debe eclipsar la violencia cotidiana que sostiene la clase dominante.

La violencia de contención se materializa cada vez que el sistema pretende devolver a un segmento social enfrentado a él al lugar o estado de pasividad anterior. Cuando el compromiso consciente y la exigencia de soluciones aumenta, aumenta también la violencia física para frenarlos.

En Génova, mientras nosotros preparábamos las manifestaciones por la paz y contra el genocidio económico, el gobierno preparaba las salas de tortura en las dependencias policiales. Cuando nosotros organizamos y movilizamos a miles de personas, el gobierno organizó y movilizó a cientos de policías armados.

La libertad de protestar se va viendo cercada por las reglas del llamado estado de derecho. Por eso surge la necesidad de masificar los disturbios y el sabotaje. Porque el sistema no tiene previsto desmantelarse a sí mismo y porque no nos deja más opción de protesta.

Esbozaremos ahora cómo la acción directa violenta no sólo es válida sino también necesaria como complemento a la lucha pacífica, por su carga de expresión, desobediencia y justicia.

1. Es una forma de expresión.

Lo que no nos permiten expresar en los periódicos, en los canales de televisión, etc, lo expresamos atacando su poder simbólico. Nuestro inconformismo y nuestra oposición radical a la política neoliberal se expresa cuando nos enfrentamos a los elementos represivos encargados de defender esa política. Queda latente la existencia de un conflicto.

En contrapartida, los medios de comunicación ligados a la política neoliberal consiguen una noticia no sólo apta para el espectáculo de la información, sino también apta para la criminalización de los movimientos sociales. Pero debemos tener en cuenta que la acción directa violenta y el sabotaje son también formas de romper el bloqueo de los medios de comunicación. La noticia, aún distorsionada, aparece en los medios, y mientras luchamos diariamente para crear nuestros propios canales de difusión -y por autoorganizarnos barrio por barrio, facultad por facultad-, la acción directa toma relevancia, porque no sólo es de por sí una forma de expresar nuestro descontento, sino que además es una forma de atravesar el silencio en lo que los medios quieren convertir nuestras acciones.

Nuestra responsabilidad no es la de evitar la distorsión y la mercantilización de los hechos por parte de los medios de comunicación oficiales, ya que esa es su razón de ser. Nuestra responsabilidad en este caso es la de denunciar la función de los bancos y las fuerzas represivas en la sociedad. Legítimas y necesarias, pues, son las acciones políticas que se lleven a cabo contra ellas, ya que se trata de una voluntad -expresada físicamente- de construir disidencia y de crear conciencia anticapitalista señalando a verdaderos responsables de la política neoliberal.

2. Es una forma de alterar el orden impuesto.

Es una forma de desobediencia a la legalidad. De hacer lo que "no se puede" impregnándolo completamente de un sentido político.

Pero debemos tener en cuenta que los disturbios puntuales pueden ser fácilmente asumidos por el sistema, ya que lo entiende como "daños colaterales", es decir, como el resultado inevitable que desencadena el neoliberalismo. Lo mismo ocurre con la llamada delincuencia, el narcotráfico, las violaciones. Son comportamientos intrínsecos a una sociedad que se nutre de la desigualdad, la opresión y el patriarcado.

En relación al movimiento antiglobalización, el gobierno español declaró en más de una ocasión: "Estamos dispuestos a dialogar con los grupos antiglobalización, pero sólo con aquellos que condenen el uso de la violencia y los altercados provocados por los radicales".

A pesar de que el sistema es capaz de absorber los "altercados" por tratarse de violencia a pequeña escala, se demuestra que estos "daños colaterales" no dejan de ser daños a la armonía y a la estabilidad de la estructura política y social. Por eso el gobierno intenta condenar y aislar esa práctica.

Y por eso mismo debemos concebir esos arañazos como potenciales formas de desestabilización, para crear de ese concepto un espacio de poder popular alternativo, es decir, un arma y un derecho conquistado por los movimientos en lucha para combatir la injusticia.

Si no se puede romper, rompemos. Pero no rompemos cualquier cosa: rompemos a los representantes físicos del poder capitalista, que son los polícias antidisturbios, las sucursales bancarias, las cabinas de Telefónica, los establecimientos de McDonalds, etc.

3. Es una forma de hacer justicia.

Es justo dar respuestas directas a la imposición violenta de la democracia burguesa, la precariedad laboral, la criminalización de la disidencia, la opresión propagandística y mediática, etc.

Es justo y legítimo rebelarse contra la incuestionabilidad del monopolio de la violencia por parte del sistema.

Es justo y necesario trazar nosotros mismos nuestro campo de acción política, para así lograr escapar de los márgenes legislados; márgenes que no son sino el mecanismo de autodefensa del propio sistema, que delimita los niveles de protesta para poder controlarla, y desde el cual se justifica institucionalmente la represión.

Ya se están dando pequeñas victorias en el complejo y amplio frente de la lucha contra la globalización neoliberal con un método, que aún sin ser tan esencial como la actividad de base, está funcionando como indispensable complemento: las botellas y las piedras.

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