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Europa :: 06/09/2023

El batallón Azov y el Estado de Ucrania

Nahia Sanzo
La reconstrucción del más famoso de los grupos ultranacionalistas se produjo en paralelo al proceso de legitimación nacional e internacional de sus alas política y militar

Aunque fruto de las décadas anteriores y heredero de toda una serie de organizaciones políticas y paramilitares de la derecha nacionalista más extrema, el embrión de lo que pronto sería el batallón Azov, posteriormente regimiento y ahora brigada, nació de la revolución de Maidan y de sus consecuencias.

El cambio irregular de Gobierno [eufemismo por golpe de Estado financiado por EEUU] que se produjo entre el 21 y 22 de febrero de 2014 causó el rechazo de una parte de la población, fundamentalmente en Crimea y Donbass, pero también en otras grandes ciudades como Odessa o Járkov. En este último caso, el de la segunda ciudad de Ucrania, las protestas contra el golpe de estado nacionalista se encontraron con la resistencia de un sector nacionalista radical que fue activamente utilizado por las autoridades locales y regionales para evitar que se repitiera un escenario similar al de Sebastopol, Simferópol, Donetsk o Lugansk.

Aquella primavera, en la que se produjeron enfrentamientos y violencia hacia los sectores prorrusos, autoridades vigentes como el alcalde Kernes o el exgobernador Avakov, entonces ministro del Interior, encontraron en el entorno de Andriy Biletsky (líder del futuro batallón Azov) un inmejorable socio para lograr sus objetivos.

Durante aquellas semanas, cobró especial importancia la amenaza de los “hombres de negro”, un grupo directamente vinculado a Biletsky, origen de la organización con la que el líder blanco se haría célebre en meses posteriores. El éxito de Járkov, que por medio de la violencia apagó las protestas y reprimió incluso la defensa de la estatua de Lenin que presidía una de las plazas centrales y en la que participaron miles de personas, se extendió posteriormente a otras regiones por medio de la incorporación del germen de Azov al Ministerio del Interior de Ucrania como batallón policial.

La primera semana de abril, pocos días antes de que el gobierno de Yatseniuk con la firma del presidente en funciones Turchinov decretara el inicio de la operación antiterrorista en Donbass, una reunión en la que participaron Andriy Biletsky y Dmitro Korchinsky convenció finalmente al reticente líder de Azov de la incorporación de su batallón a las tropas del Ministerio. Pocas semanas después, el batallón tendría su primer protagonismo público en la captura de Mariupol, fecha que anualmente celebró en la ciudad hasta 2021.

Por aquel entonces, no se había producido aún la separación entre las diferentes organizaciones paramilitares de extrema derecha, por lo que personas como Igor Moisichuk, posteriormente diputado por el Partido Radical, o Korchinsky, futuro líder de Bratstvo, acompañaban a Biletsky en los primeros pasos de lo que iba a ser el batallón paramilitar de extrema derecha mejor armado y organizado de Europa.

Sin embargo, el grueso del círculo más cercano a Biletsky y que se convertiría en el primer núcleo duro del batallón Azov era la División Borodach liderada por Maksym Zhorin. La división, de la que formaba parte también el ahora “Héroe de Ucrania” Denis Prokopenko, no escondía su ideología de extrema derecha ni su insignia, un totenkopf modificado con la barba que daba nombre a la unidad y las runas SS a su lado.

Ese era el símbolo utilizado por Zhorin en 2016 cuando lideró el contingente de Azov que patrulló durante una semana la ciudad de Odessa en los días previos a la conmemoración del segundo aniversario de la masacre de Odessa. Una vez más las autoridades políticas, en aquella ocasión el entonces gobernador Mijaíl Saakashvili, hacía uso de Azov en un momento en el que dudaba de la lealtad de los efectivos policiales locales a su disposición.

En aquel momento, había pasado prácticamente un año desde la primera iniciativa estadounidense para prohibir la financiación e instrucción al batallón Azov, calificado, no solo por Rusia y las Repúblicas Populares, sino por el Congreso de EEUU de neonazi y supremacista blanco. En junio de 2015, cuando Azov era ya una pieza fundamental del control ucraniano de Mariupol, The Daily Beast, un medio con nulas simpatías prorrusas, escribía que “no todos los miembros de las milicias ultranacionalistas a los que entrena EEUU tienen tatuajes de las SS, no todos abrazan el fascismo. Pero son suficientes para que sea preocupante”.

Aunque ya en aquel momento existía un esfuerzo de la propaganda ucraniana y occidental para lavar la imagen de las fuerzas de choque de Arsen Avakov, el medio explicaba que “una buena parte del batallón Azov niega, al menos públicamente, tener creencias neonazis o de supremacía blanca. En lugar de ello, afirman que el símbolo de aspecto de esvástica de su bandera y su logotipo no es una esvástica sino una N y una I combinadas para crear “identidad nacional”.

Es difícilmente convincente teniendo en cuenta la ideología de Biletsky, su fundador y comandante militar. Además, los numerosos tatuajes con esvástica que lucen los miembros del batallón y su tendencia a ir a la batalla con esvásticas o insignias de las SS en sus cascos hace muy difícil para otros miembros del grupo negar de forma convincente la afiliación neonazi.

Como ocurriría en 2018 con una nueva prohibición, ese veto fue retirado en silencio meses después. Desde 2014, ya fuera como batallón, regimiento o brigada, Azov ha quedado tan integrado en las estructuras oficiales del Estado ucraniano que una prohibición específica no podría, de ninguna manera, tener efecto práctico.

Aun así, posiblemente como prueba de que los presupuestos se copian de un año a otro, esa prohibición permanecía el año pasado en el Acta de Apropiación de Defensa. Es más, esa prohibición está siendo actualmente objeto de polémica tanto a favor como en contra de Azov. En esta ocasión, frente a la proposición de 2014, que partió del congresista Demócrata de EEUU John Conyers, veterano de la lucha por los derechos civiles y contra el racismo, las dos enmiendas, también la contraria a Azov, proceden del Partido Republicano.

Como informaba Aída Chávez, periodista de The Nation, uno de los escasos medios estadounidenses que han denunciado el carácter ultraderechista de Azov a lo largo de los años de guerra en Donbass, por primera vez desde 2018 se busca eliminar la enmienda que prohíbe a EEUU armar, financiar o instruir al regimiento Azov.

Pero es también la primera vez que alguien, en este caso el Congresista Andrew Ogles, de Tennessee, intenta endurecer la prohibición. Su objetivo es “prohibir la asistencia bajo la Iniciativa de Asistencia de Seguridad a Ucrania hasta que el presidente certifique al Congreso que el Gobierno de Ucrania no está suministrando financiación, equipamiento, entrenamiento, combustible u otra asistencia al Cuerpo de Voluntarios Rusos (RDK), el batallón Azov o cualquier otra milicia neonazi”.

Evidentemente, la iniciativa de paralizar la asistencia a Ucrania hasta comprobar que esas unidades mencionadas carecen de apoyo estatal es absolutamente inviable, aunque es suficientemente representativo que hayan tenido que pasar cinco años para que un solo diputado busque poner en práctica una prohibición que existe desde 2018. Sin embargo, los dos grupos específicamente mencionados, RDK y Azov, no solo cuentan con apoyo estatal, sino que componen unidades de las que el Estado está haciendo ahora un enorme uso. El Cuerpo de Voluntarios Rusos, los partisanos rusos de Kirilo Budanov, actúa a modo de fuerzas especiales de la inteligencia militar de Ucrania (GUR), mientras que las unidades de Azov están divididas entre esa misma inteligencia y la 3ª Brigada de las Fuerzas Armadas de Ucrania.

Ambos grupos de Azov forman parte de la reorganización gestionada por Maksym Zhorin tras la derrota en la batalla de Mariupol, en la que la propaganda ucraniana y occidental hicieron de ellos los héroes de Azovstal. La reconstrucción del más famoso de los grupos ultranacionalistas se produjo en paralelo al proceso de legitimación nacional e internacional del regimiento.

Según pudo leerse, por ejemplo, en The Times, el carácter del regimiento había cambiado. Azov se había purgado de las influencias neonazis y ultraderechistas de 2014 y, despolitizado, se había integrado en las estructuras del Estado. Las pruebas de ello eran la eliminación del wolfsangel como símbolo del regimiento, la separación del movimiento militar de su brazo político, el Corpus Nacional, y la marcha de sus figuras más políticas.

Ya en aquel momento ese razonamiento era falaz, pero el tiempo ha dejado aún más clara la manipulación. Hace unas semanas, el comandante de la 3ª Brigada de las Fuerzas Armadas de Ucrania, Andriy Biletsky, que nunca dejó de ser el líder espiritual del movimiento Azov, informaba a Volodymyr Zelensky y a la plana mayor de la Oficina del Presidente de los progresos en el frente de Artyomovsk, comandado por él mismo, el líder blanco. Frente a él observaba estoicamente las explicaciones Maksym Zhorin, cabeza visible de la División Borodach en 2014 y miembro también del Corpus Nacional.

La separación entre las alas política y militar se produjo solo en la imaginación de quienes en 2022 quisieron legitimar a Azov, a Prokopenko o a los héroes de Azovstal. Ni el Corpus Nacional ni sus líderes pretendieron jamás que hubiera una ruptura entre ellas. Y aunque Azov modificó ligeramente su símbolo, este sigue siendo un wolfsangel modificado. Por si había alguna duda de si los símbolos de extrema derecha siguen siendo la seña de identidad del movimiento, esta misma semana soldados de la brigada han posado con una bandera compuesta por el sol negro y el wolfsangel original que el batallón utilizaba en 2014.

Azov, como el más mediático y mejor organizado, movilizado y armado de los batallones ultranacionalistas de extrema derecha, lleva muchos años siendo parte integral del Estado ucraniano. La invasión rusa y el protagonismo alcanzado por el regimiento en la batalla por Mariupol solo aceleraron el proceso de legitimación que comenzó en 2014 de un grupo con claros tintes supremacistas blancos.

En estos años, no solo desde febrero de 2022, el Estado ha adoptado también gran parte del ideario de Azov, haciendo cada vez más difícil diferenciar las ideas del grupo de las del discurso oficial. Azov ha realizado actos en Israel o en EEUU, donde fue recibido en la Universidad de Stanford por el exembajador de EEUU en Rusia Michael McFaul. En el acto de proselitismo de Azov pronunció un discurso de enaltecimiento Francis Fukuyama, conocido por su tesis anticomunista del fin de la historia.

En este contexto, la prohibición de armar, financiar y entrenar a Azov no solo es, en la práctica, una medida vacía, sino un anacronismo que no se corresponde con la posición de EEUU, dispuesto a asistir a cualquier grupo que luche contra Rusia hasta el último ucraniano. En esa labor, no hay mejor herramienta para Kiev y Washington que los sectores más ideologizados y con un mayor sentimiento de odio a Rusia, odio que a lo largo de los años han manifestado también contra la población de Donbass.

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