La crisis del Sahel
El desplazamiento forzado de la gente en el Sahel Central se ha multiplicado por diez desde 2013. Los conflictos armados han obligado a más de 2,5 millones de personas a abandonar sus hogares en la última década. Solo en 2021, cerca de medio millón de personas tuvieron que huir a causa de la violencia. Es una situación de emergencia que requiere acciones humanitarias.
Una situación que fue agravada por el desvío hacia la Unión Europea del trigo ucraniano que Rusia permitió que saliese por el Mar Negro hacia Turquía para que desde allí se enviase a África. Pero como Turquía es un país OTAN, desde allí en lugar de ir a África el trigo fue entregado a las transnacionales que operan el comercio alimentario mundial: Montsanto, Carhill y Dupont. Éstas lo desviaron hacia Europa Occidental, porque paga mejor que los paupérrimos africanos, por mucha hambre que tengan.
La aparición del trigo ucraniano barato compitió con los cereales producidos en Polonia y Hungría causando grave daño a toda la agricultura de los países de la Europa del Este en general. Porque para Occidente los negocios mandan y se imponen por encima de la narrativa de sus altos valores de justicia y humanidad.
Mientras tanto, en Europa Occidental las tres transnacionales aprovecharon para sí mismas el acuerdo de permitir la salida del grano ucraniano solicitado por Antonio Guterres, Secretario General de la ONU. Un acuerdo que incluía la venta de cereales y fertilizantes rusos y que luego no se cumplió porque era contrario a las sanciones, entiéndase «era contrario al negocio de las tres transnacionales que además venden fertilizantes».
El Sahel es una franja de 4 millones de km2 que se extiende al sur del desierto del Sáhara y va desde Guinea y Malí, en la costa atlántica de África, hasta el sur del Sudán, una región rica en petróleo. Los problemas allí ocurren como un desbordamiento hacia el Sahel del salafismo fomentado por EEUU con la cooperación de Israel y Arabia Saudita para combatir a Gaddafi en Libia, a Bashar Al Assad en Siria e ir contra Rusia en Chechenia.
La desestabilización del Sahel comenzó en 2012 con un golpe de Estado en Malí, de los promovidos por EEUU contra los gobiernos árabes laicos durante la época que en Washington apodaban la “Primavera Árabe”.
Desde entonces se han sucedido tres golpes de Estado en Bamako, la capital de Malí. El último de ellos fue en 2021. Desde el asesinato de Gaddafi por una turba salafista respaldada por la OTAN (2011), Libia quedó sumida en el caos. Un grupo de los salafistas apoyados por la OTAN descendió al sur de Libia y se apoderó del norte de Malí en 2013.
Desde allí se expandió la fiebre salafista hacia el oriente de África. Uno de los sucesivos gobiernos instalados en Bamako y el Gobierno de Chad pidieron la intervención de los cascos azules de la ONU y con el apoyo de EEUU se envió un contingente en los primeros meses de 2015. Dicho contingente de cascos azules es derrotado con varias bajas por una insólita coalición de los salafistas con los tuaregs de las montañas del Atlas.
Francia, la antigua metrópoli colonial de la región que aún tiene importantes intereses allí (uranio), de inmediato intervino militarmente con la Operación Serval, operación que luego fue rebautizada como Operación Barkhane cuando las tropas francesas y malienses fueron acusadas por varias ONG de cometer atrocidades contra civiles en la lucha contra los yihadistas.
En agosto de 2022 el Gobierno francés anunció la salida de sus tropas de Malí, obligado por el Gobierno maliense, tras una década infructuosa de presencia allí.
Argelia y otros países de la región están preocupados por el caos reinante en el Sahel y sus consecuencias socioeconómicas
Rusia, que tiene la mitad de su territorio ocupado por población musulmana, sufrió en carne propia la rebelión yihadista chechena manejada desde Londres
Por eso combate el yihadismo en el Cercano Oriente y para enderezar el desorden. Sin comprometerse oficialmente autorizó el envío a la región del Sahel de un grupo privado de mercenarios profesionales de la guerra conocido como Grupo Wagner. Una idea que comenzó a aplicar EEUU en Irak con el Grupo Blackwater. Pero los éxitos del Grupo Wagner en África han dado mucho prestigio a Rusia.
Una foto del plenario durante la cumbre Rusia-África vale mas más que mil palabras. Putin estaba junto al jefe de Estado más joven del mundo, Ibrahim Traore, líder de Burkina Faso. Traore, vestido aún con uniforme militar, es el capitán que asumió el poder tras un golpe de Estado en septiembre de 2022 y quien en su intervención fue crítico de la situación geopolítica creada por Occidente en África.
Hace pocos días (26 de julio) ocurrió un golpe de Estado en Níger que perjudica a Washington y Bruselas y sigue a una serie de golpes militares similares: en Malí (agosto de 2020 y mayo de 2021), Burkina Faso (enero de 2022 y septiembre de 2022) y Guinea (septiembre de 2021).
Cada uno de estos golpes fue liderado por militares críticos con la presencia en su suelo de tropas francesas y estadounidenses y por las crisis económicas permanentes infligidas a sus países.
Esta región de África, el Sahel, ha enfrentado una cascada de crisis: la desecación de la tierra debido a la catástrofe climática, el aumento de la militancia islámica debido a la guerra de la OTAN en Libia en 2011, el aumento de las redes de contrabando para traficar armas occidentales, seres humanos y drogas en aquel semidesierto. Irritados también por la apropiación de los recursos naturales, incluidos el uranio y el oro, por parte de empresas occidentales que simplemente no han pagado bien por estas riquezas.
Y para colmo el atrincheramiento de las fuerzas militares occidentales mediante la construcción de bases y las operaciones de estos ejércitos para proteger con violencia el saqueo, además de que actúan con impunidad. No sorprende que a pesar de las presiones atlantistas para que los países africanos no asistiesen a la cumbre entre Rusia y África en San Petersburgo acudieran 49 de los 53 países africanos para discutir con Rusia.
En cuanto al golpe en Níger, Guinea, Burkina Faso y Mali ya anunciaron que combatirán cualquier intento occidental de intervenir en Níger.
No es coincidencia que esta crisis y la solidaridad africana contra las intervenciones militares de Occidente en África sucedan después de la cumbre africana de San Petersburgo, la reunión donde Rusia perdonó decenas de miles de millones de deudas africanas con Rusia y además anunció el envío en barcos rusos de millones de toneladas de cereales gratuitas provenientes de la exitosa cosecha de los campos de Rusia.
Prometió enviar en sus propios barcos cereales al Sehel y a Eritrea. Después de tres siglos de crueldad (la política de cortar ambas manos a los nativos sorprendidos con pelotitas de caucho fue característica del despotismo de Leopoldo I de Bélgica en el Congo es un ejemplo de como se gestionó el imperialismo occidental), África ha encontrado en Rusia un amigo generoso.
Sentado cerca de Putin y Traore estuvo sentado el también militar Assimi Goita, Presidente transitorio de Malí, quien agradeció a Putin su apoyo para reforzar las Fuerzas Armadas de su país, que ahora son capaces de defender la «integridad territorial» de Malí, lo que convierte al país en «absolutamente independiente y autosuficiente».
Rusia siempre «respetó la soberanía de Malí», destacó Goita, cuyo país ha sido sancionado estos días por EEUU por sus vínculos con el Grupo Wagner.
Putin también se reunió el viernes con el presidente centroafricano Faustin Touadera, al que prometió que Moscú seguirá fortaleciendo la soberanía y potencial militar de África frente a la amenaza del terrorismo salafista que se promueve desde Occidente.
«El Foro ruso-africano de San Petersburgo ha ido bien y veremos los resultados en el fortalecimiento de los vínculos comerciales entre África y Rusia.
Rusia envió con urgencia varios miles de toneladas de trigo ruso gratuito a los países del Sahel. Las empresas de seguros marítimos occidentales se negaron a asegurar los barcos que realizan ese transporte argumentando que Rusia y sus exportaciones están bajo sanciones. Un argumento típico de la hipócrita crueldad anglosajona, cuando los niños del Sahel están esperando ese trigo ruso para sobrevivir a la crisis alimentaria de la región. Una crisis que comenzó cuando la OTAN desencadenó su artero ataque en apoyo de los salafistas de Bengasi contra Libia en 2011.
CALPU